A LO LARGO de este mes hemos visto en los medios
de comunicación con relativa frecuencia la problemática del agua en Cataluña y,
en consecuencia, ha salido a relucir la falta de una política de Estado para el
agua en la Península ,
en la que los intereses locales y gremiales nos presentan una situación
lamentable.
De tal manera que no sólo parece que hay diferentes varas de medir
para una zona u otra según el color de los votos, sino, lo que aún es más
grave, hay un debate de tipo lingüístico sobre lo que es 'trasvase' o si el
trasvase es transferencia, si la tubería por la que va a pasar el agua es de
quita y pon y un largo etcétera que nos hace reflexionar desde estos peñascos
en el Atlántico sobre si hemos avanzado en la gestión de los recursos naturales
o, por el contrario, estamos volviendo hacia atrás. Es decir, que llevar agua
desde Tarragona hasta Barcelona a través de una tubería de un metro de diámetro
con un coste aproximado de doscientos millones de euros es para unos algo
permanente y para otros es coyuntural hasta que entren en funcionamiento las
desaladoras que se construyen y se prevén construir en Barcelona.
Todo lo anterior es bueno para que los tinerfeños se hagan
idea que el Canal del Sur que construyeron nuestros queridos magos en
la época del racionamiento y el gofio de millo escaso es una obra de mayor
magnitud que el famoso tubo de quita y pon de las aguas de Barcelona. Hoy, en
el que el debate y la guerra del agua parece que va a más, la flamante ministra
de Agricultura y Medio Ambiente, doña Elena Espinosa, se estrena con el,
todavía por definir, trasvase, transferencia o aprovechamiento de las aguas
sobrantes del canal de Tarragona en el que los abogados y los jueces tendrán
que decir cuál es el término apropiado. Además, el señor Zapatero prometió
durante la campaña electoral en Zaragoza que no habría trasvase y ahora los
murcianos y valencianos reclaman los mismos derechos que para Cataluña,
mientras los posibles socios del pacto de estabilidad, Convergencia y Unión,
quieren agua del Ródano porque, por lo visto, así son más europeos que si beben
la de los maños.
Y mientras tanto, aquí, en Canarias, en este territorio
macaronesio, bebemos agua transportada por los canales del sur de la Isla a cielo abierto,
construidos por nuestra gente con mucho sudor y lágrimas y, en algunos casos,
colgados de barrancos como el de Tamadaya, en Arico. Estas obras se realizaron
pensando en regar tomates y otros cultivos en el seco sur de la Isla y hoy la destinamos a
nuestros grifos con un consumo básicamente doméstico de la misma. En este caso,
la generación que hizo el Canal ha dejado de herencia unas obras que en estos
momentos hay que renovar con tuberías cerradas y la Administración Central ,
que ahora pone un tubo en seis meses en Barcelona, aquí, en Tenerife, no sabe
ni contesta y según parece, el supuesto nuevo interlocutor -López Aguilar- está
en Belén con los pastores ante estos temas.
Por ello, a pocos meses de ese gran cónclave Expo Zaragoza
2008 que va a celebrarse sobre las tecnologías y economías del agua en el
planeta, nos parece seriamente lamentable el espectáculo que está dando España
ante una carencia de un plan hidrológico, al menos, para el continente
peninsular que ya el señor Borrell, en 1991, tuvo que enterrar y posteriormente
no ha tenido mejor suerte por parte de los demás responsables. Tal vez también
le haya costado el puesto a la ex ministra Cristina Narbona. No digamos ya del
alejamiento absoluto que ha tenido ese mundo ibérico sobre los problemas del
agua en Canarias, en los que en contadas ocasiones han puesto unas pesetas o
euros en la desalación cuando las situaciones han sido angustiosas en nuestra
tierra.
Por todo ello, estas líneas quieren contribuir a que nos
planteemos seriamente la problemática del agua para los próximos años por parte
de la Comunidad
Autónoma de Canarias, planificando y coordinando unas
demandas justas que jamás ha tenido tiempo ni compromiso de resolver el Estado.
Los mandatarios estatales nos demuestran, una vez más, que no son ni tan
siquiera capaces de desviar las aguas de las crecidas del Ebro para uso de la
población y de los agricultores y han permitido que se hayan ido al mar,
mientras ahora se pierden en debates y litigios de tipo jurídico y emplean el
tiempo en promesas electorales que les han dado cosechas de votos a cada una de
las partes implicadas en sus respectivos territorios, pero que no resuelven los
problemas del agua.
Es lamentable que no tengamos una política de agua para la
piel de toro sobre uso, prioridades, ahorro, planificación, etcétera, viéndonos
en improvisaciones como la tubería de quita y pon de Barcelona a construir en
seis meses porque no tienen agua para el próximo invierno; dejando bien los
sueños cantonalistas del Cantón de Cartagena (1873-1874), que tan bien descubre
don Ramón J. Sender en su obra 'Mr. Witt en el Cantón', que aquí soñaron con
implantar en Tazacorte. Es bueno que sepamos que aquí sobrevivimos aún con agua
en los grifos gracias al esfuerzo de unas generaciones que Madrid ha ignorado a
lo largo del tiempo en cuanto al agua y su problemática y que el Gobierno del
Estado ha adoptado la segunda acepción de cantonalismo que recoge el
Diccionario de la Real
Academia Española, a saber, "desconcierto político
caracterizado por una gran relajación del poder soberano en la nación".
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 20 de Abril 2008