LOS CÓDIGOS DE VIDA en nuestro mundo rural tenían una carga
importante de saber popular, asumido por los colectivos. El interés público
juega un papel importante, aunque en algunos puntos los intereses particulares
de familias minoritarias limitaron parte de los usos comunitarios.
Una lectura preocupante cuando salimos y miramos nuestro
paisaje y lo vemos con ojos de lo ocurrido en los últimos días del pasado mes
de julio, nos cuesta interpretar lo que vemos, nuestra gente no era así hasta
hace poco, los cambios de mentalidad son significativos, el abandono del campo
no es sólo un problema de rentas para los agricultores con lo importante que
son los ingresos económicos para las familias, sin embargo, los problemas que
aquejan al mundo rural son más profundos, en los que se mezclan culturas
urbanas, ignorancia sobre el medio rural y las leyes naturales con burocracia
papelera por parte de la administración.
Han pasado algo más de dos meses del lamentable incendio,
los pinos comienzan a brotar, las helecheras de lo quemado han enverdecido; sin
embargo, los vecinos de los caseríos apenas han cambiado de actitud.
Entremos en materia; ¿cómo podemos entender lo que ocurre en
nuestros pueblos en los que la mayoría de las viviendas continúan rodeadas de
combustible, incluso en las proximidades de las zonas quemadas?, viviendas que
valen una fortuna pero que sobre todo se trata de un problema de seguridad para
las personas. Ahora los valores, las prioridades, están mirando y soñando con
un mundo que hemos inventado de sueños y exigencias de derechos sin
obligaciones, ¡el fuego que lo apaguen los bomberos!
En la madrugada del pasado martes apenas cayeron cuatro
gotas, pensé que por este otoño podíamos vivir tranquilos, ya que había
comenzado el invierno, cosa que no ha ocurrido.
El debate de la pinocha debe estar superado, en el verano es
combustible, pero en el invierno frena la erosión y ayuda a la recarga de los
acuíferos, sin embargo, los problemas importantes del fuego están en los
caseríos, donde están en juego las vidas de las personas, claro que hemos de
cuidar el monte, aunque los peligros no están en el pinar, es altamente
preocupante el estado de numerosas viviendas rodeadas de combustible (zarzales,
helecheras y panascos) que arde con gran facilidad en las inmediaciones de
núcleos de población en los que, hasta el presente, apenas se dan por enterados
sus moradores del peligro que rodea a sus viviendas, tema este no sólo
preocupante para los que los temas del fuego los vemos tal como han ocurrido.
Por ello creemos que las administraciones más próximas han de establecer unas
pautas de obligado cumplimiento, no sólo para las comarcas afectadas por el
incendio, sino para todo el territorio con el que se den dichas circunstancias.
Hay que habilitar un marco legal que nos obligue a todos, tanto ciudadanos como
administración.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 7 de Octubre 2007