domingo, 20 de abril de 2008

El agua y el cantonalismo


A LO LARGO de este mes hemos visto en los medios de comunicación con relativa frecuencia la problemática del agua en Cataluña y, en consecuencia, ha salido a relucir la falta de una política de Estado para el agua en la Península, en la que los intereses locales y gremiales nos presentan una situación lamentable.
De tal manera que no sólo parece que hay diferentes varas de medir para una zona u otra según el color de los votos, sino, lo que aún es más grave, hay un debate de tipo lingüístico sobre lo que es 'trasvase' o si el trasvase es transferencia, si la tubería por la que va a pasar el agua es de quita y pon y un largo etcétera que nos hace reflexionar desde estos peñascos en el Atlántico sobre si hemos avanzado en la gestión de los recursos naturales o, por el contrario, estamos volviendo hacia atrás. Es decir, que llevar agua desde Tarragona hasta Barcelona a través de una tubería de un metro de diámetro con un coste aproximado de doscientos millones de euros es para unos algo permanente y para otros es coyuntural hasta que entren en funcionamiento las desaladoras que se construyen y se prevén construir en Barcelona.
Todo lo anterior es bueno para que los tinerfeños se hagan idea que el Canal del Sur que construyeron nuestros queridos magos en la época del racionamiento y el gofio de millo escaso es una obra de mayor magnitud que el famoso tubo de quita y pon de las aguas de Barcelona. Hoy, en el que el debate y la guerra del agua parece que va a más, la flamante ministra de Agricultura y Medio Ambiente, doña Elena Espinosa, se estrena con el, todavía por definir, trasvase, transferencia o aprovechamiento de las aguas sobrantes del canal de Tarragona en el que los abogados y los jueces tendrán que decir cuál es el término apropiado. Además, el señor Zapatero prometió durante la campaña electoral en Zaragoza que no habría trasvase y ahora los murcianos y valencianos reclaman los mismos derechos que para Cataluña, mientras los posibles socios del pacto de estabilidad, Convergencia y Unión, quieren agua del Ródano porque, por lo visto, así son más europeos que si beben la de los maños.
Y mientras tanto, aquí, en Canarias, en este territorio macaronesio, bebemos agua transportada por los canales del sur de la Isla a cielo abierto, construidos por nuestra gente con mucho sudor y lágrimas y, en algunos casos, colgados de barrancos como el de Tamadaya, en Arico. Estas obras se realizaron pensando en regar tomates y otros cultivos en el seco sur de la Isla y hoy la destinamos a nuestros grifos con un consumo básicamente doméstico de la misma. En este caso, la generación que hizo el Canal ha dejado de herencia unas obras que en estos momentos hay que renovar con tuberías cerradas y la Administración Central, que ahora pone un tubo en seis meses en Barcelona, aquí, en Tenerife, no sabe ni contesta y según parece, el supuesto nuevo interlocutor -López Aguilar- está en Belén con los pastores ante estos temas.
Por ello, a pocos meses de ese gran cónclave Expo Zaragoza 2008 que va a celebrarse sobre las tecnologías y economías del agua en el planeta, nos parece seriamente lamentable el espectáculo que está dando España ante una carencia de un plan hidrológico, al menos, para el continente peninsular que ya el señor Borrell, en 1991, tuvo que enterrar y posteriormente no ha tenido mejor suerte por parte de los demás responsables. Tal vez también le haya costado el puesto a la ex ministra Cristina Narbona. No digamos ya del alejamiento absoluto que ha tenido ese mundo ibérico sobre los problemas del agua en Canarias, en los que en contadas ocasiones han puesto unas pesetas o euros en la desalación cuando las situaciones han sido angustiosas en nuestra tierra.
Por todo ello, estas líneas quieren contribuir a que nos planteemos seriamente la problemática del agua para los próximos años por parte de la Comunidad Autónoma de Canarias, planificando y coordinando unas demandas justas que jamás ha tenido tiempo ni compromiso de resolver el Estado. Los mandatarios estatales nos demuestran, una vez más, que no son ni tan siquiera capaces de desviar las aguas de las crecidas del Ebro para uso de la población y de los agricultores y han permitido que se hayan ido al mar, mientras ahora se pierden en debates y litigios de tipo jurídico y emplean el tiempo en promesas electorales que les han dado cosechas de votos a cada una de las partes implicadas en sus respectivos territorios, pero que no resuelven los problemas del agua.
Es lamentable que no tengamos una política de agua para la piel de toro sobre uso, prioridades, ahorro, planificación, etcétera, viéndonos en improvisaciones como la tubería de quita y pon de Barcelona a construir en seis meses porque no tienen agua para el próximo invierno; dejando bien los sueños cantonalistas del Cantón de Cartagena (1873-1874), que tan bien descubre don Ramón J. Sender en su obra 'Mr. Witt en el Cantón', que aquí soñaron con implantar en Tazacorte. Es bueno que sepamos que aquí sobrevivimos aún con agua en los grifos gracias al esfuerzo de unas generaciones que Madrid ha ignorado a lo largo del tiempo en cuanto al agua y su problemática y que el Gobierno del Estado ha adoptado la segunda acepción de cantonalismo que recoge el Diccionario de la Real Academia Española, a saber, "desconcierto político caracterizado por una gran relajación del poder soberano en la nación".

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 20 de Abril 2008