EL PASADO SÁBADO, 23 de junio, tuvimos la oportunidad de
asistir a la Junta de la Cooperativa de Agricultores Guanches en Los Sauces (La
Palma) y, como era lógico predecir, la asamblea se convirtió en un coro
generalizado de quejas y lamentos, por la mala situación económica del sector.
En este marco de relaciones socioeconómicas, resulta oportuno reflexionar cómo
no siempre las distancias se miden en kilómetros, millas, yardas, varas, etc.
Un kilo de plátanos canarios se vendían la semana 25 en
Mercamaravillas (Madrid) en torno a los 2 euros al consumidor, incluso llegaron
a situarse a 2,70 euros la primera categoría. Lo normal es que en las grandes
superficies peninsulares no puedan comprarse plátanos por menos de 1,50 euros.
Esta información debe completarse con lo que cobra el productor insular, que,
en el mejor de los casos, percibe 30 céntimos (a excepción del mes de mayo, en
que llegó a percibir 40). A esta cantidad hay que incorporar 30 céntimos de
costes de recogida, empaquetado y el transporte entre la orilla del cantero y
el puerto de destino. En otras palabras, esto puede situar al agricultor
canario a una distancia cercana a las 300 pesetas/kilo, casi dos euros,
respecto al consumidor final. Con estos márgenes de beneficio el peor parado
siempre es el agricultor, con serias dificultades en un territorio dedicado
sólo a esa actividad, como es La Palma.
Por si esto fuera poco, resulta aún más difícil de explicar
que continúe la crónica debilidad y atomización de las entidades exportadoras,
con un número excesivo y confuso de marcas que complican y encarecen la
comercialización. Cómo podemos hacer entender a nuestros ciudadanos que en el
Archipiélago o, incluso, en una misma isla las cooperativas se encuentren
separadas, aunque tengamos a la misma Organización Productora de Plátanos
(OPP), con sus correspondientes empaquetados (algunos puerta con puerta) y
generando gastos adicionales de transporte y, en general, numerosas
deseconomías y cuellos de botella. Sólo en La Palma existen cinco cooperativas
de la misma OPP y una por fuera (de otra OPP), con ocho empaquetados que
manejan más de 60 millones de kilos, que podrían constituir un frente común con
una actividad solvente, con un nivel elevado de eficiencia profesional y un más
que significativo ahorro de costes comunes. Sin embargo, prevalecen aún hoy las
miserias, la división y las "guerras familiares", es decir, la falta de
profesionalidad y rigor empresarial. Mientras tanto, las multinacionales van
quitándonos terreno poco a poco, plenas de agresividad, objetivos claros y
eficacia. Y, lo que es peor, robándonos progresivamente cuotas de mercado: en
algunas regiones españolas hemos llegado a perder hasta un 30 por ciento del
mismo. Lo que aún es más paradójico es que los canarios les vendan sus plátanos
a las mismas multinacionales que nos echan del mercado.
Es evidente que no se puede continuar como hace treinta
años, cuando se maduraban los plátanos canarios con carburo y se vendían las
manillas en furgonetas por miles de mercados y ventas peninsulares, repartidas
por más de 50 maduradores, en un gran mercado "cautivo", sin
competencia. En la actualidad, la distribución está concentrada en muy pocas
manos y está regida por criterios economicistas de máxima plusvalía, ante eso
los canarios presentamos una oferta atomizada, dividida y disgregadora.
Ahora aplicamos medidas de hace 30 años de "picar"
la fruta para "regular" el mercado, cosas que pudieran ser razonables
en un mercado cautivo pero no en la coyuntura actual, dejando este año más de
doce millones de kilos en los barrancos, fruta cosechada, generalmente, al aire
libre, por economías familiares que presentamos a la UE como justificación para
solicitar ayudas por el papel social y paisajístico de dichos cultivos.
Es por esa situación por lo que afirmamos que los plátanos
de Canarias parecen encontrarse más lejanos de la península Ibérica que los
kiwis de Nueva Zelanda o las manzanas de Chile, comercializadas por grandes
unidades de distribución. De esta manera, es más fácil comprender lo acontecido
en la pasada Asamblea de Agricultores Guanches, quizás, la cooperativa que
aglutina al mayor número de agricultores de toda Canarias (más de mil). Sin
embargo, los cooperativistas somos conscientes de la entidad del problema y
ahora nos disponemos a buscar soluciones. En la misma asamblea se planteó la
necesidad de poner en marcha una comisión negociadora con otras cooperativas
que permita racionalizar la producción y la comercialización, lo que, con
seguridad, generará una mayor solvencia para defender la producción local. Se
trata de conseguir en la isla de La Palma una sola entidad que unifique y
supere esta crónica y difícil realidad en que se halla sumido el sector en su
conjunto, y que pueda servir de ejemplo para el resto de Canarias. Ante un
sector atomizado y maltratado desde la propia casa, la unidad local y la mejora
de relaciones con los distribuidores y consumidores ha de ser la principal
apuesta por el futuro del sector.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 1 de Julio 2007