domingo, 21 de octubre de 2007

Las lluvias de San Borondón


DE PEQUEÑOS nos contaban numerosos cuentos de miedo, cuentos que en muchas ocasiones eran nuevas prohibiciones a caminos que la sociedad quería limitar, sobre todo a los niños. Aquí y ahora, los servicios de meteorología del Ministerio de Medioambiente del gobierno español cada poco nos traen fenómenos climáticos adversos y cambiantes, devaluando el mensaje preventivo necesario.

Los modernos sistemas de observación meteorológica nos pueden y nos deben dar información básica para nuestra seguridad con un alto porcentaje de aciertos. Los errores deben ser los mínimos, todo lo contrario de lo que ocurre con más frecuencia de lo deseable.
Canarias está al borde sur de las zonas barridas por los servicios de seguimiento meteorológico del hemisferio norte. Unido a ello, la topografía de las islas hace aún más problemática la generalización cuando se habla de Canarias como un plato a la carta que barre una masa de aire con unas características determinadas. No todo es medible y pesable al milímetro y entendemos que haya errores e imprecisiones, pero los ciudadanos les pedimos a las administraciones que nos resuelvan los problemas preventivos relacionados con la meteorología.
El fenómeno Delta y las lluvias del 31 de marzo fueron hechos lamentables de los que hay que tomar referencia para pedir a los gestores públicos que hagan su trabajo con responsabilidad y eficiencia. No siempre podemos prevenir sobre cada espacio y en cada minuto lo que va a hacer la naturaleza, pero sí anticiparse con tiempo prudencial para evitar cualquier tipo de desastre.
La alerta en Canarias tiene el síndrome del 31 de marzo, a lo que se unen los tópicos o la realidad del cambio climático con una posible falta de consulta o una mala dotación de medios por los servicios del Ministerio de Medioambiente en las islas y falta de coordinación con los profesionales locales en los que Madrid, como en tantas ocasiones, ignora de manera irresponsable.
Estas islas no están en La Mancha y nos preocupa lo ocurrido el pasado fin de semana con la alerta naranja. Alerta que se une a otras muchas fallidas en estos últimos años, devaluando una información y unos centros básicos a la hora de tomar medidas en la protección de nuestro pueblo. No le pedimos a los servicios meteorológicos cuántos litros caen en tal o cual barranco y la hora de la precipitación. Sabemos que pasar de las Cabañuelas y el Zaragozano a predecirnos si nos podemos bañar en El Médano o en Taganana dista un trecho. Lo que pedimos es que nos den información general, incluso que expliquen las causas de los no aciertos en las predicciones porque la meteorología y las previsiones no son una ciencia exacta. El viento y, en consecuencia, las masas de aire circulan bajo el código de sus caprichos.
No es correcto dar por hecho que teníamos precipitaciones importantes en La Palma y Tenerife cuando teníamos el guardián del desierto metido en nuestras islas orientales. Es decir, el peso del anticiclón, como en tantas ocasiones, desplazó la borrasca hacia el Atlántico y nosotros cambiamos nuestros proyectos de fin de semana, algunos importantes como la vigilancia de nuestros montes, ya que esas abundantes lluvias de las que hablaba el famoso parte se quedaron en San Borondón, puesto que ni siquiera llegaron a La Palma.
Otro factor a tener en cuenta es que la alerta no preveía lluvias en la isla de enfrente, Gran Canaria, y sí en Tenerife. Muchos sabemos que la lluvia no es la dula de riego, es decir, que tú riegas y el vecino está de secano. Pensar que las masas de aire se separan unos metros, a gusto de los humanos, es una quimera. Espero que el próximo anuncio de borrasca venga bien fundamentado y que el Servicio Meteorológico haga un ejercicio de humildad y explique esas contradicciones informativas.
El lobo del cuento existe y los problemas de los fenómenos meteorológicos adversos hemos de tomarlos con el máximo respeto. Por ello, no podemos ni debemos hacer un mal uso de un tema tan importante para la seguridad de nuestro pueblo.
La credibilidad de la información está reñida con el miedo permanente de "que viene el lobo". Así, en 2006 nos declararon 11 alertas de las que hechos confirmaron muy pocas, y en 2007 ya llevamos siete alertas y el hecho real es que no nos ha llovido por estas tierras. Por lo tanto, lo que parece claro es que el servicio de Meteorología, en vez de reclamar un radar que barra la parte occidental del archipiélago por la que suelen entrar las borrascas, ha hecho una huida hacia delante para evadir posibles responsabilidades ante cualquier situación verdaderamente adversa desde el punto de vista meteorológico y siempre ocurrirá algo. Si no llueve, porque la sequía nos hace daño, y si llueve, porque puede haber inundaciones y crecidas de barranco. Eso no es responsabilidad de los meteorólogos sino de la naturaleza.
Acostumbrémonos a que la información es un aliado básico y lo que hagamos los hombres en la gestión de nuestro territorio no lo asociamos a los meteorología ni a los meteorólogos. Lo que sí es importante es que aquellos que tienen la competencia, esto es, la Administración Central, nos ponga un radar adecuado que esté en coordinación con nuestros profesionales en las islas para mejorar las predicciones y que no hagan huidas hacia delante para encubrir una carencia de medios.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 21 de Octubre 2007