domingo, 1 de octubre de 2006

El flúor y el agua potable en Tenerife


ESTOS DÍAS se ha abierto un debate sobre la calidad del agua en varios municipios de Tenerife que tiene incidencia en un tema de fondo tan importante como la salud. Nuestro pueblo no siempre ha asumido que las fuentes apenas existen y que el agua que bebemos es producto del trabajo continuado de varias generaciones de canarios que con su esfuerzo han construido más de 1.600 kilómetros de galerías, miles de kilómetros de canales y cientos de pozos, sólo en esta isla, que hasta hace sólo 40 años menos de un 20 por ciento de sus habitantes podía disponer de agua corriente en sus casas. En la actualidad consumimos en las zonas urbanas más del 55% por ciento del agua producida en la isla.

El flúor es la resultante de nuestra geología volcánica, en la que en una zona de actividad reciente se disuelven los minerales que componen las rocas en la capa freática. Para nuestra desgracia, el acuífero ha empeorado en los últimos años de forma inexorable y, en la actualidad, dependemos en buena parte de la isla para el suministro poblacional y el riego de una serie de galerías que explotan el acuífero de Las Cañadas, cuyas aguas llevan disuelta una serie de minerales dada la actividad volcánica de la zona.
Estas líneas pretenden motivar la reflexión de los ciudadanos sobre la cantidad y la calidad del agua de que disponemos, así como del "Mapa del Flúor de Tenerife", que han denunciado recientemente los medios de comunicación insulares. En estos mismos medios hemos contemplado con una cierta incredulidad cómo el PSOE se "echa al monte" y utiliza este serio problema para hacer campaña electoral, un recurso indigno, demagógico y síntoma de su frustración y falta de capacidad para ofrecer una oposición constructiva. Se trata de un problema que afecta a municipios de diverso color político y se encuentra originado por un descenso de la calidad del agua a consecuencia de una sobreexplotación del acuífero mantenida a lo largo de muchas décadas.
En ese sentido nos resulta curioso que el Sr. Martinón, que tenía responsabilidades políticas hace 25 años, no se pronunciara en contra de la instalación del desafortunado vertedero de Montaña del Aire, que acumuló 80.000 tms. de residuos sólidos sobre uno de nuestros acuíferos más importantes. Unos pocos luchamos en contra de este vertedero, comenzando por la huelga de hambre de Pedro González y los concejales del grupo de gobierno. Al final perdimos aquella batalla por falta de apoyo social e intelectual, pero la derrota no fue sólo de unos cuantos individuos, tal y como denunciamos -en aquel momento-, esa medida política, arbitraria e insensata, acabaría perjudicando a la larga a la población. Por ello es importante recordar que se volcaron en un cono volcánico, muy permeable y sin medidas preventivas, desde neumáticos a pilas-botón. Ojalá no se cumplan nunca nuestras previsiones de entonces y estos desechos no acaben afectando al acuífero y, en consecuencia, al abastecimiento urbano de los 4 municipios del área metropolitana.
La memoria es frágil, en especial cuando se adentra uno por los caminos de la demagogia partidista y en nada contribuye a solucionar los problemas de la gente. El Cabildo Insular de Tenerife trabaja desde hace décadas preocupado por el descenso de la calidad de las aguas, invirtiendo y construyendo infraestructuras como las "Cinco" plantas de tratamiento y desalación de agua de galerías, Cruz de Tarifa (La Guancha), Altos de Icod y El Reventón (Icod de los Vinos), Tamaimo (Santiago del Teide) y Aripe (Guía de Isora).
Asimismo, no está de más recordar que el agua la compran los ayuntamientos o, en su defecto, las empresas concesionarias a sociedades privadas de galerías y pozos. El ayuntamiento elige en una oferta cada vez más limitada qué tipo de agua compra para sus vecinos y -desgraciadamente- el agua que se extrae del subsuelo tiene cada día una peor calidad. Es un proceso natural irreversible y del que venimos advirtiendo desde hace décadas. Por supuesto que el Cabildo está preocupado como el resto de las administraciones que tienen que velar por la salud de los habitantes pero resulta cada día más complicado recuperar o sustituir unos recursos naturales que se acaban. Aún no tenemos la tecnología capaz de suplir a la madre naturaleza y es probable que nunca la tengamos. La desalación de agua de mar tampoco es una solución que nos sirva para los municipios de las medianías, ya que los costes de elevación son astronómicos. Cuesta tanto elevar el agua a 600 metros de altitud como todo el proceso entero de desalación.
La solución pasa por mejorar y construir nuevas instalaciones, canalizaciones, plantas de tratamiento o desalación de agua de galerías, por ahorrar agua en nuestros consumos domésticos, agrícolas o turísticos. Sin embargo, no hay que perder de vista que estamos ante un problema planetario que afecta hasta a los países europeos surcados por ríos caudalosos. En la España peninsular podemos ver cada año cómo los cortes en ciudades atravesadas por cuencas fluviales son frecuentes, casi cotidianos.
En definitiva, este artículo pretende servir para motivar la reflexión de la población sobre cómo las acciones, aparentemente inocuas de un momento dado, pueden acarrear perjuicios imprevisibles el día de mañana. Agredir a la naturaleza nunca sale gratis, la diferencia puede radicar en que en vez de pagar nosotros por ello lo harán nuestros hijos. Está en nuestra mano hacer todo lo posible evitarlo, aprendiendo de los errores del pasado, evitando repetirlos en el presente y en el futuro. Mas allá de las normativas sobre gramos de flúor por litro, hemos de invertir aún más en obra hidráulicas, sobre todo el Estado, que ha estado prácticamente ausente de la problemática del agua en las islas, y, por supuesto, hemos de hablar también de la economía del líquido elemento. Debe quedar claro que el agua es un tema lo suficientemente importante en estas islas para que quede al margen del electoralismo barato y de las disputas políticas.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 1 de Octubre 2006