domingo, 13 de abril de 2008

Áspero abril


CONTEMPLAMOS con preocupación la situación del campo ante el invierno seco que hemos sufrido, mirando que una lluvia en abril significa mucho para nuestra agricultura de secano, no siendo menos importante para nuestra marchita naturaleza que lleva esperando las lluvias del invierno desde el pasado octubre. Así, parece que se despide el invierno, no sólo sin dejar lluvia, sino, lo que es peor, con un abundante número de días bajo el dominio del aire sahariano y, en consecuencia, con ausencia del mar de nubes de los alisios. Por lo tanto, estamos ante un verano problemático con dificultades serias tanto en nuestros campos y montes como en las demandas del líquido elemento.

Valga como ejemplo las precipitaciones registradas en Aguamansa, en La Orotava, en lo que va de año, que no alcanzan el 50 % de la media, creando una situación preocupante, tanto en el campo como en todo el medio natural. Con 2 litros en enero, 48 en febrero, 24 en marzo y 3 litros en abril (hasta el día 10), tenemos serias dificultades para conseguir una cosecha de las papas sembradas en los secanos de Tenerife.
En el lenguaje popular asociamos abril con la cosecha, y en consecuencia, con la lluvia, tan importante en nuestros secanos, sobre todo, porque permite mantener el agro con humedad en la época en la que los cultivos son más exigentes.
De ahí el lenguaje popular sobre abril y fanegas mil. Este año no sólo hemos tenido un invierno seco de viento sahariano que aquí llamamos siroco, como en el Mediterráneo Oriental, porque proviene de Siria. En Canarias, sin embargo, procede del no menos seco Sahara.
Además, esta semana nos ha visitado el demandado tiempo suroeste; aire que en teoría suele llegar húmedo y dejar importantes precipitaciones en nuestra tierra. Sin embargo, esta vez no sólo no dejó apenas lluvia, sino que trajo aire seco y rachas de viento que en algunos casos superaron los 100 km/h. Así, ha machacado los cultivos de secano y regadío, dejando en muy malas condiciones los frutales y barriendo gran parte de la Isla, tanto en la ladera sur como en el norte. Hemos de destacar que necesitamos apoyos para el agro por parte del Estado y de la comunidad autónoma de manera coyuntural y general este año y una cultura en la que nuestros agricultores aseguren sus cultivos, de tal manera que les permita cubrir parte de las costas ante situaciones adversas como las presentes.
Se da la circunstancia de que en numerosos puntos de la zona norte y noroeste de Tenerife se habían incrementado de forma significativa las tierras labradas de papas y cereales, sobre todo, en las proximidades de las zonas quemadas en el pasado incendio, desde los Campeches hasta Erjos, o Valle Santiago; campo duramente castigado por la sequía y el viento de los últimos días.
Por otra parte, esta situación de viento y sequía ha dañado de manera importante pastos y cereales, desde Teno hasta El Rosario, con importantes pérdidas para la ganadería. El campo necesita en estos momentos una inyección económica y de ánimo ante un invierno de los más secos, con toda seguridad, en los últimos sesenta años, rematado por un temporal de viento que ha maltratado de manera general todos los cultivos.
También es el momento para leer cómo algunas prácticas agrarias no son las indicadas para enfrentarnos a la sequía. El uso y abuso de las herbicidas hace que el agua de la lluvia no percole en el suelo, aumentando la escorrentía y la evotranspiración del suelo. Por otra parte, el abono vegetal u orgánico -estiércol- que nuestros padres ponían en el suelo, juega un papel importante, no sólo como fertilizante, sino también para mantener la humedad. Los abonos químicos son más exigentes en agua que el estiércol y por todo ello, la lucha contra la sequía no sólo es tener más agua para regar de los cultivos tradicionales, sino hacer un mejor uso de la sabiduría popular en nuestro medio.
Así, el cavar la tierra y en particular las viñas y el labrar y enterrar el estiércol son técnicas básicas no sólo en la fertilización de nuestros campos, sino también para mantener una estructura armónica en los suelos y, sobre todo, fijando la humedad y fertilidad en las tierras de cultivo. También esta práctica es básica para retirar materia orgánica de nuestros montes y barrancos y, en consecuencia, retirar combustible para evitar los incendios. Es en un marco de armonía entre ganadería y agricultura cómo se entiende un mejor uso de nuestros recursos y de unos alimentos más sanos, que a su vez, contribuyen a un mejor equilibrio en la naturaleza entre agricultura y medio ambiente.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 13 de Abril 2008