EL LENGUAJE como vehículo de comunicación, cargado de
contenido, o el lenguaje devaluado, hueco y lleno de adjetivos vacíos ante la
pérdida de contenido de la palabra. ¿Estamos empleando el término
"adverso" de forma adecuada cuando hablamos del tiempo atmosférico en
Canarias? Veamos algunos datos: desde finales de enero hasta el día 14 de marzo
no llovió en Canarias.
Los cultivos de secano y la vegetación sufrían una
sequía prolongada en pleno invierno; se perdieron numerosas cosechas de papas,
incluso en las medianías húmedas de Los Realejos y San Juan de la Rambla; una
semana antes, el domingo 11 de marzo, tuvimos que correr a apagar un incendio
en los altos de Los Realejos, que no pudo ser extinguido totalmente hasta el
día siguiente. En este contexto, el del invierno más seco de los últimos años,
se anuncian lluvias para el día 14 bajo la denominación de "fenómeno
meteorológico adverso". ¿Adverso? ¿Para quién?
Se declara una situación de alerta "naranja"
porque llueve en invierno. Nuestro servicio meteorológico parece que sólo está
pendiente de la playa y del turismo soleado. Por supuesto, nos parece necesario
que se advierta a las personas que recorren la isla de los puntos de mayor
riesgo, por desprendimientos, barrancos, acantilados, etc., de que deben tomar
precauciones. Hay que decir bien claro que no es razonable que desde el martes
13, durante una semana, estemos todos los días inmersos en un "fenómeno
meteorológico adverso", con excepción del jueves 15 que tuvimos siroco, es
decir, tiempo sur con calima que -según parece- equivale a buen tiempo, tiempo
de playa.
Esta semana pasada hemos sido "bendecidos" con las
lluvias más importantes del invierno en toda la vertiente norte de Tenerife y
las terceras en la ladera sur, comparables a las del primero de noviembre y el
26 de enero, con precipitaciones próximas a los 60 litros/m2 (Archifrías, Cho
Blas, Chajaña, Majada del Río, etc.)
En el Norte, en algunos puntos, las lluvias de esta semana
han superado a las caídas en todo el resto del invierno, cubriendo un
importante déficit hídrico. Mientras padecimos la sequía tuvimos que regar las
nuevas plantaciones de la reforestación en los altos del Valle de La Orotava o
en El Rosario. En este marco de relaciones de la naturaleza y, en particular,
del agua como fuente de vida para las plantas y, como recurso básico, para
cubrir las necesidades de la población, hemos tenido la gran fortuna de atravesar
una última semana cargada de agua y esperanza para la vida natural y, por
supuesto, para la economía rural.
Por lo tanto, señores meteorólogos y responsables de
protección civil, les pido que tengan la bondad de modificar su vocabulario o,
al menos, adaptarla a la tierra sobre la que teorizan. Nada de adversidades ni
de desgracias. Los rescates en el Teide o en el Barranco de Masca eran personas
que estaban en lugares inadecuados con las condiciones de tiempo anunciadas.
Los cierres de colegios y otras instalaciones entran en el capítulo de
inconvenientes de una sociedad urbana que despliega miles de kilómetros de vías
de comunicación ignorando la Geografía, con unos modos y pretensiones que se
alejan cada día más del medio natural, aquí o en Nueva Orleáns, Katrinas,
Deltas y 31 de marzo, se carece de medios para anunciar lo que ocurre en cada
Km2 de suelo y los litros que caen cada hora.
Hemos de ser muy prudentes en las instalaciones e
infraestructuras en las proximidades de los cauces públicos, cuidando su
mantenimiento. No podemos pedir que "papá administración" nos diga si
sacamos el paraguas por la mañana. La lluvia, el viento y el siroco actúan sin
permiso de los humanos, con o sin cambios climáticos, con síndromes del 31 de
marzo o del Delta, con comportamientos diferentes entre dos puntos situados al
canto de un gallo. Esa es la naturaleza, no le podemos poner puertas ni
horarios de aperturas. Esperamos que en Canarias sigamos llamando buen tiempo a
los días de lluvia, y que el refrán de una lluvia en marzo y otra en abril se
cumpla también este año.
La sequía ha sido siempre una adversidad en la vida de los
canarios. La lluvia ha constituido una necesidad y una demanda ansiosa de los
pobladores del archipiélago, desde los guanches hasta la Virgen de los Reyes,
en la Dehesa del Hierro. La fiebre de las playas y las desaladoras no son
razones de peso para desplazar a la lluvia a un apartado negativo, asociado a
la inseguridad y a la incomodidad. No puede esperarse que el tiempo funcione
con un mando a distancia, a la carta: lluvia en la higuera y sol en la era.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 24de Marzo 2007