domingo, 18 de marzo de 2007

¿Problemas forestales?


LOS MONTES de la isla ocupan un territorio ligeramente superior a los 500 Km2., es decir, una superficie similar a La Gomera y El Hierro juntos y algo menor que la isla de La Palma. Se trata de un espacio ocupado por más de 150 millones de árboles, con una importante diversidad biológica y que recubre una "piel volcánica" basada en una orografía complicada. Este territorio se encuentra articulado por más de 2.000 Kms. de pistas forestales y varios cientos de carreteras.

El monte, hasta hace apenas tres décadas, tenía una importante funcionalidad económica complementaria de la agricultura y de la ganadería. Se obtenía madera, leña, pinocha, forraje para el ganado, etc. En menor medida, era un espacio de recreo y ocio, por lo menos hasta fechas recientes. En pleno siglo XXI la función de los montes ha cambiado y evolucionado. En estos momentos, su valor es básicamente ambiental. Se constituye como un importante patrimonio natural y reserva de biodiversidad. Además, atempera el clima, proporciona humedad y absorbe agua que recarga nuestros esquilmados acuíferos, sin olvidar el importante papel que desempeña como válvula de escape para cientos de miles de personas que buscan en estos espacios el aire limpio, la armonía y la serenidad que proporciona la naturaleza.
Las pistas forestales están construidas para facilitar una serie de actividades forestales que han variado, desde la explotación de la madera, la recogida de pinocha o la conservación y la lucha contra el fuego. En el último incendio del Salto de Las Palomas hubo que tender dos kilómetros de manguera dada la carencia de pistas en una topografía difícil. Otro de los problemas que tienen las pistas es la inclinación, que hace el mantenimiento muy costoso a causa de la fuerte escorrentía que padecen por su accidentada pendiente. Asimismo, el nuevo marco legal de carácter estatal nos ha obligado a cerrar recientemente estas vías forestales para todos aquellos usos no tradicionales o necesarios para la conservación de estos espacios naturales, dejando las pistas abiertas para usos tradicionales o para acudir a las áreas recreativas.
La gestión de los montes la lleva a cabo fundamentalmente el Cabildo, pues tanto los ayuntamientos como los propietarios privados apenas explotan ya el monte. Ya no se trata de un lugar visitado por los lugareños de antaño, con un gran conocimiento ancestral del mismo. Ahora son los vehículos "cuatro por cuatro" los que permiten una lectura insular -y hasta internacional- del monte. La guardería local casi ha desaparecido. Nos quedan la Guardia Civil y el Seprona, que junto al personal de Medio Ambiente tratan de cuidar el 25 por ciento de la isla y algo más de 2.000 kilómetros de pistas forestales. La nueva legislación estatal nos obliga en temas de señalización y seguridad, complicando aún más nuestras tareas en un territorio que soporta cada día una presión humana creciente.
Se trata de un ecosistema muy frágil, que soporta un uso intensivo, siendo más peligroso en la época más seca y de mayor riesgo de incendio, con una topografía que no facilita en nada la gestión (pistas de gran pendiente y muy erosionables) y una población que ya no tiene el conocimiento de la naturaleza que poseían sus abuelos y que, por tanto, son más dados a cometer imprudencias. Se desplazan a la naturaleza con sus hábitos urbanos originando problemas crecientes.
Una cultura de derechos con pocas obligaciones. ¿Tengo derecho con mis impuestos a que la Administración haga, ya que son sus obligaciones que apaguen el fuego, que arreglen las pistas, que barran la pinocha, que tengan leña en las áreas recreativas, que haya un bombero detrás de cada pino? Me temo que la respuesta a esta pregunta es el título de una canción: no hay cama para tanta gente.
Tienen que ver estos problemas con el conflicto ambiental que se produce entre la ladera de Tigaiga y la cabecera del Barranco de Ruiz, Las Colmenas, La Fortaleza, El Cabezón o Cruz del Cura, entre otros. Asimismo, estos inadaptados o enfermos mentales que nos han prendido fuego al monte en 52 ocasiones en sólo seis años, una media de 8 incendios anuales sólo en esta zona, produciéndose en numerosas ocasiones hasta cuatro incendios mensuales. Algunos se atreven a decir que les limitamos los usos de circular por "su" monte, que por supuesto no son los usos del campesino de antaño. No se prohíben, ni nunca se ha hecho, al contrario, se han favorecido los aprovechamientos agrarios, la leña, la madera, la pinocha u otros, como la cacería controlada, las colmenas, el agua, etc. Debemos asumir que la primera prioridad es la conservación y salvaguarda de nuestros montes y debe ser una tarea compartida entre todos, entre los usuarios de ocio ocasionales y entre los que lo usan con mayor frecuencia, por placer o por desarrollar algún tipo de aprovechamiento.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 18 de Marzo 2007