domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Tendremos que encabar la azada?


QUERIDO lector: vivimos tiempos revueltos, los cimientos del sistema se estremecen puesto que la economía y, en consecuencia el trabajo y nuestra manera de vivir, se complica. El modelo de vida que habíamos asumido, que creíamos estable por los tiempos de los tiempos, parece que no lo es tanto, y todavía no nos creemos que vamos de silla para albarda.
Habíamos pensado que ya pertenecíamos al mundo de los ricos, que teníamos un camino despejado para andar por barrancos y montañas y asumimos su recorrido con cargas, en algunos casos, nada ligeras, pero hoy la situación está más complicada que ayer. Últimamente, las cosas se han liado tras las "recientes lluvias", los movimientos de piedras y tierras en algunas laderas han interrumpido el camino que conocimos, y ni tan siquiera sabemos si tendremos que hacer una nueva vía para transitar.
No pretendemos hablar de economía, puesto que no conocemos nada de la materia, los problemas de las finanzas y la bolsa son muy complejos para nuestra humilde opinión, sólo pretendemos situar estas líneas en las proximidades de un surco con sementera, alejado de las burbujas inmobiliarias de los créditos subprime o basura. Hasta ahora, habíamos entendido que la economía y los recursos tenían que ver con el trabajo, el ahorro, el esfuerzo y habíamos dejado lo rural, lo agrario, para incorporarnos a lo urbano, a los servicios. Desde el siglo XIX comenzamos a asociar la industria y lo urbano con el progreso, mientras que lo rural estaba unido a la ignorancia, pobreza y pasado. El transporte y las nuevas tecnologías proporcionaban alimentos abundantes en las zonas urbanas en expansión, unido a los nuevos combustibles y el automóvil habíamos conseguido una calidad de vida inimaginable para generaciones pasadas. Y creíamos que habíamos conseguido estos logros por ser más inteligentes y trabajadores que el resto de Humanidad, que no habían despertado los países occidentales de Europa. Estados Unidos y Japón, con poco más del 10% de la población del planeta, disponían de más del 80% de los recursos: petróleo, madera, minerales, etc., el dominio económico era total con una sola competencia militar (tras la Segunda Guerra Mundial): la URSS.
Un modelo exportable: con la caída de la URSS, la generalización del capital y la tecnología imperante sueña con una expansión sin precedentes, ahora se posiciona un modelo para toda la tierra, the american way of life para todos, la mal llamada aldea global favorece la circulación de ideas, tecnología y mercancías por todo el planeta; por lo que se refiere a la circulación de las personas, ésta se frena, dadas las diferencias económicas y sociales imperantes entre los que habían tenido todo y los que no tenían nada.
En este nuevo marco de desigualdades, se comienza con la llamada deslocalización, es decir: llevar las industrias a los lugares con mano de obra más barata y disciplinada. La industria comienza su instalación en los países pobres, ampliando no sólo el aparato productivo, sino también la demanda de materias primas y de nuevos consumidores. Ahora el capital y las multinacionales marcan la pauta. No son empresas de este o aquel Estado y no se enfrentan como había ocurrido en las dos guerras mundiales por la lógica expansión de los respectivos imperios coloniales; ahora la crisis es global, para los que se habían repartido la tarta en los últimos años; es decir: el mundo industrial y las finanzas dejan de pertenecer a una minoría de 600 millones de personas, ahora somos algo más de 2.500 millones, de los algo más de 6.000 millones que vivimos en el planeta, los que nos repartimos la misma cantidad de recursos. Ello marca una dura competencia por las materias primas, ahora el segundo consumidor de petróleo es China y no Alemania o Japón, el aparato industrial se ha desplazado a lo que era la periferia, a los llamados países emergentes: China, India, Brasil y Rusia, mientras los países industriales tradicionales sufren un proceso de empobrecimiento de consecuencias imprevisibles; no sabemos cuánto durará la crisis, ni la profundidad en la que hemos de tocar fondo; sí sabemos que los tiempos han cambiado, han caído las bolsas y los precios del petróleo. Sin embargo, los alimentos apenas tienen movimiento. Parece razonable que aumenten las demandas de alimentos, dado que ahora hay más personas que pueden comer. Por otra parte, menos agricultores y disminución de las tierras cultivables, escasez de agua para riego, límite en los aumentos de la productividad en una agricultura industrial (transgénicos, agotamientos de suelos, plagas más resistentes, suelos salinizados, etc., etc.); pero, sobre todo, modelo de vida urbano, campo sin campesinos, el 50% de la población del planeta vive en ciudades, el modelo de vida urbana se implanta no sólo en los países industriales, también en el Tercer Mundo.
Hemos de crear mejoras significativas para que los jóvenes vuelvan al campo. Para ello han de cambiar las condiciones de vida, los estímulos sociales, las leyes de arrendamiento del suelo agrícola, la función de la tierra, protección del suelo agrario, la comercialización de los productos agrarios que se acerquen al productor y al consumidor, precios mínimos garantizados a los agricultores y ganaderos, penalización de la tierra ociosa y un largo etc.
No es defendible que los gobiernos paguen recursos económicos para reflotar bancos o entidades aseguradoras, como es el caso de AIG, que significa más del 80% del PIB de España, mientras permitamos importaciones de choque, incluso de papas de consumo, mientras le paguen a los agricultores locales 30 céntimos de euro el kilo.
El sistema ha destruido la credibilidad ilimitada en el mercado. Éste, sin reglas, nos puede llevar a una crisis imprevisible y sorpresiva como la que estamos viviendo ahora. ¿No tendrá que ver la próxima crisis con los alimentos y las materias primas? ¿Qué hace el Gobierno para que esto no ocurra? Los cimientos del actual modelo tienen problemas serios de aluminosis; encabar el sacho o la azada es entrar en un modelo comprometido con los jóvenes, en una revalorización del campo, en los planos sociales y económicos. Los alimentos y la tierra son temas estratégicos que debe resolver la sociedad fuera de los ámbitos especulativos de la bolsa y el mercado. Es casi seguro que, tras la crisis, el mundo será distinto: Estados Unidos y Europa, seguro, perderán puntos; Brasil, China, Rusia e India ganarán terreno; el mundo rural, la agricultura y las materias primas se revalorizarán; nosotros tendremos que atender al campo y a los campesinos con otros criterios: social y ambientalmente más comprometidos, pero, seguramente, más sostenibles que el modelo vigente.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 21 de Septiembre 2008