ESTOS DÍAS HEMOS ASISTIDO a la presentación y defensa de la
Iniciativa Legislativa Popular sobre la costa de Granadilla y contra la
construcción del proyectado puerto. Vaya por delante mi máximo respeto a los
ciudadanos que con su firma han expresado su apoyo a esta iniciativa.
Sin
embargo, también hay que decir que esta inquietud hay que contextualizarla en
el marco territorial de una isla densamente poblada por casi un millón de
habitantes, en la que, por otra parte, ya existe un 48 por ciento del
territorio protegido, con 43 espacios naturales en los que la Administración
tiene la responsabilidad directa de gestionar su protección y conservación, con
un 25 por ciento de la superficie recubierta de masa forestal arbolada, que se
encuentra en su mayor apogeo de los últimos siglos. En ese sentido, no
constituye una buena referencia ambiental la miseria que en el pasado
soportamos en esta tierra, en el que la escasez y la falta de recursos
obligaban a cortar árboles para cocinar y sobrevivir.
Esta reflexión viene a colación porque, si bien es positivo
que la gente se preocupe por un territorio costero que siempre ha sido
reservado en el planeamiento para usos económicos, se reconvierta en una
Reserva Natural Especial, no es tan positivo que se desconozca que esa
recalificación no cumpliría con la definición de reserva natural que impone la
ley. Pero es que ese territorio ya tiene una central de la que depende el
suministro eléctrico de la mayor parte de la isla y uno de los escasos
polígonos bien planificados que poseemos. No podemos situar esta infraestructura
vital en una especie de nueva isla rodeada de una reserva especial y llena de
contradicciones. Por otro lado, nuestros expertos ambientales señalan que hay
otras zonas de la isla con mayor urgencia y necesidad de protección. Desde el
Cabildo hemos luchado por tener espacios en la isla que pudieran concentrar
actividades industriales y molestas, que permitieran el desarrollo de
actividades económicas alternativas al monocultivo turístico, como el polígono
de Granadilla. Y ahora no nos podemos permitir el lujo de prescindir de él con
excusas prefabricadas artificialmente. Sin que olvidemos que en cualquier
celemín de estas islas podemos encontrar plantas que debemos cuidar y que, de
la misma manera, estamos obligados compatibilizar su protección con la atención
a nuestra población y sus necesidades.
En los últimos años, venimos desarrollando una gestión
activa en todos y cada uno de los espacios naturales de la isla de Tenerife, en
los que tenemos presencia, personal, obras, proyectos y planificación. Sin
vestirnos con plumas ajenas, hay que dejar claro que ésta es la única isla que
puede presumir de ello. Y no de forma gratuita, o como eslogan político, sino
porque su Cabildo gestiona recursos públicos por más de 70 millones de euros de
su presupuesto anual, es decir, más de 11.000 millones de pesetas, en cuidar su
medio ambiente. Esta realidad no sólo la defiendo yo sino que la reconoce
incluso la propia organización ecologista Ben Magec, tan crítica habitualmente
con la Administración que, sin embargo, recientemente ha valorado de forma
positiva la gestión de nuestros espacios naturales, en comparación con otras
islas. En ese sentido, podemos afirmar sin falsas modestias que constituimos un
ejemplo de gestión ambiental para el resto de los cabildos insulares. El que
quiera comprobarlo basta con que viaje por el resto del archipiélago. Los
Parques rurales de Anaga y Teno constituyen dos "joyas" de buena
gestión, de integración de población, actividades tradicionales y conservación
de la naturaleza, motivo de orgullo para el que les escribe. En definitiva,
existe un amplio colectivo de trabajadores del Cabildo de Tenerife que nos
empeñamos a diario en sacar adelante, contra todas las dificultades
imaginables, la gestión en una isla superpoblada de miles de hectáreas de suelo
protegido, de conservar una herencia natural de un valor incalculable para
nuestros descendientes.
Por ello, deseamos que exista un mayor compromiso en la
actitud individual de los canarios en su comportamiento respecto de la
naturaleza y con los recursos que ella proporciona. Si esta sociedad consigue
canalizar una parte de los manifestantes ambientales, que comprometen sus
simpatías por la costa del Sureste de Tenerife, para que militen activamente
por el medio ambiente, habremos conseguido dar un gran paso hacia delante y, en
definitiva, una isla medioambientalmente más sana. Por último, quiero reiterar
la idea de que nuestra puerta está y seguirá estando abierta para todos los
ciudadanos que quieran aportar su granito de arena a favor de nuestra tierra,
teniendo en cuenta que este territorio se encuentra muy presionado por la
cantidad de personas que vivimos sobre él, con un nivel de pretensiones y
exigencias que comprometen seriamente la sostenibilidad de nuestro modo de
vida.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 23 de Enero 2005