LOS MONTES de la isla ocupan un territorio ligeramente
superior a los 500 Km2., es decir, una superficie similar a La Gomera y El
Hierro juntos y algo menor que la isla de La Palma. Se trata de un espacio
ocupado por más de 150 millones de árboles, con una importante diversidad
biológica y que recubre una "piel volcánica" basada en una orografía
complicada. Este territorio se encuentra articulado por más de 2.000 Kms. de
pistas forestales y varios cientos de carreteras.
El monte, hasta hace apenas tres décadas, tenía una
importante funcionalidad económica complementaria de la agricultura y de la
ganadería. Se obtenía madera, leña, pinocha, forraje para el ganado, etc. En
menor medida, era un espacio de recreo y ocio, por lo menos hasta fechas
recientes. En pleno siglo XXI la función de los montes ha cambiado y
evolucionado. En estos momentos, su valor es básicamente ambiental. Se
constituye como un importante patrimonio natural y reserva de biodiversidad.
Además, atempera el clima, proporciona humedad y absorbe agua que recarga
nuestros esquilmados acuíferos, sin olvidar el importante papel que desempeña
como válvula de escape para cientos de miles de personas que buscan en estos
espacios el aire limpio, la armonía y la serenidad que proporciona la
naturaleza.
Las pistas forestales están construidas para facilitar una
serie de actividades forestales que han variado, desde la explotación de la
madera, la recogida de pinocha o la conservación y la lucha contra el fuego. En
el último incendio del Salto de Las Palomas hubo que tender dos kilómetros de
manguera dada la carencia de pistas en una topografía difícil. Otro de los
problemas que tienen las pistas es la inclinación, que hace el mantenimiento
muy costoso a causa de la fuerte escorrentía que padecen por su accidentada
pendiente. Asimismo, el nuevo marco legal de carácter estatal nos ha obligado a
cerrar recientemente estas vías forestales para todos aquellos usos no tradicionales
o necesarios para la conservación de estos espacios naturales, dejando las
pistas abiertas para usos tradicionales o para acudir a las áreas recreativas.
La gestión de los montes la lleva a cabo fundamentalmente el
Cabildo, pues tanto los ayuntamientos como los propietarios privados apenas
explotan ya el monte. Ya no se trata de un lugar visitado por los lugareños de
antaño, con un gran conocimiento ancestral del mismo. Ahora son los vehículos
"cuatro por cuatro" los que permiten una lectura insular -y hasta
internacional- del monte. La guardería local casi ha desaparecido. Nos quedan
la Guardia Civil y el Seprona, que junto al personal de Medio Ambiente tratan
de cuidar el 25 por ciento de la isla y algo más de 2.000 kilómetros de pistas
forestales. La nueva legislación estatal nos obliga en temas de señalización y
seguridad, complicando aún más nuestras tareas en un territorio que soporta
cada día una presión humana creciente.
Se trata de un ecosistema muy frágil, que soporta un uso
intensivo, siendo más peligroso en la época más seca y de mayor riesgo de
incendio, con una topografía que no facilita en nada la gestión (pistas de gran
pendiente y muy erosionables) y una población que ya no tiene el conocimiento
de la naturaleza que poseían sus abuelos y que, por tanto, son más dados a
cometer imprudencias. Se desplazan a la naturaleza con sus hábitos urbanos
originando problemas crecientes.
Una cultura de derechos con pocas obligaciones. ¿Tengo
derecho con mis impuestos a que la Administración haga, ya que son sus
obligaciones que apaguen el fuego, que arreglen las pistas, que barran la
pinocha, que tengan leña en las áreas recreativas, que haya un bombero detrás
de cada pino? Me temo que la respuesta a esta pregunta es el título de una
canción: no hay cama para tanta gente.
Tienen que ver estos problemas con el conflicto ambiental
que se produce entre la ladera de Tigaiga y la cabecera del Barranco de Ruiz,
Las Colmenas, La Fortaleza, El Cabezón o Cruz del Cura, entre otros. Asimismo,
estos inadaptados o enfermos mentales que nos han prendido fuego al monte en 52
ocasiones en sólo seis años, una media de 8 incendios anuales sólo en esta
zona, produciéndose en numerosas ocasiones hasta cuatro incendios mensuales.
Algunos se atreven a decir que les limitamos los usos de circular por
"su" monte, que por supuesto no son los usos del campesino de antaño.
No se prohíben, ni nunca se ha hecho, al contrario, se han favorecido los
aprovechamientos agrarios, la leña, la madera, la pinocha u otros, como la cacería
controlada, las colmenas, el agua, etc. Debemos asumir que la primera prioridad
es la conservación y salvaguarda de nuestros montes y debe ser una tarea
compartida entre todos, entre los usuarios de ocio ocasionales y entre los que
lo usan con mayor frecuencia, por placer o por desarrollar algún tipo de
aprovechamiento.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 18 de Marzo 2007