ESTOS DÍAS se ha abierto un debate sobre la calidad del
agua en varios municipios de Tenerife que tiene incidencia en un tema de fondo
tan importante como la salud. Nuestro pueblo no siempre ha asumido que las
fuentes apenas existen y que el agua que bebemos es producto del trabajo
continuado de varias generaciones de canarios que con su esfuerzo han
construido más de 1.600 kilómetros de galerías, miles de kilómetros de canales
y cientos de pozos, sólo en esta isla, que hasta hace sólo 40 años menos de un
20 por ciento de sus habitantes podía disponer de agua corriente en sus casas.
En la actualidad consumimos en las zonas urbanas más del 55% por ciento del
agua producida en la isla.
El flúor es la resultante de nuestra geología volcánica, en
la que en una zona de actividad reciente se disuelven los minerales que
componen las rocas en la capa freática. Para nuestra desgracia, el acuífero ha
empeorado en los últimos años de forma inexorable y, en la actualidad,
dependemos en buena parte de la isla para el suministro poblacional y el riego
de una serie de galerías que explotan el acuífero de Las Cañadas, cuyas aguas
llevan disuelta una serie de minerales dada la actividad volcánica de la zona.
Estas líneas pretenden motivar la reflexión de los
ciudadanos sobre la cantidad y la calidad del agua de que disponemos, así como
del "Mapa del Flúor de Tenerife", que han denunciado recientemente
los medios de comunicación insulares. En estos mismos medios hemos contemplado
con una cierta incredulidad cómo el PSOE se "echa al monte" y utiliza
este serio problema para hacer campaña electoral, un recurso indigno,
demagógico y síntoma de su frustración y falta de capacidad para ofrecer una
oposición constructiva. Se trata de un problema que afecta a municipios de
diverso color político y se encuentra originado por un descenso de la calidad
del agua a consecuencia de una sobreexplotación del acuífero mantenida a lo
largo de muchas décadas.
En ese sentido nos resulta curioso que el Sr. Martinón, que
tenía responsabilidades políticas hace 25 años, no se pronunciara en contra de
la instalación del desafortunado vertedero de Montaña del Aire, que acumuló
80.000 tms. de residuos sólidos sobre uno de nuestros acuíferos más
importantes. Unos pocos luchamos en contra de este vertedero, comenzando por la
huelga de hambre de Pedro González y los concejales del grupo de gobierno. Al
final perdimos aquella batalla por falta de apoyo social e intelectual, pero la
derrota no fue sólo de unos cuantos individuos, tal y como denunciamos -en
aquel momento-, esa medida política, arbitraria e insensata, acabaría
perjudicando a la larga a la población. Por ello es importante recordar que se
volcaron en un cono volcánico, muy permeable y sin medidas preventivas, desde
neumáticos a pilas-botón. Ojalá no se cumplan nunca nuestras previsiones de
entonces y estos desechos no acaben afectando al acuífero y, en consecuencia,
al abastecimiento urbano de los 4 municipios del área metropolitana.
La memoria es frágil, en especial cuando se adentra uno por
los caminos de la demagogia partidista y en nada contribuye a solucionar los
problemas de la gente. El Cabildo Insular de Tenerife trabaja desde hace
décadas preocupado por el descenso de la calidad de las aguas, invirtiendo y
construyendo infraestructuras como las "Cinco" plantas de tratamiento
y desalación de agua de galerías, Cruz de Tarifa (La Guancha), Altos de Icod y
El Reventón (Icod de los Vinos), Tamaimo (Santiago del Teide) y Aripe (Guía de
Isora).
Asimismo, no está de más recordar que el agua la compran los
ayuntamientos o, en su defecto, las empresas concesionarias a sociedades
privadas de galerías y pozos. El ayuntamiento elige en una oferta cada vez más
limitada qué tipo de agua compra para sus vecinos y -desgraciadamente- el agua
que se extrae del subsuelo tiene cada día una peor calidad. Es un proceso
natural irreversible y del que venimos advirtiendo desde hace décadas. Por
supuesto que el Cabildo está preocupado como el resto de las administraciones
que tienen que velar por la salud de los habitantes pero resulta cada día más
complicado recuperar o sustituir unos recursos naturales que se acaban. Aún no
tenemos la tecnología capaz de suplir a la madre naturaleza y es probable que
nunca la tengamos. La desalación de agua de mar tampoco es una solución que nos
sirva para los municipios de las medianías, ya que los costes de elevación son
astronómicos. Cuesta tanto elevar el agua a 600 metros de altitud como todo el
proceso entero de desalación.
La solución pasa por mejorar y construir nuevas
instalaciones, canalizaciones, plantas de tratamiento o desalación de agua de
galerías, por ahorrar agua en nuestros consumos domésticos, agrícolas o
turísticos. Sin embargo, no hay que perder de vista que estamos ante un
problema planetario que afecta hasta a los países europeos surcados por ríos
caudalosos. En la España peninsular podemos ver cada año cómo los cortes en
ciudades atravesadas por cuencas fluviales son frecuentes, casi cotidianos.
En definitiva, este artículo pretende servir para motivar la
reflexión de la población sobre cómo las acciones, aparentemente inocuas de un
momento dado, pueden acarrear perjuicios imprevisibles el día de mañana.
Agredir a la naturaleza nunca sale gratis, la diferencia puede radicar en que
en vez de pagar nosotros por ello lo harán nuestros hijos. Está en nuestra mano
hacer todo lo posible evitarlo, aprendiendo de los errores del pasado, evitando
repetirlos en el presente y en el futuro. Mas allá de las normativas sobre
gramos de flúor por litro, hemos de invertir aún más en obra hidráulicas, sobre
todo el Estado, que ha estado prácticamente ausente de la problemática del agua
en las islas, y, por supuesto, hemos de hablar también de la economía del
líquido elemento. Debe quedar claro que el agua es un tema lo suficientemente
importante en estas islas para que quede al margen del electoralismo barato y
de las disputas políticas.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 1 de Octubre 2006