ESTAS LÍNEAS pretenden ser una reflexión en voz alta sobre
un modelo de vida que ha artificializado no sólo nuestra naturaleza sino, lo
que es más preocupante, la agricultura y ganadería, y toda su cultura rural
asociada. Hemos aplicado en las últimas décadas, sin medida ni apenas control,
leyes industriales y productivistas a procesos naturales y/o biológicos. Se ha
perdido completamente el respeto por las leyes de la naturaleza en aras de
mejorar las cuentas de resultados de las empresas.
Tenemos demasiados ejemplos
de estas malas prácticas en los últimos tiempos: vacas locas, fiebre aptosa o
lengua azul... Una lista que no tiene visos de terminar sino más bien al
contrario, de "engordar" progresivamente. La concentración de los
animales en grandes superficies o los monocultivos intensivos los hace mucho
más vulnerables ante las enfermedades o plagas, de ahí que lo local, lo pequeño
tiene menos fragilidad, máxim3 si se desarrolla en islas. En cambio, en
Canarias estamos importando más de 40 millones de kilos de pollos congelados
que podríamos producir; al menos en una parte importante, aquí.
Se han convertido animales herbívoros en carnívoros, a
través de piensos elaborados industrialmente destinados a diseñar un animal
"perfecto" a efectos productivos, vacas que sean capaces de producir
10.000 litros de leche al año, cerdos que engorden con extrema rapidez, pollos
que puedan criarse en un espacio delimitado milimétricamente, o matas de tomate
que produzcan hasta 50 kilos. En aras del productivismo y con una falsa idea de
progreso por delante nos han hecho creer que debemos preferir y consumir los
alimentos "de diseño" que ya no necesitan ni agricultores ni
ganaderos, sólo "técnicos". Por si esto fuera poco aún no nos
atrevemos a evaluar los peligros que pueden generar los transgénicos a la
larga. Las sombras que se atisban en un horizonte cercano son ciertamente
preocupantes y en absoluto pertenecen a la Ciencia Ficción, para nuestra
desgracia.
En un mercado que tiende a la globalización mundial los
peligros son tan reales como previsibles. En ese sentido, en estos días que
estamos todos repasando la Geografía europea para ver el avance lento pero
inexorable de los animales contagiados por la gripe aviar y mientras esperamos
con una inexplicable resignación que el virus mute y afecte a los seres
humanos, es el momento de reflexionar de hasta donde podemos continuar en esta
línea de actuación no sólo a escala planetaria sino sobre todo a escala local,
en nuestro pequeño entorno. En Canarias recibimos indistintamente desde pollos
de Tailandia (ya no) o Brasil, a almendras de California, higos de Turquía,
papas de Israel, kiwis de Nueva Zelanda, manzanas chilenas, y un etcétera tan
largo que no me permitiría terminar este artículo. La falta de producción local
nos obliga a importar estos productos y, lo que es peor, maltratamos a nuestros
agricultores y ganaderos (importaciones de choque, leyes absurdas, etc.).
Asimismo, esta sociedad no se libra de su cuota de
responsabilidad en este tema. No se quieren granjas de animales cerca de las
viviendas que han ido progresivamente invadiendo los espacios antaño rurales. O
bien el gallo nos despierta de madrugada o el "perfume" de los
animales del campo nos resulta repulsivo, de forma que acabamos presionando a
los políticos para que expulsen a los ganaderos de su localización original.
Resulta curioso como por el contrario aceptamos la contaminación de los coches
y el olor del monóxido de carbono como "perfume" aceptable para
desarrollar nuestra vida y la de nuestros hijos.
Pensemos por un momento en todo lo que importamos en materia
alimenticia mientras no somos capaces de limpiar una higuera, un castaño o un
almendro, mientras los higos picos (tunos, en La Palma) se caen en las orillas
de las carreteras sin que nadie les preste siquiera atención. Hasta que una
gran superficie se fijara en ellos y los envolviera en plástico para venderlos.
Pensemos que en las islas sólo se produce entre el 6 y el 15 por ciento de los
alimentos que demandamos.
Sería más que interesante que todos comprendiésemos que
progreso, desarrollo y crecimiento no son sinónimos, que todo no puede
comprarlo el dinero, por mucho que sea la idea imperante por estas tierras
desde hace quizás demasiado tiempo. Lo decía hace unos días el profesor don
Leoncio Afonso en un programa de Radio EL DÍA , "el modelo de
desarrollo canario es de nuevos ricos. En La Gomera se utiliza el dinero alemán
para pagar entierros. Entierros que los propios alemanes tienen que pagar en su
país. Incomprensible...". Este modelo gomero que propone Casimiro nos
sorprende con su propuesta de sustituir agricultores y mercados locales por
hipermercados y monopolios para abaratar la cesta de la compra. Pan para hoy y
hambre para mañana. ¿Es esto progreso o una huida hacia adelante?
Los tornillos no se distinguen por el lugar de fabricación y
son más económicos cuando mayor es la tirada. En las granjas los cultivos no
deben ser grandes concentraciones de la "aldea global", no sólo por
plagas y enfermedades sino sobre todo porque se trata de alimentos frescos y
más saludables, próximos al consumidor y a su cultura, que además nos hace
menos frágiles y dependientes ante situaciones como la fiebre aviar ¿Si lo
ocurrido en el sureste de Asia ocurre en Brasil, de dónde acabaremos trayendo
los pollos?
Para terminar, quiero dejar bien claro que el futuro de la
agricultura y ganadería no es un debate para románticos o nostálgicos. Se trata
de una discusión que nos implica a todos sin excepción y que nos afectará tanto
a las generaciones presentes como a las venideras. Debemos renovar nuestra
apuesta por nuestra tierra por simple necesidad e interés personal y colectivo,
porque cada vez nos alejamos más de la naturaleza y de nuestra cultura
tradicional. Más allá del folclore y de las celebraciones, cada día se hace más
necesario mantener lazos con una producción local, sostenible y respetuosa
ambientalmente. Por supuesto, esta lucha por la supervivencia rural no es sólo
un tema de políticos y agricultores, afecta hasta el último ciudadano y
ciudadana de esta isla y de las siete restantes. Desde la actitud y la
conciencia individual podemos cambiar las cosas.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 23 de Octubre 2005