EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS, el mundo agrario de la Unión Europea
está experimentando cambios importantes. Quizás lo más reseñable es que ya no
se incentiva la producción, al contrario, lo que se premia es la no producción,
es decir, pagarle al agricultor o al ganadero por no hacer nada, por eliminar
vacas o arrancar plantas. A esto se le ha dado un curioso nombre:
"desacoplamiento" o, lo que es lo mismo, abonar a la media histórica
de sus producciones sin necesidad de salir de casa y con la finalidad de ir
paulatinamente reduciendo el peso del sector primario.
De esta manera, la Europa comunitaria pasa de ser
excedentaria en productos agrícolas y ganaderos a importadora, siguiendo fielmente
las pautas de la Organización Mundial de Comercio, a través de la llamada Ronda
de Doha. Para ser más concretos, los excedentes europeos en cereales, carne,
leche o mantequilla, entre otros se han reducido de forma significativa. Los
cereales han pasado de un stocks en 1991 de 17 millones de Tms. (en la Europa
de los 12) a 14 millones de Tms. (en la Europa de los 25), y la tendencia
continúa a la baja. Lo mismo podríamos decir de los productos lácteos que, en
el mismo periodo, han descendido de 683.000 Tms. a 143.000 Tms., en el período
1991/1995, tengan en cuenta el aumento de países de la UE. Por el contrario,
sólo en el último año los cereales han subido nada menos que un 40 por ciento.
Asimismo, con la producción de biocombustible, a partir de
productos agrarios, podemos llegar a estar desabastecidos en azúcar. De igual
forma que los cereales, los precios del azúcar se han disparado, mientras la UE
continúa su política de primar el abandono de las plantaciones de remolacha. La
PAC, la Política Agraria Comunitaria, pretende ser desmantelada en nombre del
"Libre comercio" planetario, patrocinado por las multinacionales
americanas y europeas y coordinado, desde Bruselas, por una comisaría
ultraliberal, Mariann Fischer. Esta política es especialmente grave para
regiones ultraperiféricas como Canarias, a la que llegan importaciones en
sistema dumping, es decir, a precios más baratos que en sus lugares de
producción, más barata la leche holandesa en Tenerife que en Holanda. Este tipo
de competencia desleal tiene consecuencias desastrosas sobre los productores
locales. El retroceso de la cabaña ganadera ha sido muy acusado durante estos
últimos años, y continúa.
Resulta extraño cómo en medio de una coyuntura internacional
nada clara se empeñan algunos en desmantelar nuestro sector primario para
depender de países terceros. Por no hablar de un mundo en el que los stocks
alimentarios son cada día más problemáticos, por las grandes demandas de los
países emergentes, como China o la India. A todo esto hay que sumar la fuerte
presión e influencia de las grandes corporaciones del sector de la
distribución, que influyen gobiernos y tecnócratas con sus poderosos aparatos
de poder para "arrimar el ascua a su sardina", independientemente del
bien de la comunidad.
No parece la posición más inteligente en tiempos difíciles
tirar por tierra nuestro sector productivo histórico vinculado a la tierra. No
estamos en condiciones de permitirnos el lujo de prescindir de nuestros
agricultores y ganaderos para encomendarlos a las producciones de Brasil,
Tailandia o Israel, por citar algunos. En caso de crisis internacionales, ¿de
qué nos alimentaremos?, ¿quién producirá los alimentos? No se trata de una
fábrica de tornillos, que podemos cerrar y abrir según la necesitemos, más o
menos, cuando lo demande el mercado.
El sector agrícola no es una actividad en la que se puedan
improvisar soluciones de hoy para mañana y ejemplos no faltan a lo largo de la
historia de su necesidad en tiempos de incertidumbre. Por todo ello, tanto en
la Unión Europea como en la misma Canarias, hemos de hacer un esfuerzo por no
desmantelar aún más este maltratado sector.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 24 de Junio 2007