domingo, 4 de marzo de 2007

El aire en Tenerife


EL PASADO VIERNES, en el pleno del Cabildo Insular de Tenerife, el grupo socialista presentó una moción sobre la calidad del aire en la isla y el papel de la corporación en su protección. Es obvio que poco puede hacer el Cabildo para resolver los problemas del cambio climático a escala planetaria desde este minúsculo peñasco de 2.000 km2. Sin embargo, a la vez parece claro que ninguno de nosotros puede esconderse, y menos las instituciones públicas, para no actuar, tanto en el plano individual como en el colectivo, para tomar medidas que palien lo que se nos viene encima, por vivir de espaldas a las leyes de la naturaleza durante tanto tiempo. La necesidad de un cambio de actitud y mentalidad colectiva se revela cada día como más urgente y necesario.

La no actuación no haría más que darle la razón al Sr. Bush y sus empresas asociadas, que durante tanto tiempo le ha echado al propio planeta y a su dinámica natural los males que los hombres causaban. Cualquier cosa menos poner en duda el modelo vigente desarrollista que tantas fortunas ha generado en los países del Norte mega-industrializado. La línea es clara: más derroche de recursos naturales, más consumo, más dinero y menos pensar en el futuro. Que nuestros hijos se las arreglen como puedan.
Canarias no es un jardín del Edén que pueda estar al margen del recalentamiento del planeta. Sobre esto no hay duda posible. Es verdad que los datos estadísticos para medir este cambio son escasos y fragmentados, desde los registros pluviométricos, temperaturas, aumento de la aridez, etc., a diferencia de otros países europeos. Pero de la misma forma, a nuestro alrededor se van consolidando los síntomas que revelan esta enfermedad planetaria y que deben estar en los primeros lugares de nuestra lista de preocupaciones presentes y futuras, no sólo por sus consecuencias meteorológicas a secas sino con los problemas sociales que llevarán aparejados. Así, de esta forma, el implacable y acelerado avance del desierto del Sahara hacia el sur, en los últimos 40 años, va expulsando a las poblaciones y las obliga a emigrar, superpoblando a su vez otros enclaves y generando nuevos problemas. De la misma manera, a Europa y a Canarias, en particular, acabarán llegando en oleadas crecientes de decenas de miles de esos "parias climáticos", sin nada que perder salvo la vida.
Otros "testigos" africanos nos alertan de este proceso catastrófico: es el caso del lago Chad (un fenómeno similar afecta también al Mar de Aral, en Asia Central), hasta hace unas pocas décadas la cuarta reserva de agua dulce de África, y se ha reducido en la actualidad a una mínima expresión, con las consiguientes y terribles consecuencias para las poblaciones limítrofes. Algunos de los afluentes de los ríos Senegal y Níger han sido sepultados por dunas de arena.En conclusión: en nuestras cercanías el desierto "camina" rápido e imparable hacia el trópico.
En nuestro territorio, en la escala local, también tenemos muestras de este gran cambio del planeta. Hasta hace apenas un siglo se utilizaban numerosos pozos de nieve en las cercanías del Pico Cho Marcial, la cúspide central del Valle de Güímar, que luego se transportaban hasta Santa Cruz o La Laguna. En cambio, en la actualidad rara vez nieva por debajo de los 2.000 metros de altura, tal como ocurría a menudo antaño. En los miles de bancales abandonados del sotavento meridional de Tenerife, utilizados en su momento por nuestros abuelos para cultivar cereales hoy sería casi imposible obtener cosechas con los actuales registros de precipitaciones.Es decir, la aridez también avanza enCanarias, aunque aquí se acabe transformando no en arena sino en cemento.
ElCabildoInsular de Tenerife no puede ser ajeno a este problema y desde hace casi dos décadas puso en funcionamiento el Instituto Tecnológico de Energías Renovables, que ha contribuido en una reducción de emisiones a la atmósfera de 232.000 toneladas de CO2. Con la puesta en marcha de la nueva planta fotovoltaica de 20 MW se logrará evitar que se incorporen al aire más de 24.000 toneladas cada año. El tranvía Santa Cruz-Laguna supone otra apuesta importante en ese compromiso ambiental ya que supondrá un ahorro de otras 6.000 tms. de gases causantes del efecto invernadero. Asimismo, deberíamos ser capaces de conseguir que el tranvía se alimentase mediante energías renovables. Si lográramos que la población colaborase y dejaran de circular cada día 40.000 coches en Santa Cruz, reduciríamos anualmente hasta 230.000 tms. de dióxido de carbono. No hay una solución fácil ni una panacea que no pase por ser solidarios con el medio ambiente y que entre todos vayamos sumando granos de arena que permitan vislumbrar un futuro mejor para el hombre y la naturaleza.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 4 de Marzo 2007