ESTOS DÍAS se está debatiendo en la isla de Gran Canaria el
futuro de la que fue la mayor empresa de producción y distribución de productos
lácteos de Canarias: SIALSA. Esta isla a pesar de ser menos rica en pastos y
humedad que Tenerife, ha mantenido más del 50% de las vacas de ordeño del
Archipiélago (de las 14.519 vacas, 6.775 se encontraban en la isla de Tamarán).
A finales de 2003 se censaban en Canarias 23.454 vacunos, de los que 10.064
estaban en Gran Canaria. Sin lugar a dudas, de la suerte que corra esta empresa
va a depender en gran manera el futuro del sector a escala regional. De fondo
encontramos un debate en el que radica el futuro de la ganadería en Canarias,
mientras la Unión Europea nos está apoyando desde hace años potenciándola y los
cabildos apoyan en su mayor parte el desarrollo de este sector con la
construcción de infraestructuras. El caso del Cabildo de Tenerife es bastante
demostrativo en su apoyo a la ganadería tradicional (Teisol, Benijo, Arico,
etc.).
La situación se complica cuando tenemos en cuenta diferentes
factores: para empezar, no se ha planificado suelo para ganadería en una isla
con 500 habitantes/ Km2; no existe relevo generacional (un mal común en las
islas en el sector primario), se carece de una organización fuerte que aglutine
y defienda los intereses de los ganaderos. El Sr. Soria, presidente del Cabildo
insular, afirma que "para fabricar yogures no hace falta una empresa
pública". El PSOE por el contrario defiende que continúe la titularidad
pública de SIALSA, como hasta ahora, sin proponer alternativas ni soluciones de
futuro. Mientras continúa el debate, lo cierto es que esta empresa se muere
poco a poco, con un descenso registrado en la distribución, en los últimos
años, de los 70.000 litros/día, en la época de mayor pujanza, a los escasos
10.000 de la actualidad. Si las cosas continúan así dentro de poco no habrá
empresa que privatizar y lo que es peor, certificando la defunción de la
ganadería insular.
Desde las instituciones competentes, el debate debe situarse
por encima de estas consideraciones, de lo público o lo privado. Lo que
interesa es el mantenimiento en el futuro de esta actividad tradicional en las
mejores condiciones para las empresas o empresarios que apuesten por él, así
como para los consumidores que son los que deben acabar comprando estos
productos por su calidad y frescura contrastadas. En este sentido, hay algunas
preguntas que tenemos que responder como son: ¿Qué política unitaria tenemos
para la ganadería canaria? ¿Cómo se apoya a este sector? ¿Para cuando va a
existir una política real que no discrimine a los ganaderos respecto a otros
sectores agrarios? ¿De qué manera la comercialización de productos lácteos
frescos llegan a los consumidores, garantizando unas rentas dignas para los
ganaderos sin que estos tengan que mantener un "voto de pobreza"
vitalicio?...
Asimismo, no se nos puede olvidar que hay que reclamar una
mayor seriedad en la planificación local que tiene que ver con la localización
de las infraestructuras ganaderas, de forma que puedan establecerse con
continuidad y sin sobresaltos por el avance de la urbanización a todos los
rincones de las islas.
De esta manera, parece razonable que el futuro de la
ganadería pasa por una acción conjunta en la que empresas privadas y
administración empujen el mismo carro en busca de lograr mejorar la situación
de los ganaderos locales. De ninguna manera, se pueden dar casos como el de los
productores de La Aldea, en Gran Canaria que deben vender la leche fresca de
sus cabras a la cooperativa de Benijos, en Tenerife. El problema se ha
acrecentado en los últimos años por la irrupción de las grandes superficies que
han modificado la distribución de todo el sector de la alimentación en Canarias.
Por no hablar del hecho denunciado por las asociaciones ganaderas de
importaciones masivas de leche congelada y en polvo para vender como producto
hecho en Canarias.
No caben en este tema planteamientos excluyentes o cruces de
acusaciones o reproches. Es el interés general el que debe primar. En
principio, parece que tendemos hacia la sostenibilidad de una actividad mixta:
iniciativas privadas con apoyo de la administración, siempre y cuando se
cumplan una serie de condiciones básicas que vayan en beneficio de la actividad
tradicional, pero adaptada a los tiempos modernos. Es necesario un debate de
fondo sobre alternativas viables, con un plan ganadero que mire hacia el futuro
del sector y de la salud alimentaria de la comunidad. Existe una demanda creciente
en nuestra sociedad de leche fresca por lo que la actividad puede y debe
ofrecer rentabilidad y viabilidad económica, pero la función social que
desempeña es aún más importante, fijando población en el medio rural,
ofreciendo yacimientos de empleo a la población de las medianías, reduciendo la
producción de residuos para los vertederos y de combustible para los incendios
en nuestros montes. También es crucial para reducir nuestra crónica demanda de
los alimentos importados. Por último, en Gran Canaria también falta un tejido
social ganadero como existe en Tenerife, que personas como Ricardo Melchior o
Pedro Molina contribuyeron de forma decisiva a crear y que representa un
capital humano fundamental para garantizar la supervivencia de esta actividad en
la isla. Sin personas que lideren y organicen es muy difícil sacar adelante
cualquier empresa en cualquier orden de la economía. En Tenerife los tenemos;
al menos en este sector, y en Gran Canaria, no.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 16 de Enero 2005