domingo, 30 de marzo de 2008

Agricultura y cazadores


LA HISTORIA de la Humanidad está hecha y cocida con madejas de tensión y lucha entre los pastores, como primera actividad económica del hombre y los agricultores. La agricultura ha sido el salto más importante que ha dado la Humanidad y ha implicado el cultivo de la tierra, pasar de la vida nómada al sedentarismo, construir pueblos y ciudades, etc.

Cada poco emergen en nuestro yo actitudes que vienen de lejos. En los últimos años, la cultura urbana, la posibilidad de conseguir el puchero sin doblar el espinazo, sin mirar para el devaluado y machacado surco, ha puesto el resto: la caza como deporte y como ocio, encontrándose los dos valores tan distantes, cazador para conseguir proteínas para la familia, y la caza como actividad noble de las familias de clases sociales acomodadas.
La urbanización de la vida y las costumbres hace que nuestros cazadores pierdan, en muchos casos, gran parte de los valores de sus padres, que mayoritariamente eran agricultores en primer lugar, con vínculos muy próximos al suelo que pisaban, pues apenas había desplazamientos; se cazaba y se moraba en el mismo territorio. Hoy las cosas han cambiado, pues la cultura y la movilidad de los cazadores es otra. Así, los agricultores se encuentran no sólo con una sociedad que cambia de valores, sino, sobre todo, con un entorno cargado de vegetación y matorrales en tierras de antaño cultivadas -hoy balutas-, o bien espacios protegidos cubiertos de vegetación que hacen de refugio ideal para los conejos.
Sembrar y cultivar en dicho marco físico y legal pone las cosas difíciles a los agricultores. Unido a ello, estamos ante un año seco, con pocos pastos para los conejos, situación que se agrava en las proximidades de las zonas quemadas por el incendio del pasado verano. Estamos en la obligación de buscar alternativas que permitan la convivencia civilizada de ambos intereses, máxime cuando oportunamente, gran parte de los cazadores siembra sus papas o tiene vínculos próximos con los agricultores.
Hemos hecho numerosas asambleas con agricultores y cazadores y tenemos que aplicar medidas que favorezcan la agricultura, causando el menor deterioro posible a la población de conejos, capturándolos y trasladándolos a lugares de menor actividad agrícola. Para ello hemos de contar con la colaboración de los cazadores, que parece razonable que deben ser del lugar al estar relacionados con los agricultores locales, ante la necesaria colaboración de ambos, evitando los daños a los cultivos y también a la puesta de venenos con la consiguiente alteración de la cadena trófica y el posible envenenamiento, incluso, de los perros.
Hemos de tener presente que la zona de las medianías y las Cañadas del Teide soporta la mayor presión cinegética de Tenerife, ya que los espacios costeros están ocupados por la población. Por otra parte, la presión cinegética en la isla es muy alta, más de 10.000 cazadores, con cifras superiores a los 100.000 perros son números respetables.
En este marco en el que tenemos que hacer un esfuerzo constante de entendimiento de encuentro entre los cazadores, la Administración y los agricultores, en los que el punto más frágil, es decir, el agricultor, no sólo soporta la sequía y toda una amplia problemática en el agro en Canarias, y desde la Administración no podemos mirar para otro lado y decir "no sabe, no contesta". Tenemos la obligación de implicarnos y buscar alternativas que satisfagan a los dos colectivos, es decir, cazadores y agricultores han de tener puntos de encuentro que acepten a las dos partes, entendimiento que hemos de hilvanar en los próximos días antes que el deterioro en los cultivos sea importante.
Por ello hemos de bajar la tensión, abriendo caminos, veredas, andenes y todo un amplio abanico de acercar posturas, que haga posible que agricultor y cazador sean una misma familia, en la que naturaleza, agricultura y convivencia sean los beneficiados. Estamos a tiempo, está en nuestras manos buscar soluciones al problema. Necesitamos tender puentes, buscar entendimientos entre ambas partes. La agricultura y la cacería han convivido desde la noche de los tiempos y hoy es posible y a la vez necesario para ello. Los agricultores han de encontrar la colaboración de la Administración y, por supuesto, la de los cazadores.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 30 de Marzo 2008