domingo, 22 de octubre de 2006

El monte como riesgo


HASTA NO HACE MUCHO TIEMPO, los bosques de nuestras islas proporcionaban los principales recursos de los que dependían en gran medida los habitantes de las zonas rurales: Leña como combustible para cocinar, ramaje para alimentos de ganado, madera para techumbres y cuartos de labranza, varas para parras y cultivos de tomates, pinocho para abonos, etc., eran entre tantas, las materias primas que el medio ofrecía.

Allá por el siglo XVI, como consecuencia de la agresión que ya sufría el medioambiente por la demanda de leña para los ingenios de azúcar, ya surgieron voces que se pronunciaban a favor de la protección del monte. Esta situación depredadora de nuestros recursos naturales se mantiene en Canarias hasta los años sesenta del pasado siglo en que una incipiente economía de servicios y la utilización de combustibles fósiles generaron un avance en la calidad de vida de ganaderos y campesinos que hasta entonces tenían en las áreas boscosas la principal fuente de recursos.
Por esa época se pone en marcha una serie de políticas de protección y de reforestación, dando como resultado que Tenerife tenga hoy día la mayor masa boscosa de su historia.
A principios del siglo XX, siempre que se producía un incendio, este era localizado con relativa facilidad ya que no existía una masa forestal continua a lo largo de la corona forestal.
Hoy el crecimiento del bosque, es el producto de una reforestación de los años cincuenta y de una grave crisis agraria. Esto, unido a la decidida actuación del cabildo en la compra de fincas, especialmente en la parte de sotavento de la isla ha configurado nuestros montes, por un lado, en un gran espacio de ocio para los habitantes y visitantes de la Isla, y por otro, ha incorporado numerosos núcleos de viviendas, antaño separadas de los pinares, sobretodo en la zona que va desde las Barreras de La Esperanza hasta las Portelas en Buenavista. Esto, lógicamente, crea un problema de alto riesgo de incendios en muchos caseríos de la isla.
Afortunadamente, hoy siendo conscientes de la vulnerabilidad del espacio, todos nuestros montes están protegidos por ley.
En la actualidad no descubrimos nada nuevo si decimos que nuestros montes están llenos de combustible en los veranos pero que crea una capa protectora contra la erosión y mejora los recursos hídricos en el invierno. Por otra parte, el marco legal existente no responsabiliza a los propietarios de fincas abandonadas, por su dejación en la selvicultura para evitar los incendios. Tema este complicado en toda la isla por el gran número de minifundios existentes. Si embargo si es aplicable a las fincas grandes, donde tampoco se realizan trabajos de prevención y de reforestación con plantas de menor índice de combustión, como: castaños, fayas, laurisilva en el Norte y limpieza de matorrales en el Sur. De todo ello, podemos sacar varias conclusiones para l reflexión, puesto que entramos en un asuntos de responsabilidad civil, sobre todo, por las proximidades de masas forestales en torno a caseríos y vías de comunicación, en las que en estos momentos no se están tomando las medidas de prevención con la limpieza de los entornos urbanos para evitar situaciones de riesgo para la población en caso de incendios. Es aquí, en la que en el antiguo marco legal de protección del monte ante la presión de los campesinos es inviable, puesto que hoy la atención sobre el monte tiene todas las características de la población urbana, en una isla que vivimos más de 400 personas en cada kilómetro cuadrado y nuestros montes son casi parques urbanos, donde encontrarnos con la naturaleza.
Es aquí donde tenemos que felicitar al Hotel Quinta Roja por organizar unas Jornadas en la que los aspectos de protección civil son cada día más complejos y, en consecuencia, han dejado de ser temas forestales y del medio rural para ser un elemento ambiental propio de toso un colectivo que vivimos en esta Isla.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 22 de Octubre 2006