VIVIMOS en una cultura mediática en la que apenas se habla
de los recursos y de los costes ambientales de un mundo marcado por los
procesos de urbanización. De tal manera que, de los algo más de 6.000 millones
de personas que vivimos en este planeta, las estimaciones dicen que más del 50%
moran en ciudades o zonas urbanas o "bidonvilles" (ciudades de
bidones, latas y tablas). La alimentación ha perdido puntos considerando que la
producción de la comida era un proceso industrial en el que las máquinas y los fertilizantes
prescindían del hombre, es decir, de nuestros campesinos, para todo este
proceso y la modernidad era sinónimo de poblaciones activas en el sector
primario inferiores, incluso, al 3%.
Es curioso que en Canarias estos días que estamos hablando del
crecimiento del paro veamos nuestros campos balutos mientras las importaciones
de alimentos se han disparado y, lo que es más preocupante, no siempre tenemos
claro dónde comprar dichos alimentos. Es decir, que podemos encontrarnos un día
con dinero, pero sin nada que poner en la mesa. Aquí se ha implantado una
cultura en la que parece que no hace falta nadie en el campo y que todo lo
resuelven las máquinas y fertilizantes y ya solo falta que inventen el sacho
"a pilas".
Entremos en materia. De las 150.000 hectáreas cultivadas
hace 40 años, ahora cultivamos menos de 40.000. Valga como referencia el debate
que tienen estos días la consejería de Agricultura y Economía con relación al
Régimen Especial de Abastecimientos (REA) con respecto a los cereales, en el
que en estos momentos creemos que, de manera acertada, se está debatiendo el
destinar una parte importante de las ayudas a los cereales para abastecimiento
humano y para la ganadería. Es decir, el REA está reduciendo las ayudas que no
son productos de primera necesidad para potenciar las importaciones de cereales
para abastecimiento y alimentación de la cabaña ganadera, algo básico para
nuestra supervivencia. Por tanto, habrá que mirar más hacia la tierra y buscar
el autoabastecimiento y no depender tanto de las importaciones.
Veamos más datos. En Canarias importamos sólo en cereales
algo más de 500 millones de kilos, o lo que es lo mismo, si calculamos que cada
hectárea produce una media de 4.000 kilos, la superficie necesaria para
producir los cereales que demandamos superan las 132.000 hectáreas. Tema éste
para reflexionar dada la importancia que tienen los cereales en la alimentación
humana y la situación internacional en los distintos mercados y en la que en
estos momentos, de manera afortunada por parte del Gobierno de Canarias, se
está planteando destinar unos 72 euros de ayuda por tonelada para los cereales
importados. O lo que es lo mismo, nuestros ciudadanos deben saber que las
tierras no son solares sino que deben mirarlas con el mimo y el respeto de
aquellas generaciones en las que o cultivábamos y teníamos cosecha o teníamos
hambre y emigración.
De ahí que estas líneas pretenden hacer una reflexión
crítica sobre el agro, el campo, los campesinos y la cultura agraria en una
sociedad básicamente urbana cargada de espejismos y sueños que nos pueden dar
un disgusto cualquier día. Por ello, el campo, los agricultores y la cultura
agraria no son algo de nostalgia de románticos frustrados, sino que es algo
básico en cualquier compromiso de presente y futuro de esta tierra. Y, en
consecuencia, tenemos que mirar con el máximo respeto a lo que nos queda en el
mundo rural y, por supuesto, a la hora de comprar alimentos, si es posible,
hacerlo con los productos más cerca, más frescos y que generan trabajo, riqueza
y estabilidad a los hombres y los mujeres de esta tierra.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 9 de Marzo 2008