La expansión del turismo y la construcción ha roto con el
pasado y, con posterioridad a los años sesenta del pasado siglo, da un giro de
ciento ochenta grados, produciendo nuevos valores y, sobre todo, nuevas
fórmulas de relaciones comerciales, especialmente en la importación de alimentos,
llegando a aplicar en muchos casos sistemas dumping (precios de coste
en Canarias inferiores a los países de origen). Es el caso de los productos
ganaderos de Holanda en Canarias, donde se ha creado una descapitalización del
sector primario con la consiguiente huida masiva de agricultores al sector
servicios y a la construcción, provocando consecuencias graves en la cultura,
idiosincrasia y hábitos del campesino, menospreciando y devaluando todo el
entorno rural en aspectos económicos y sociales. Lo urbano sinónimo de la
prosperidad y felicidad, mientras, todo lo que tiene que ver con el campo es
sinónimo de atraso y miseria. Históricamente hemos tenido problemas en nuestro
agro por diversos aspectos, con minifundios por una parte, grandes propiedades
por otra, y producción y distribución del agua y topografía de difícil
mecanización en otros casos.
En otro estado de cosas, hemos tenido una coyuntura
internacional con grandes excedentes agrarios que han perjudicado enormemente a
las producciones locales. El sistema económico y la mentalidad que impera en
nuestra sociedad han puesto el resto. La intermediación, unida a las pautas
comunitarias sobre la libre circulación de las mercancías y las directrices de la Unión Europea , que
asocia agricultura a la producción de alimentos, olvida la cultura agraria como
articulación social y territorial, separando agricultura y efectos
medioambientales que hoy, tardíamente, tratan de corregir.
Valga como referencia y ejemplos contradictorios las
localidades de Santa Cristina, en Guía de Gran Canaria, y Barlovento, en La Palma , ambas en climas y
suelos similares, orientados al norte. Sin embargo, la organización del paisaje
y la economía son marcadamente diferentes. Mientras Santa Cristina tiene una
horticultura de lo más pujante de Canarias -exporta hortalizas a todas las
islas-, en Barlovento tenemos agua que se pierde en el mar y terrenos de
cultivo totalmente abandonados. Curiosamente, en Santa Cristina están regando
con agua desalada y elevada a 700 metros de altura, es decir, dobla los costes
energéticos de las zonas litorales.
Al final llegamos a la conclusión de que las diferencias las
marca el factor humano. En Santa Cristina un colectivo joven ha puesto trabajo
e ilusión en el agro, creando un oasis hortofrutícola en las medianías y
pagando por una pipa de agua cuatro veces más de lo que cuesta en Barlovento.
Así, la isla de Gran Canaria abastece no sólo de hortalizas al resto de islas,
sino que desplaza zonas agrarias tradicionales en las que el agua es abundante,
como La Palma o
La Gomera.
Todo esto pone de manifiesto que la agricultura en Canarias
no sólo tiene problemas estructurales de presión sobre el suelo agrario,
régimen de la propiedad, prioridad en el uso del agua, etc. Tenemos una crisis
profunda en los valores y no sólo es un problema de bolsillo. Recuperar el
campo implica motivar social y culturalmente, y lo que ocurre en Santa Cristina
pone de manifiesto que la agricultura es posible si tenemos un colectivo de
hombres y mujeres que apuestan por la misma.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 10 de Febrero 2008