ESTE SÁBADO hemos celebrado en los montes de El Sauzal,
en Las Calderetas, el día del Árbol Canario. Creemos hacer una referencia a
esta fecha ya que llevamos más de 12 años desde el Cabildo Insular de Tenerife
promoviendo esta celebración, no como un ritual más sino como la confirmación
de un compromiso ambiental de esta sociedad, en especial de los más jóvenes,
con la recuperación, conservación y defensa del patrimonio forestal de esta
tierra.
En todo este tiempo transcurrido han estado siempre
presentes los scouts de Tenerife, que han mantenido con ilusión y una fidelidad
a prueba de bombas su participación activa, no sólo en esta efemérides sino en
el esfuerzo por consolidar unas nuevas generaciones más conscientes y
participativas en la protección de la naturaleza. Ojalá todos los niños y niñas
canarias pudieran estar los fines de semana con grupos de scouts que
desarrollan una actividad altruista y desinteresada a favor de la educación
ambiental que ninguna administración está posibilitada a desarrollar. Este es
uno de los éxitos evidentes de la sociedad civil que se ha mantenido a lo largo
de muchas generaciones de tinerfeños. Les deseamos el mejor de los futuros y
les alentamos a continuar con esta labor imprescindible que desarrollan. En ese
camino, nos tendrán siempre para apoyarles y promover de forma conjunta
iniciativas y acciones que formen social y ambientalmente a nuestros jóvenes.
En 1994, comenzamos Medio Ambiente y Scouts a trabajar de
forma conjunta en las primeras campañas de reforestación de lugares como el
Valle del Contador, en Arico, plantando pinos y cedros canarios en laderas casi
yermas que estaban siendo devastadas por los procesos erosivos. Pinos que hubo
que cuidar con mimo, regando y humedeciendo en las épocas de sequía persistente
que se sucedieron. Los mismos pinos minúsculos que entonces plantaron con mucha
concentración y cariño, niños de apenas 6 años en adelante, hoy han salido
adelante, superando las dificultades de una geografía difícil, miden más de dos
metros y su supervivencia ya no está comprometida.
Esta labor de reforestación con "nuestras"
especies de la isla de Tenerife, desarrollada casi en el anonimato y con cierta
oposición inicial, es un legado para las generaciones futuras. En contra de las
tendencias vigentes no se trata de una obra que genere votos o manifestaciones
de apoyo, pero -sin duda- ha enriquecido nuestro patrimonio natural ante los
tiempos difíciles que se avecinan, de cambio climático, calentamiento de la
atmósfera o reiterados incumplimientos del Protocolo de Kyoto.
Desde la finca de Bolico, en Buenavista del Norte, hasta la
Majada del Río o tierras del Rey, en Arico, pasando por múltiples puntos de La
Orotava, La Matanza, La Victoria, El Sauzal, El Rosario, Archifira y Lomo Cho
Balas, en Fasnia, Chajaña, entre muchos otros, podemos encontrar más de un
millón de árboles canarios que se han plantado en algo más de una década de
trabajo constante y silencioso.
En este sentido, el día del árbol canario no debe ni puede
ser un acto rutinario sin más. Al contrario, debe suponer una llamada de atención
pública ante la importancia de mantener un compromiso ambiental con la
recuperación, por un lado, de la vegetación original de esta isla y, por otro,
por luchar contra el avance de la erosión y la desertización en las laderas del
sotavento tinerfeño. Los hechos han desmentido a los más pesimistas que
afirmaban que era imposible la reforestación forestal en esta parte de
Tenerife, y que los pinos no podían ser cultivados ni regados como si de
agricultura se tratase. Se han sustituido los introducidos pinos de Monterrey y
eucaliptos en buena parte de los montes del norte de Tenerife por especies de
laurisilva y pinos canarios.
Asimismo, se ha intentado erradicar el sobre-pastoreo de
cabras en los montes que tanto daño ha hecho históricamente a nuestros montes.
Un caso de libro lo tenemos en Candelaria, en las fincas de Chivisaya, en donde
en la finca comprada por el Cabildo la vegetación vuelve a pintar de verde
laderas ocres y erosionadas, mientras que en las aledañas, aún privadas, el
sobre-pastoreo continúa haciéndole el juego a la erosión.
En definitiva, queremos concluir este artículo reconociendo
una vez más el compromiso de varios cientos de jóvenes con su medio ambiente y,
en especial, de sus monitores, antaño niños que plantaron arbolitos hace más de
una década, por contribuir a hacer de esta isla un lugar más habitable. Estamos
seguros de que estas experiencias los convertirán en mejores ciudadanos y
ciudadanas para la Canarias del siglo XXI. Es seguro que los vamos a necesitar.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 26 de Noviembre 2006