martes, 18 de marzo de 2008

La Gomera: agua para las ranas


HACE UNOS DÍAS recorrí el norte de La Gomera y la lectura que se hace de un paisaje enormemente humanizado como es el Valle de Hermigua, Agulo y Vallehermoso es lamentablemente deprimente. En ningún sitio de Canarias se encuentra el nivel de abandono que tiene el campo gomero y esto es más lamentable en una isla en la que las inversiones públicas en los últimos años han sido cuantiosas, tanto en recursos para infraestructuras públicas como para la construcción de presas, que hace que La Gomera, junto a La Palma, sea la isla que menos problemas tiene de agua en estos momentos.
Agua que, sin agricultores, permitirá a una amplia población de ranas reproducirse en los fondos de los barrancos, ya que los bancales y los estanques y las acequias construidos por los gomeros de antaño hoy están en abandono, siendo recolonizados por la vegetación natural, de tal manera que el Valle de Hermigua es un cañaveral en gran parte del cauce, y los entornos están cubiertos por vinagreras, zarzas, tabaibas y un largo etcétera.
Es en este marco en el que queremos hacer una reflexión y plantear estas líneas porque la crisis agraria en La Gomera tiene que ver no sólo con el modelo económico dominante en Canarias y en la Isla, sino, sobre todo, con una falta de apoyo a los hombres y mujeres del campo gomero. Hombres y mujeres que construyeron los machu-picchu de Agulo, Lepe y Valle de Hermigua, en los que en ningún lugar de Canarias el hombre hizo un mayor esfuerzo por preparar el suelo sobre laderas levantando kilómetros de paredes para cultivar y hoy, disponiendo de agua y de mejoras importantes en las comunicaciones, apenas nos quedan cultivando unos pensionistas y algún que otro agricultor a tiempo parcial.
Por ello, sin entrar en críticas fáciles, el modelo gomero tiene nombre y apellidos porque no es de recibo que nos digan que los plátanos no son rentables en La Gomera y sí lo son en Los Sauces, en La Palma, por poner un ejemplo, ya que ambos modelos tienen una miniparcelación y, en gran medida, los condicionantes físicos son similares. Así, pueden ser expresivos los siguientes datos: La Gomera, en los años 70, superaba las 500 hectáreas de plátanos, produciendo algo más de 15,5 millones de kilos al año y en 2006, se queda en unas 150 has. sin alcanzar los 6 millones de kilos/año, perdiendo los gomeros unos ingresos, sólo en plátanos, superiores a los 4,2 millones de euros -unos 700 millones de pesetas-. Es en este mismo marco de relaciones en el que se desaparece prácticamente el cultivo del tomate, quedando reducido el mismo a unas huertas de papas y a unas parcelas de viñas. Es decir, La Gomera es hoy una de las islas más caras del archipiélago ya que importa gran parte de sus alimentos del exterior y ha pasado de cultivar en los años 60 unas 7.000 has. a algo menos de 1.000 en la actualidad.
Los datos citados anteriormente son expresivos y hemos de plantearnos que la resultante de los hechos se debe a una actitud política en la cultura de la subvención, de mantener a gran parte de la población pendiente de unos contratos no para trabajar sino para mantener el clientelismo político, unido a la cultura de la fiesta con acontecimientos como los llamados Fastos Colombinos, y no digamos de otros aspectos de la subvención a la sopa boba y no crear ningún estímulo político ni económico para que los jóvenes que quieran emprender en la Isla encuentren los apoyos más elementales.
Unido a esto, indudablemente hay otros problemas en La Gomera: microfundio en el régimen de propiedad de la tierra y, sobre todo, un mundo cultural que no mire sólo para San Sebastián y Tenerife, como hasta ahora, en el que se revalorice la cultura del trabajo, del esfuerzo; en una palabra, la cultura de esas generaciones de gomeros que nos dejaron no sólo el Garajonay y otros espacios naturales de gran valía, sino también los machu-picchu de Lepe, Ibo-Alfaro, Guadá. Cabe decir que estas líneas no pretenden hacer una crítica alejada de la realidad porque, sin lugar a dudas, el trabajo que ha hecho el Cabildo de Tenerife en el medio rural, a pesar de deficiencias que indudablemente tenemos, no ha generado un paisaje y un panorama en ruinas como el que hemos descrito en La Gomera, que no tiene similitud con ningún otro de todo el Archipiélago.
Es decir, el modelo imperante en La Gomera sólo es productivo en votos cautivos para los responsables políticos de la isla porque la agricultura y la cultura agraria han sido marginadas en todo este proceso.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 18 de Marzo 2008