DE PEQUEÑOS nos contaban numerosos cuentos de miedo, cuentos
que en muchas ocasiones eran nuevas prohibiciones a caminos que la sociedad
quería limitar, sobre todo a los niños. Aquí y ahora, los servicios de
meteorología del Ministerio de Medioambiente del gobierno español cada poco nos
traen fenómenos climáticos adversos y cambiantes, devaluando el mensaje
preventivo necesario.
Los modernos sistemas de observación meteorológica nos
pueden y nos deben dar información básica para nuestra seguridad con un alto
porcentaje de aciertos. Los errores deben ser los mínimos, todo lo contrario de
lo que ocurre con más frecuencia de lo deseable.
Canarias está al borde sur de las zonas barridas por los
servicios de seguimiento meteorológico del hemisferio norte. Unido a ello, la
topografía de las islas hace aún más problemática la generalización cuando se
habla de Canarias como un plato a la carta que barre una masa de aire con unas
características determinadas. No todo es medible y pesable al milímetro y
entendemos que haya errores e imprecisiones, pero los ciudadanos les pedimos a
las administraciones que nos resuelvan los problemas preventivos relacionados
con la meteorología.
El fenómeno Delta y las lluvias del 31 de marzo fueron
hechos lamentables de los que hay que tomar referencia para pedir a los
gestores públicos que hagan su trabajo con responsabilidad y eficiencia. No
siempre podemos prevenir sobre cada espacio y en cada minuto lo que va a hacer
la naturaleza, pero sí anticiparse con tiempo prudencial para evitar cualquier
tipo de desastre.
La alerta en Canarias tiene el síndrome del 31 de marzo, a
lo que se unen los tópicos o la realidad del cambio climático con una posible
falta de consulta o una mala dotación de medios por los servicios del
Ministerio de Medioambiente en las islas y falta de coordinación con los
profesionales locales en los que Madrid, como en tantas ocasiones, ignora de
manera irresponsable.
Estas islas no están en La Mancha y nos preocupa lo ocurrido
el pasado fin de semana con la alerta naranja. Alerta que se une a otras muchas
fallidas en estos últimos años, devaluando una información y unos centros
básicos a la hora de tomar medidas en la protección de nuestro pueblo. No le
pedimos a los servicios meteorológicos cuántos litros caen en tal o cual
barranco y la hora de la precipitación. Sabemos que pasar de las Cabañuelas y
el Zaragozano a predecirnos si nos podemos bañar en El Médano o en Taganana dista
un trecho. Lo que pedimos es que nos den información general, incluso que
expliquen las causas de los no aciertos en las predicciones porque la
meteorología y las previsiones no son una ciencia exacta. El viento y, en
consecuencia, las masas de aire circulan bajo el código de sus caprichos.
No es correcto dar por hecho que teníamos precipitaciones
importantes en La Palma y Tenerife cuando teníamos el guardián del desierto
metido en nuestras islas orientales. Es decir, el peso del anticiclón, como en
tantas ocasiones, desplazó la borrasca hacia el Atlántico y nosotros cambiamos
nuestros proyectos de fin de semana, algunos importantes como la vigilancia de
nuestros montes, ya que esas abundantes lluvias de las que hablaba el famoso
parte se quedaron en San Borondón, puesto que ni siquiera llegaron a La Palma.
Otro factor a tener en cuenta es que la alerta no preveía
lluvias en la isla de enfrente, Gran Canaria, y sí en Tenerife. Muchos sabemos
que la lluvia no es la dula de riego, es decir, que tú riegas y el vecino está
de secano. Pensar que las masas de aire se separan unos metros, a gusto de los
humanos, es una quimera. Espero que el próximo anuncio de borrasca venga bien
fundamentado y que el Servicio Meteorológico haga un ejercicio de humildad y
explique esas contradicciones informativas.
El lobo del cuento existe y los problemas de los fenómenos
meteorológicos adversos hemos de tomarlos con el máximo respeto. Por ello, no
podemos ni debemos hacer un mal uso de un tema tan importante para la seguridad
de nuestro pueblo.
La credibilidad de la información está reñida con el miedo
permanente de "que viene el lobo". Así, en 2006 nos declararon 11
alertas de las que hechos confirmaron muy pocas, y en 2007 ya llevamos siete
alertas y el hecho real es que no nos ha llovido por estas tierras. Por lo
tanto, lo que parece claro es que el servicio de Meteorología, en vez de
reclamar un radar que barra la parte occidental del archipiélago por la que
suelen entrar las borrascas, ha hecho una huida hacia delante para evadir
posibles responsabilidades ante cualquier situación verdaderamente adversa
desde el punto de vista meteorológico y siempre ocurrirá algo. Si no llueve,
porque la sequía nos hace daño, y si llueve, porque puede haber inundaciones y
crecidas de barranco. Eso no es responsabilidad de los meteorólogos sino de la
naturaleza.
Acostumbrémonos a que la información es un aliado básico y
lo que hagamos los hombres en la gestión de nuestro territorio no lo asociamos
a los meteorología ni a los meteorólogos. Lo que sí es importante es que
aquellos que tienen la competencia, esto es, la Administración Central, nos
ponga un radar adecuado que esté en coordinación con nuestros profesionales en
las islas para mejorar las predicciones y que no hagan huidas hacia delante
para encubrir una carencia de medios.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 21 de Octubre 2007