domingo, 27 de enero de 2008

Transgénicos y agricultura


LA SEMANA PASADA el señor Sarkozy ha puesto freno a los cultivos de maíz transgénico en Francia, apoyando al líder campesino José Bové, tema éste de gran importancia dada la potencia agraria del país vecino y la ideología del señor Sarkozy, dejando para España en el primer plano en los cultivos genéticamente modificados. En el caso del maíz, España se sitúa entre los primeros países tras Estados Unidos y Argentina, y mientras que Alemania, Austria y Hungría lo prohiben, España lo defiende.
Y esto no es cuestión baladí, ya que la soberanía alimentaria, la agroecología, la soberanía energética y el medio ambiente son temas de extrema importancia, ya que supone depender lo menos posible de las multinacionales, como es el caso de la variedad de maíz llamada Mon 810 diseñada por la multinacional Monsanto, al que le dedicamos más de 70.000 hectáreas de tierras cultivadas en España.
Estos temas son de una gran trascendencia ambiental y social y deben preocuparnos porque los cultivos genéticamente modificados pueden tener consecuencias no previstas y, por tanto, no controlables por los humanos. No olvidemos que los supuestos logros conseguidos en los laboratorios están en conseguir semillas resistentes a las plagas y que alterar la naturaleza podría entrañar peligro, como es el caso del polen de maíz sobre las variedades no modificadas en laboratorio, o la posibilidad de la propagación de un gen virulento no controlable por el hombre. Estamos, pues, ante numerosos interrogantes.
En este marco de relaciones sociales con la agricultura, el señor Sarkozy se alía con el líder campesino José Bové y éste deja la huelga de hambre que mantenía contra los transgénicos. Mientras, en España, el gobierno del señor Zapatero se sitúa en el marco de las multinacionales de los alimentos. No olvidemos que los peligros de los cultivos con semillas genéticamente modificadas no sólo es alterar la naturaleza en los laboratorios, sino también depender de las multinacionales o de monopolios político-económico en el control de las semillas.
Pero no sólo ha sido el señor Sarkozy el que ha entendido la importancia de los transgénicos, ya que más de 300 investigadores y representes de la sociedad civil (científicos, agricultores y ecologistas) han firmado una declaración en contra de los transgénicos. Frente a las promesas de la industria de éstos, este documento denuncia los peligros e impactos de su introducción en el medio ambiente y en nuestros platos. La clase científica es una parte importante del debate y la sociedad en su conjunto es quien debe tomar las decisiones que afectan a la agricultura, alimentación y el derecho a producir y consumir en libertad, sin estar sometidos a las multinacionales. Además, el comisario europeo de Medio Ambiente, Stavros Dimas, ha propuesto recientemente en Bruselas la prohibición de dos maíces transgénicos por los riesgos que suponen para el medio ambiente, por lo que no debemos andar muy equivocados los que defendemos la agricultura tradicional frente a este novedoso y oscuro mundo de los transgénicos.
Es bueno que sepamos que agricultura es cultura y no sólo producción de alimentos; y que la agricultura ha conseguido a lo largo de la historia una armonía con la naturaleza en la que la rotación de los cultivos, la agricultura y la ganadería han conseguido que el hombre cultive tierras durante miles de años sin agotarlas, como ocurrió en Egipto, China, Mesopotamia y un largo etcétera de civilizaciones. Ahora, sin embargo, vemos con preocupación, tanto ambiental como para la salud humana, estos productos de laboratorio conseguidos en un sueño productivista de obtener alimentos sin campesinos.
José Bové y la crisis energética pueden ser referencias sociales y ambientales de una agricultura ambiental y socialmente posibles, y es en este marco en el que tenemos que hacer un esfuerzo en cuidar las valiosas semillas y frutales que nuestros agricultores nos han dejado cultivados adaptados al clima y suelo de las islas. En Canarias, por razones obvias, estamos en la obligación de defender una agricultura ambientalmente sostenible, sin olvidar el plano social con la alimentación sana. Esperemos que el señor Zapatero aprenda del señor Bové, alguien a quien sí parece haber entendido el señor Sarkozy.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 27 de enero 2008