LAMENTABLEMENTE, después de conseguir unos buenos resultados
en las negociaciones en Bruselas, en nuestra casa las cosas continúan por mal
camino. Algunas veces da la sensación de que por mucho tiempo que llevemos
denunciando una situación, las cosas apenas cambian y eso es lo que ocurre con
el plátano de Canarias, nuestro principal producto de exportación. Los
problemas "familiares" continúan comprometiendo la pervivencia de
este cultivo tan importante no sólo para la economía insular sino para el medio
ambiente y el paisaje de las islas, incluso el coste de la vida, ya que los plátanos
pagan el flete de retorno de los barcos que nos abastecen.
El período electoral ha pasado y apenas hemos recibido
mensajes de los candidatos a la Presidencia del Gobierno de Canarias, acerca de
su compromiso con el sector platanero y el agro en su conjunto, con la
excepción de Paulino Rivero o de la ministra de Agricultura en su visita a la
Isla Bonita. Tristemente, parece que el tema estrella de la campaña ha sido Las
Teresitas. En definitiva, para la mayor parte de los políticos el campo no
existe ni tan siquiera en la campaña electoral.
Ante estas circunstancias resulta oportuno señalar que este
cultivo, que aún mantiene la mayor superficie regada del Archipiélago, próxima
a las 10.000 hectáreas, está "pidiendo agua por señas", es decir, en
lo que va de año los agricultores han cobrado entre 10 y 30 céntimos por
kilogramo o, lo que es lo mismo, no han cubierto los costes de producción, que
se sitúan en los 60 céntimos por kilo. En Las Galletas, sólo en agua, se gastan
entre 15 y 20 céntimos por kilo de plátanos. En estos momentos, sólo las ayudas
europeas son capaces de invertir la balanza. Sin embargo, no se espera su
llegada hasta final de año, haciendo aún más dura la temporada. En este marco
de relaciones socioeconómicas no resulta extraño que numerosas fincas vayan
siendo abandonadas progresivamente por los agricultores, cansados de tanto
luchar, año tras año, con escasos resultados. Lo que resulta aún más
sorprendente es que un consumidor peninsular pague entre 1,5 y 2 euros en la
Península y sobre 1,2 euros en Santa Cruz de Tenerife. Esta diferencia
escandalosa evidencia bien a las claras quien está sacando los verdaderos
beneficios de la agricultura canaria y no son los productores, precisamente.
La comercialización sigue siendo el talón de Aquiles del
sector, por lo que volvemos a solicitar que se tomen medidas que resuelvan o
palíen esta problemática que compromete la supervivencia de un cultivo que
además de economía de miles de familia equivale a paisaje, medio ambiente y
pervivencia de la cultura y el mundo rural. La presión continua de las
multinacionales de la distribución y la concentración de la demanda les permite
una mayor competitividad frente a la tradicional atomización de los productores
canarios, divididos en 30 ó 40 marcas diferentes, con una clasificación que
obedece más a caprichos que a calidades. Todo esto supone una carga demasiado
pesada para nuestro producto estrella y una tensión interna creciente que nos
divide y debilita día a día, entre las entidades comercializadoras, en teoría
unidas en ASPROCAN, pero que en el fondo subyace un mundo de miserias y de
cortedad de miras.
Por todo esto pretendemos con estas líneas que nuestros
agricultores y también los que tenemos responsabilidades políticas hagamos un
nuevo esfuerzo por desvirtuar la tan repetida polka de Nijota, desterrándola de
nuestra vida diaria y marginándola sólo a los conciertos de Los Sabandeños. La
realidad incuestionable es que los agricultores continúan cobrando -cuando
cobran- precios ruinosos para su trabajo y esfuerzo. Por no hablar de los
millones de kilos (más de 10 en lo que va de año) que han sido arrojados a los
barrancos de las islas mientras en la inmensa mayoría de los restaurantes
canarios es imposible conseguir siquiera un dedo de plátanos. En estas
condiciones, no es fácil atisbar un horizonte mejor para nuestros agricultores
plataneros a no ser que se realice un esfuerzo colectivo y unitario, y se luche
contra la división existente entre producción y comercio, que recorren caminos
distintos. Ya resulta utópico pensar que somos capaces de encontrar mercados
allende Los Pirineos, pero al menos sería imprescindible que realizáramos un
esfuerzo serio por conservar a los únicos compradores que aún continúan
comprando fielmente nuestros plátanos, los consumidores peninsulares. Ya hemos
perdido una importante cuota de nuestro mercado dada nuestra escasa fuerza y
organización para defenderlo, sin embargo aún estamos a tiempo de corregir el
rumbo de esta nave a la deriva. Es urgente y necesario una mayor unión y
liderazgo que hoy parece brillar por su ausencia. Unificar marcas, empaquetados
y entidades, pero también actuando y participando en la comercialización en
destino, incluidas algunas mínimas cotas de mercado al norte de los Pirineos,
por lo que resulta fundamental y prioritario actuar con criterios
profesionales, superando nuestras miserias locales.
Tenemos que pactar un precio fijo razonable para los
agricultores, superando el actual sistema de venta en consignación, para ello
hemos de conseguir unas relaciones más fluidas entres las entidades
comercializadoras y los consumidores. De esta forma, lograríamos un comercio
más comprometido con la agricultura y garantizaríamos el futuro de este
importante sector.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 10 de Junio 2007