domingo, 23 de octubre de 2005

El gallinero global

ESTAS LÍNEAS pretenden ser una reflexión en voz alta sobre un modelo de vida que ha artificializado no sólo nuestra naturaleza sino, lo que es más preocupante, la agricultura y ganadería, y toda su cultura rural asociada. Hemos aplicado en las últimas décadas, sin medida ni apenas control, leyes industriales y productivistas a procesos naturales y/o biológicos. Se ha perdido completamente el respeto por las leyes de la naturaleza en aras de mejorar las cuentas de resultados de las empresas.
Tenemos demasiados ejemplos de estas malas prácticas en los últimos tiempos: vacas locas, fiebre aptosa o lengua azul... Una lista que no tiene visos de terminar sino más bien al contrario, de "engordar" progresivamente. La concentración de los animales en grandes superficies o los monocultivos intensivos los hace mucho más vulnerables ante las enfermedades o plagas, de ahí que lo local, lo pequeño tiene menos fragilidad, máxim3 si se desarrolla en islas. En cambio, en Canarias estamos importando más de 40 millones de kilos de pollos congelados que podríamos producir; al menos en una parte importante, aquí.
Se han convertido animales herbívoros en carnívoros, a través de piensos elaborados industrialmente destinados a diseñar un animal "perfecto" a efectos productivos, vacas que sean capaces de producir 10.000 litros de leche al año, cerdos que engorden con extrema rapidez, pollos que puedan criarse en un espacio delimitado milimétricamente, o matas de tomate que produzcan hasta 50 kilos. En aras del productivismo y con una falsa idea de progreso por delante nos han hecho creer que debemos preferir y consumir los alimentos "de diseño" que ya no necesitan ni agricultores ni ganaderos, sólo "técnicos". Por si esto fuera poco aún no nos atrevemos a evaluar los peligros que pueden generar los transgénicos a la larga. Las sombras que se atisban en un horizonte cercano son ciertamente preocupantes y en absoluto pertenecen a la Ciencia Ficción, para nuestra desgracia.
En un mercado que tiende a la globalización mundial los peligros son tan reales como previsibles. En ese sentido, en estos días que estamos todos repasando la Geografía europea para ver el avance lento pero inexorable de los animales contagiados por la gripe aviar y mientras esperamos con una inexplicable resignación que el virus mute y afecte a los seres humanos, es el momento de reflexionar de hasta donde podemos continuar en esta línea de actuación no sólo a escala planetaria sino sobre todo a escala local, en nuestro pequeño entorno. En Canarias recibimos indistintamente desde pollos de Tailandia (ya no) o Brasil, a almendras de California, higos de Turquía, papas de Israel, kiwis de Nueva Zelanda, manzanas chilenas, y un etcétera tan largo que no me permitiría terminar este artículo. La falta de producción local nos obliga a importar estos productos y, lo que es peor, maltratamos a nuestros agricultores y ganaderos (importaciones de choque, leyes absurdas, etc.).
Asimismo, esta sociedad no se libra de su cuota de responsabilidad en este tema. No se quieren granjas de animales cerca de las viviendas que han ido progresivamente invadiendo los espacios antaño rurales. O bien el gallo nos despierta de madrugada o el "perfume" de los animales del campo nos resulta repulsivo, de forma que acabamos presionando a los políticos para que expulsen a los ganaderos de su localización original. Resulta curioso como por el contrario aceptamos la contaminación de los coches y el olor del monóxido de carbono como "perfume" aceptable para desarrollar nuestra vida y la de nuestros hijos.
Pensemos por un momento en todo lo que importamos en materia alimenticia mientras no somos capaces de limpiar una higuera, un castaño o un almendro, mientras los higos picos (tunos, en La Palma) se caen en las orillas de las carreteras sin que nadie les preste siquiera atención. Hasta que una gran superficie se fijara en ellos y los envolviera en plástico para venderlos. Pensemos que en las islas sólo se produce entre el 6 y el 15 por ciento de los alimentos que demandamos.
Sería más que interesante que todos comprendiésemos que progreso, desarrollo y crecimiento no son sinónimos, que todo no puede comprarlo el dinero, por mucho que sea la idea imperante por estas tierras desde hace quizás demasiado tiempo. Lo decía hace unos días el profesor don Leoncio Afonso en un programa de Radio EL DÍA , "el modelo de desarrollo canario es de nuevos ricos. En La Gomera se utiliza el dinero alemán para pagar entierros. Entierros que los propios alemanes tienen que pagar en su país. Incomprensible...". Este modelo gomero que propone Casimiro nos sorprende con su propuesta de sustituir agricultores y mercados locales por hipermercados y monopolios para abaratar la cesta de la compra. Pan para hoy y hambre para mañana. ¿Es esto progreso o una huida hacia adelante?
Los tornillos no se distinguen por el lugar de fabricación y son más económicos cuando mayor es la tirada. En las granjas los cultivos no deben ser grandes concentraciones de la "aldea global", no sólo por plagas y enfermedades sino sobre todo porque se trata de alimentos frescos y más saludables, próximos al consumidor y a su cultura, que además nos hace menos frágiles y dependientes ante situaciones como la fiebre aviar ¿Si lo ocurrido en el sureste de Asia ocurre en Brasil, de dónde acabaremos trayendo los pollos?
Para terminar, quiero dejar bien claro que el futuro de la agricultura y ganadería no es un debate para románticos o nostálgicos. Se trata de una discusión que nos implica a todos sin excepción y que nos afectará tanto a las generaciones presentes como a las venideras. Debemos renovar nuestra apuesta por nuestra tierra por simple necesidad e interés personal y colectivo, porque cada vez nos alejamos más de la naturaleza y de nuestra cultura tradicional. Más allá del folclore y de las celebraciones, cada día se hace más necesario mantener lazos con una producción local, sostenible y respetuosa ambientalmente. Por supuesto, esta lucha por la supervivencia rural no es sólo un tema de políticos y agricultores, afecta hasta el último ciudadano y ciudadana de esta isla y de las siete restantes. Desde la actitud y la conciencia individual podemos cambiar las cosas.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 23 de Octubre 2005