domingo, 23 de enero de 2005

Granadilla, espacios naturales protegidos y diálogo


ESTOS DÍAS HEMOS ASISTIDO a la presentación y defensa de la Iniciativa Legislativa Popular sobre la costa de Granadilla y contra la construcción del proyectado puerto. Vaya por delante mi máximo respeto a los ciudadanos que con su firma han expresado su apoyo a esta iniciativa.
Sin embargo, también hay que decir que esta inquietud hay que contextualizarla en el marco territorial de una isla densamente poblada por casi un millón de habitantes, en la que, por otra parte, ya existe un 48 por ciento del territorio protegido, con 43 espacios naturales en los que la Administración tiene la responsabilidad directa de gestionar su protección y conservación, con un 25 por ciento de la superficie recubierta de masa forestal arbolada, que se encuentra en su mayor apogeo de los últimos siglos. En ese sentido, no constituye una buena referencia ambiental la miseria que en el pasado soportamos en esta tierra, en el que la escasez y la falta de recursos obligaban a cortar árboles para cocinar y sobrevivir.
Esta reflexión viene a colación porque, si bien es positivo que la gente se preocupe por un territorio costero que siempre ha sido reservado en el planeamiento para usos económicos, se reconvierta en una Reserva Natural Especial, no es tan positivo que se desconozca que esa recalificación no cumpliría con la definición de reserva natural que impone la ley. Pero es que ese territorio ya tiene una central de la que depende el suministro eléctrico de la mayor parte de la isla y uno de los escasos polígonos bien planificados que poseemos. No podemos situar esta infraestructura vital en una especie de nueva isla rodeada de una reserva especial y llena de contradicciones. Por otro lado, nuestros expertos ambientales señalan que hay otras zonas de la isla con mayor urgencia y necesidad de protección. Desde el Cabildo hemos luchado por tener espacios en la isla que pudieran concentrar actividades industriales y molestas, que permitieran el desarrollo de actividades económicas alternativas al monocultivo turístico, como el polígono de Granadilla. Y ahora no nos podemos permitir el lujo de prescindir de él con excusas prefabricadas artificialmente. Sin que olvidemos que en cualquier celemín de estas islas podemos encontrar plantas que debemos cuidar y que, de la misma manera, estamos obligados compatibilizar su protección con la atención a nuestra población y sus necesidades.
En los últimos años, venimos desarrollando una gestión activa en todos y cada uno de los espacios naturales de la isla de Tenerife, en los que tenemos presencia, personal, obras, proyectos y planificación. Sin vestirnos con plumas ajenas, hay que dejar claro que ésta es la única isla que puede presumir de ello. Y no de forma gratuita, o como eslogan político, sino porque su Cabildo gestiona recursos públicos por más de 70 millones de euros de su presupuesto anual, es decir, más de 11.000 millones de pesetas, en cuidar su medio ambiente. Esta realidad no sólo la defiendo yo sino que la reconoce incluso la propia organización ecologista Ben Magec, tan crítica habitualmente con la Administración que, sin embargo, recientemente ha valorado de forma positiva la gestión de nuestros espacios naturales, en comparación con otras islas. En ese sentido, podemos afirmar sin falsas modestias que constituimos un ejemplo de gestión ambiental para el resto de los cabildos insulares. El que quiera comprobarlo basta con que viaje por el resto del archipiélago. Los Parques rurales de Anaga y Teno constituyen dos "joyas" de buena gestión, de integración de población, actividades tradicionales y conservación de la naturaleza, motivo de orgullo para el que les escribe. En definitiva, existe un amplio colectivo de trabajadores del Cabildo de Tenerife que nos empeñamos a diario en sacar adelante, contra todas las dificultades imaginables, la gestión en una isla superpoblada de miles de hectáreas de suelo protegido, de conservar una herencia natural de un valor incalculable para nuestros descendientes.
Por ello, deseamos que exista un mayor compromiso en la actitud individual de los canarios en su comportamiento respecto de la naturaleza y con los recursos que ella proporciona. Si esta sociedad consigue canalizar una parte de los manifestantes ambientales, que comprometen sus simpatías por la costa del Sureste de Tenerife, para que militen activamente por el medio ambiente, habremos conseguido dar un gran paso hacia delante y, en definitiva, una isla medioambientalmente más sana. Por último, quiero reiterar la idea de que nuestra puerta está y seguirá estando abierta para todos los ciudadanos que quieran aportar su granito de arena a favor de nuestra tierra, teniendo en cuenta que este territorio se encuentra muy presionado por la cantidad de personas que vivimos sobre él, con un nivel de pretensiones y exigencias que comprometen seriamente la sostenibilidad de nuestro modo de vida.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 23 de Enero 2005