EN EL PLENILUNIO DE OCTUBRE se ha producido un cambio importante
con respecto al pasado septiembre en relación a la llegada de cayucos a
nuestras islas. Esto nos debe hacer reflexionar con objetividad si estamos ante
un giro del problema o simplemente existen otros aspectos coyunturales que han
determinado este cambio como pueden ser: la presencia del Frontex, el Ramadán,
o el retorno a Senegal de cientos de repatriados. No podemos olvidar que el
origen de esta situación es puramente económico. De un lado tenemos a una
sociedad derrochadora y del otro, a muy pocos kilómetros, una inmensa población
en la miseria más absoluta.
Esta polarización económica en puntos tan próximos sólo se
produce, por ejemplo, entre Haití y el Estado de Florida.
De todos es conocida la rapiña colonial por las potencias
dominantes, que no sólo les han privado de sus riquezas en materias primas sino
que nunca se preocuparon de crearles una estructura social y política para su
desarrollo integral. Oficialmente, estos países son "soberanos",
dominados por las grandes multinacionales.
Qué decir de las fronteras geométricas desde el río Senegal
hasta el Golfo de Guinea, que ponen de manifiesto decisiones tomadas a miles de
kilómetros en elegantes salones de París y Londres por personajes que nunca
pisaron tierra africana. Se balcanizó la población y el territorio para
facilitar las guerras tribales y la rapiña colonial.
Las importantes reservas pesqueras de sus costas están
siendo esquilmadas por flotas extranjeras, (la española entre ellas). Los
cayucos han dejado de ser útiles para pescar en un mar colonizado por nuevas
tecnologías, convirtiéndose en frágiles transportes para huir de la
desesperación. Una vez que los marinos africanos han puesto motores japoneses a
sus embarcaciones, es difícil disuadir a cientos de miles de hombres y mujeres
que buscan una salida a la pobreza que vienen arrastrando desde hace siglos. El
avance del desierto hacia tierras antaño fértiles, desplaza a millones de
personas fuera de su hábitat natural. Este fenómeno climático no sólo parece
imparable sino que ni siquiera merece una columna en un periódico cualquiera o
una noticia de relleno en los informativos de los medios audiovisuales. El Lago
Chad, por ejemplo, fue la cuarta reserva de agua dulce más importante de
África, en cinco décadas ha perdido el noventa por ciento de su superficie y de
los cuatro países que lo bordeaban, hoy sólo quedan dos. Esta situación extrema
se repite por doquier, en especial con los afluentes más septentrionales de los
ríos Níger y Senegal, que son drenados y anegados por el desierto sahariano
que, lenta e inexorablemente, avanza hacia el sur del continente. En España y
en el resto de Europa, se demuestra día a día que son incapaces de comprender
esta realidad y tratan de acotar el problema sangrante de cayucos y pateras en
torno al perímetro de nuestro Archipiélago. La incompetencia de Madrid y de la
Unión Europea para buscar alternativas a este fenómeno produce sonrojo.
Curiosamente, el estado español, hasta hace muy poco, no contaba con presencia
diplomática en los países ahora emisores de inmigrantes.
A pesar de la inseguridad que esta situación crea al futuro
de los canarios, se requiere que hagamos un esfuerzo suplementario por
desterrar la creciente presencia de un sentimiento de intolerancia y xenofobia,
manteniendo la línea solidaria que hemos demostrado hasta hoy con personas que
con serias dificultades para conseguir alimentos o un simple litro de agua
potable, siguen arribando a nuestras costas.
Pero también debemos de apelar a la coherencia y al sentido
común y no tratar de ocultar que las islas están desbordadas en su capacidad
para atender esta problemática. Corremos el peligro que desde fuera quieran
convertir a este territorio del Atlántico en una especie de Guantánamo europeo.
Es aquí donde los países ricos del planeta deben de aportar
soluciones, más allá de coyunturas políticas económicas, o incluso, de las
estaciones lunares u otros elementos ocasionales que no entran en el fondo del
drama que viene originando esta situación.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 15 de Octubre 2006