QUERIDO LECTOR, mientras cada día se agravan los problemas
económicos en estos que ahora llamamos aldea global, en la que nos ponen como
referencia las propuestas del señor Bush, que carga sobre las arcas públicas
setecientos mil millones de dólares para tapar los agujeros que banqueros y
pícaros han dejado al descubierto. Es decir, más de tres mil dólares por cada
americano.
Aquí la crisis toca en la puerta de numerosas familias. El
señor Zapatero dice que los banqueros españoles son serios y nosotros seguimos
aprobando leyes para proteger fauna y flora. El sector primario es vital para
cualquier sociedad, en mayor medida para las sociedades asentadas en
territorios insulares. Cualquier sociedad y territorio que desproteja este
sector está avocada al fracaso; por ello, debemos dotarnos de normas que
protejan el territorio, la flora, la fauna, pero también la agricultura como
actividad cercana para la generación de riqueza y de empleo; para la
preservación del medio rural; para la confirmación del paisaje característico
de esta Isla y, cómo no, también para la protección del medio ambiente (las
tierras cultivadas constituyen cortafuegos).
Por ello, apelo a todos los que conforman la sociedad de
Tenerife, en el ámbito que nos corresponda, a recetar la actividad agrícola
para mejorar la salud y la calidad de vida.
Somos muy dados a buscar responsables de nuestros males en
una cultura maniquea de infierno-paraíso. No pretendemos hacer responsables de
los problemas agrarios a la función educadora de los médicos, lo que sí
queremos plantear es que las rutas del colesterol existentes en casi todos los
pueblos (al igual que gran parte de los gimnasios), tienen que ver con nuestros
hábitos de vida urbana, con la recomendación que nos hacen los responsables
sanitarios sobre el ejercicio para quemar parte de lo que sobra en nuestro
organismo.
En este estado de cosas, echamos de menos unas
recomendaciones de nuestros queridos galenos sobre los tratamientos para el
colesterol con armas de "paz", sacho, rozaderas, etc., etc. Para
producir alimentos frescos y sanos que hacen paisaje y cultura, siendo también
buenos para frenar los incendios forestales y, en consecuencia, cambio
climático, ahorrando toneladas de petróleo en traer a las islas alimentos
(conservados en frío) de lugares tan alejados como Nueva Zelanda, Chile,
Brasil, etc., etc.
Por supuesto que somos conscientes de que ésta no es la
labor de nuestros galenos, como hemos planteado al titular el artículo, lo
hemos puesto como referencia de salud y urbanización de toda la cultura,
incluidas la rural, en la que resulta pintoresco ver a nuestros queridos
"magos" encabados en "chandail" o chándal entre bardos de
zarzas que ahogan los frutales que plantaron nuestros abuelos. En esa dura
lucha que hicieron nuestros campesinos para dejarnos un territorio habitable
construido, muchas veces sobre laderas y malpaís; o bien, oasis de jable en las
peladas laderas de sotavento.
Por eso, queridos galenos, sería de agradecer, si es
posible, que incluyan en las recomendaciones para bajar los
"michelines" no sólo nadar o caminar, sino también alguna tabla que
reconozca la equivalencia del sacho o las rozaderas, por tratarse de armas muy
útiles para limpiar nuestros campos de maleza, pero también para mejorar la
salud.
No pretendemos que suspendan los gimnasios ni las rutas del
colesterol establecidas; sólo que abran nuevas vías y que contribuyan con
nuestras mentes urbanícolas acomplejadas, por proceder del medio rural (medio
tan maltratado social y culturalmente). Ahora, vuelvan al campo por
prescripción facultativa, puesto que la crisis agraria no sólo tiene que ver
con los aspectos económicos, cuando nos dicen nuestros jóvenes que el campo no
es rentable en una cultura del dinero. Ahora tenemos menos dinero y en el campo
podemos encontrar no sólo alimentos más sanos, sino también salud.
Por eso, creemos que es bueno acercarse al campo "para
mirar el surco y el sacho con otra cultura y no detrás de la ventanilla del
coche", como dice mi querido profesor, don Leoncio Afonso. El campo es cultura,
pero es también futuro, es la referencia de nuestra naturaleza modificada por
el hombre, su tecnología y sus necesidades en cada momento. Volvamos al campo,
aunque sea con chándal, aprendiendo con una generación de maestros que aún
cultivan lo que nos queda en nuestras medianías. El campo cultivado, casi todo,
en lo que ahora llamamos tercera edad. Sería malo para todos que la vuelta al
campo sea únicamente como consecuencia de la miseria, con una cultura urbana,
para la que el campo es un refugio en el que se puede conseguir algo que comer.
No sería bueno que volvamos al campo por la ley del péndulo,
es decir, pasando de la ruta del colesterol a la ruta de la anemia y la
miseria. Hagamos un esfuerzo de encuentro de culturas, economía y salud; de un
campo articulado con lo urbano. No dejemos el campo únicamente para los que lo
conocen en las rutas del buen yantar, bien conocidas por los urbanitas.
La gestión del suelo agrario tendrá que crear obligaciones
nuevas para evitar la propagación de plagas y la potencialidad para los
incendios sobre las tierras balutas. Hagamos todos un esfuerzo de encuentro con
el campo y su cultura. Por todo ello, el campo también puede ser posible por
prescripción facultativa, aunque no esté incluido en las responsabilidades de
la maltrecha Seguridad Social. Señores galenos, hagan lo posible por proponer
tratamientos que resuelvan las alergias al sacho, puesto que el campo no se
urbaniza únicamente por la construcción de casas y carreteras, sino lo que es
peor, hábitat con culturas urbanas que rompen y degradan la vida del mundo
rural.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 28 de Septiembre 2008