ESTOS DÍAS hemos tenido la visita de una fuerte borrasca
que, en líneas generales, con la excepción de la isla de El Hierro, equivale a
que nos haya tocado la lotería. Más si tenemos en cuenta que hemos atravesado
uno de los inviernos más secos de los últimos años. Esta sequía ha sido
inesperadamente aliviada por una masa de aire frío y húmedo proveniente del
suroeste, con vientos del este. A pesar de esta aparente contradicción, las
zonas más afectadas han sido las vertientes orientales, barriendo el
archipiélago de poniente a naciente.
Lo curioso ha sido que casi nunca llueve en Canarias con
vientos del este. De este punto cardinal nos llega el siroco, el cigarrón y el
polvo del Sahara, mientras que la humedad proviene del suroeste o del norte.
Decimos esto porque la borrasca de esta semana es similar a la que describe el
insigne Sabino Berthelot, el 7 de noviembre de 1826. En su crónica se relata
cómo comenzó a llover con vientos del suroeste, que fueron rolando
paulatinamente hacia el este, causando enormes daños y desgracias. Desde el
hundimiento de numerosos barcos en el puerto de Santa Cruz hasta la muerte de
más de 100 vecinos en el Valle de la Orotava, la destrucción del famoso Drago
de la villa y la ruina y desgracias personales en La Guancha, Candelaria y
otros puntos de la geografía insular. En definitiva, una gran catástrofe
natural que recordamos casi dos siglos después, en los que hemos atravesado una
situación meteorológica similar aunque con menor torrencialidad. Hace 50 años
la riada de Las Breñas en La Palma fue también con viento del este.
La semana pasada, el Sr. Bush declaró solemnemente que el
cambio climático es un hecho y se perfila como una amenaza para el futuro si no
se toman las medidas adecuadas para atenuarlo. Incluso el "imperio"
norteamericano, que algunas veces parece omnipotente y que todo lo puede, le
concede a la madre naturaleza que los humanos debemos cambiar nuestra actitud
hacia ella. Si esto no ocurre, las consecuencias negativas son imprevisibles.
En Canarias no hemos parado de construir en las últimas
décadas miles de viviendas, carreteras y otras infraestructuras, en cauces de
barrancos y en otros lugares en los que la madre naturaleza ha dejado numerosas
improntas que nos indican que debemos tenerle un mayor respeto. Edificios al
borde o al pie de acantilados, en las zonas de batiente del mar y un largo
etcétera, casos que demuestran que esta sociedad no acaba de tomarse en serio
que sus actos despreocupados pueden acarrear terribles consecuencias.
Respecto a otras situaciones que están en nuestra memoria,
con menor previsión, no sólo se deben a la intensidad de la pluviometría sino
también a otras causas, como son la ceniza del reciente incendio de El Hierro.
El lagartario construido en un cono de deyección o la presa seca en el cauce
del Barranco, etc.; por no hablar de las imprudencias, como es el caso de la temeraria
excursión que algunos "domingueros" realizan a Las Cañadas el día
central de la borrasca. Esto ocasiona que muchas personas y recursos públicos
deban movilizarse para socorrerlos, con el consiguiente gasto y, lo que es
peor, con el riesgo gratuito para los miembros de los operativos.
En el lado positivo de la balanza, tenemos que felicitarnos
por el importantísimo aporte hídrico a nuestras esquilmadas reservas, que dejó
en muchos lugares hasta 230 l/m2 y en El Escobonal, orientación Este, (400 metros
de altura), 110 litros, Aguamansa, orientación Norte, (mil metros), en casi
todos superó los 60 litros, lo que significa un aporte vital e importante de
riqueza para un territorio, como el nuestro, poco afortunado en cuanto al
preciado elemento. Asimismo, hay que ser justos y felicitar a todo el operativo
insular de Protección Civil y, en especial, al Instituto Nacional de
Meteorología por la información fiable, de calidad y en tiempo suficiente para
asegurar la protección de los ciudadanos y evitar que se produjeran daños
mayores. Sin lugar a dudas es la línea a seguir. En las previsiones es
importante que tengamos presente la orientación del territorio y la dirección
de la borrasca.
Una semana antes, nos encontrábamos apagando incendios en el
norte de Tenerife y regando plantas de la reforestación en zonas
tradicionalmente húmedas en La Orotava, Los Realejos o El Rosario. Por lo
tanto, estamos de enhorabuena y entendemos que, con cambio climático o sin él,
lo que necesitamos de forma urgente es un cambio de mentalidad para adaptarnos
a estos nuevos tiempos. Es prioritario que comencemos a demostrar un mayor
respeto por la naturaleza. Debemos entender que los barrancos no se han
construido con pico y pala sino que han sido las "autopistas" del agua
en su discurrir hacia el mar. Parece que en este momento se van a polarizar los
sistemas de lluvia, alternando periodos secos y aguaceros fuertes.
En definitiva, es necesario que seamos también más
respetuosos con las masas forestales que protegen la piel del suelo para que la
erosión no lo barra, así como con los cauces públicos de los barrancos, que han
de ser escrupulosamente respetados por imperativo natural, hemos de asumir una
cultura más respetuosa con el medio.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 4 de Febrero 2007