CONTEMPLAMOS con preocupación la situación del campo
ante el invierno seco que hemos sufrido, mirando que una lluvia en abril
significa mucho para nuestra agricultura de secano, no siendo menos importante
para nuestra marchita naturaleza que lleva esperando las lluvias del invierno
desde el pasado octubre. Así, parece que se despide el invierno, no sólo sin
dejar lluvia, sino, lo que es peor, con un abundante número de días bajo el
dominio del aire sahariano y, en consecuencia, con ausencia del mar de nubes de
los alisios. Por lo tanto, estamos ante un verano problemático con dificultades
serias tanto en nuestros campos y montes como en las demandas del líquido
elemento.
Valga como ejemplo las precipitaciones registradas en
Aguamansa, en La Orotava ,
en lo que va de año, que no alcanzan el 50 % de la media, creando una situación
preocupante, tanto en el campo como en todo el medio natural. Con 2 litros en
enero, 48 en febrero, 24 en marzo y 3 litros en abril (hasta el día 10),
tenemos serias dificultades para conseguir una cosecha de las papas sembradas
en los secanos de Tenerife.
En el lenguaje popular asociamos abril con la cosecha, y en
consecuencia, con la lluvia, tan importante en nuestros secanos, sobre todo,
porque permite mantener el agro con humedad en la época en la que los cultivos
son más exigentes.
De ahí el lenguaje popular sobre abril y fanegas mil. Este
año no sólo hemos tenido un invierno seco de viento sahariano que aquí llamamos
siroco, como en el Mediterráneo Oriental, porque proviene de Siria. En Canarias,
sin embargo, procede del no menos seco Sahara.
Además, esta semana nos ha visitado el demandado tiempo
suroeste; aire que en teoría suele llegar húmedo y dejar importantes
precipitaciones en nuestra tierra. Sin embargo, esta vez no sólo no dejó apenas
lluvia, sino que trajo aire seco y rachas de viento que en algunos casos
superaron los 100 km/h. Así, ha machacado los cultivos de secano y regadío,
dejando en muy malas condiciones los frutales y barriendo gran parte de la Isla , tanto en la ladera sur
como en el norte. Hemos de destacar que necesitamos apoyos para el agro por
parte del Estado y de la comunidad autónoma de manera coyuntural y general este
año y una cultura en la que nuestros agricultores aseguren sus cultivos, de tal
manera que les permita cubrir parte de las costas ante situaciones adversas
como las presentes.
Se da la circunstancia de que en numerosos puntos de la zona
norte y noroeste de Tenerife se habían incrementado de forma significativa las
tierras labradas de papas y cereales, sobre todo, en las proximidades de las
zonas quemadas en el pasado incendio, desde los Campeches hasta Erjos, o Valle
Santiago; campo duramente castigado por la sequía y el viento de los últimos
días.
Por otra parte, esta situación de viento y sequía ha dañado
de manera importante pastos y cereales, desde Teno hasta El Rosario, con
importantes pérdidas para la ganadería. El campo necesita en estos momentos una
inyección económica y de ánimo ante un invierno de los más secos, con toda
seguridad, en los últimos sesenta años, rematado por un temporal de viento que
ha maltratado de manera general todos los cultivos.
También es el momento para leer cómo algunas prácticas
agrarias no son las indicadas para enfrentarnos a la sequía. El uso y abuso de
las herbicidas hace que el agua de la lluvia no percole en el suelo, aumentando
la escorrentía y la evotranspiración del suelo. Por otra parte, el abono
vegetal u orgánico -estiércol- que nuestros padres ponían en el suelo, juega un
papel importante, no sólo como fertilizante, sino también para mantener la
humedad. Los abonos químicos son más exigentes en agua que el estiércol y por
todo ello, la lucha contra la sequía no sólo es tener más agua para regar de
los cultivos tradicionales, sino hacer un mejor uso de la sabiduría popular en
nuestro medio.
Así, el cavar la tierra y en particular las viñas y el
labrar y enterrar el estiércol son técnicas básicas no sólo en la fertilización
de nuestros campos, sino también para mantener una estructura armónica en los
suelos y, sobre todo, fijando la humedad y fertilidad en las tierras de
cultivo. También esta práctica es básica para retirar materia orgánica de
nuestros montes y barrancos y, en consecuencia, retirar combustible para evitar
los incendios. Es en un marco de armonía entre ganadería y agricultura cómo se
entiende un mejor uso de nuestros recursos y de unos alimentos más sanos, que a
su vez, contribuyen a un mejor equilibrio en la naturaleza entre agricultura y
medio ambiente.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 13 de Abril 2008