domingo, 28 de enero de 2007

Los almendros: algo más que una imagen


QUERIDOS LECTORES, cuando hacemos una lectura pausada de nuestro paisaje y su organización, descubrimos la sabiduría popular que alberga cada montaña, cada barranco, cada puñado de tierra puesto, apoyado en unas pocas piedras sobre un risco según su orientación, altitud, solana o umbría, etc.

En las semanas próximas habrá que recorrer los caminos que enlazan el Valle de Arriba con el histórico caserío de Arguayo, en el municipio de Santiago del Teide. Arguayo es un destacado núcleo que emerge sobre un mar de lavas recientes, del conjunto volcánico que desde el Pico Viejo o Montaña Chaorra alcanza la Montaña de Bilma, lo que el insigne profesor don Leoncio Afonso denominó en su día Cumbres de Abeque, este conjunto de lavas y lapillis, antiguas y recientes, que se desarrolla desde el Barranco de Guía al Barranco de Santiago y que genera la comarca con mayor número de almendros e higueras de la isla de Tenerife, y que sólo es comparable al cercano Occidente palmero. Desde Aripe y Chirche, los Barrancos de Niagara y Tagara, en el este, hasta las laderas de Cherfe y Guama, por el oeste, nos encontramos en una amplia comarca con un paisaje en el que cada puñado de tierra fue altamente valorado por nuestros antepasados, plantando almendros e higueras en las lavas casi humeantes de las erupciones volcánicas, desde las montañas del Estrecho y del Centeno, a casi 1.500 metros de altitud, hasta la costa, a 200 metros de altura. En este complejo marco bioclimático, nuestros sabios campesinos optimizaron los recursos, puesto que cuando había algo de suelo lo dedicaban a sembrar cereales (cebada, centeno o trigo) o legumbres (lentejas, arvejas, chochos?).
En el momento en que los malpaíses dejaban de dominar el territorio, el suelo se dedicaba a cereales y legumbres, como de hecho ocurrió en el Valle de Arriba, o en las tierras situadas al este del Barranco de Guía. Asimismo, existieron otras razones que explican el intenso aprovechamiento del terruño, como la situación social generada por el Señorío de Valle Santiago. Esta coyuntura social obligó a los campesinos a buscar espacios insospechados para los cultivos, deforestando zonas de monte, como lo que ahora conocemos como Los Baldíos, para conseguir sustento para sus familias.
En estas fechas queremos aportar también nuestra modesta semilla para plantar y sembrar un compromiso por este paisaje en peligro de extinción, con su historia y con la gente que lo hizo posible, más allá de cualquier enfoque ideológico o político, sólo con la apuesta firme por su conservación para las generaciones venideras. Transcurrida una década desde el inicio de la tradicional Ruta del Almendro, que pusieron en marcha desde el Ayuntamiento de esta villa sureña la concejal María Candelaria y su añorado alcalde, don Pancracio Socas. La cita se ha consolidado, y es una referencia obligada para los amantes del mundo rural y su idiosincrasia darnos cita en la Plaza de Santiago para recorrer los caminos que serpentean por un mar de lavas coloreadas con la flor de cientos de almendros. Lo que en el lenguaje popular y de los topónimos se conoce también como "mancha".
Esta buena gente de Santiago ha creado una "sementera" (no confundir con cementera) para un nuevo compromiso con el campo, plural y solidario, que persigue ahondar en la promoción física y cultural de este valioso paisaje heredado de nuestros antepasados. Y lo que no es menos importante, incorporarlo al circuito económico, utilizándolo en nuestra gastronomía y repostería, a través de una línea renovada de productos frescos y sanos. El pasado que encontramos en estos almendros e higueras también es futuro en una sociedad más solidaria y sostenible.
Hemos de entender que el Medio Ambiente no sólo lo componen los pinos, las tabaibas y el lagarto, sino que también los frutales que plantaron hace siglos sucesivas generaciones de isleños e isleñas que hoy tenemos en el recuerdo.
Estas líneas pretenden servir de reconocimiento a una sabiduría popular intemporal, que fue capaz de incorporar plantas cultivadas en un suelo en el que apenas encuentran unos gramos de tierra plantas que no sólo sobreviven en años secos como el actual, sin apenas lluvias, además nos brindan frutos de extraordinaria calidad. Aunque las comparaciones pueden ser odiosas, no le hemos dedicados unos escasos minutos de nuestro tiempo, como al radar de Taborno, las torres de Chasna o los cebadales de Granadilla.
Hoy felicitamos a los asistentes a este encuentro de compromiso con la tierra y su gente, con la seguridad plena de que estamos sembrando una sementera de futuro, que tendremos que escardar, podar, injertar y azufrar en un futuro más comprometido con nuestra tierra.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 28 de Enero 2007