domingo, 10 de diciembre de 2006

Pollos "sostenibles"


QUERIDOS LECTORES, quiero aprovechar este espacio que nos presta cada semana el periódico EL DÍA para invitarles a reflexionar de nuevo sobre algunos aspectos ambientales y culturales que se nos plantean a diario en nuestra tierra y en los que muy poca gente repara. Por supuesto, partimos de la base de que la economía y el medio ambiente son dos cuestiones intrínsecamente relacionadas en un mundo tan complejo e interconectado como es el que vivimos, y es obligado cuando hablamos de una de estas parcelas referirnos también a la otra, si no el análisis quedaría incompleto. Un concepto que escuchamos con demasiada frecuencia y muy poco contenido es el de "sostenibilidad", sin que los que utilizan esta palabreja se den cuenta de su significado real.

Todo el mundo sabe que tenemos los mejores y más frondosos bosques de los últimos 500 años pero, al mismo tiempo, importamos cada año cantidades ingentes de maderas preciosas de países, como Brasil, muchas de ellas sacadas de la tala indiscriminada y brutal de los bosques amazónicos. Acaso es coherente que hagamos tanto hincapié en conservar nuestros montes cuando no se repara en que se están esquilmando otros. Baste un dato, cada año desaparecen más de 20.000 Km2 de bosque de este país en un proceso que lleva durando varias décadas. Asimismo, en esos terrenos deforestados se realizan siembras para producir soja, plantaciones de caña de azúcar (para fabricar biocombustible o etanol) o pastos para una ganadería intensiva, que lo convierte en uno de los mayores exportadores de carne del mundo. No olvidemos que estos suelos tropicales, una vez deforestados, pierden gran parte de su fertilidad y su materia orgánica, degradándose por la acción de la erosión y convirtiéndose -finalmente- en un erial.
Otro caso curioso tiene que ver con los pollos. En 2006 hemos importado, sólo de Brasil, 33 millones de kilos de carne de pollo. Un país que se está convirtiendo en uno de los mayores productores de alimentos del mundo, en el que coexiste la miseria más absoluta con un pillaje, más o menos clandestino, de sus recursos naturales. Esta situación nos hace dudar de que este modelo sea sostenible a medio y largo plazo, no sólo para los brasileños sino también para nosotros, parte implicada en todo el proceso como consumidores finales.
Deberíamos reflexionar sobre qué hacemos en Canarias para ser menos dependientes del exterior y ser, al mismo tiempo, más sostenibles. Acciones como la potenciación y defensa de una cabaña ganadera viable así como el mantenimiento de una agricultura de abastecimiento mínima parecen medidas no sólo de sentido común sino que obedecen a razones estratégicas de cara a un futuro incierto. Imaginemos por un momento que, tal como ocurrió en Asia, la gripe aviar afectara a Brasil y se cerraran sus exportaciones a Canarias. ¿Qué hacemos?, ¿de dónde sacamos los 16 kilos por habitante y año que consume nuestra población provinentes de Sudamérica?
La cuestión es aún más paradójica cuando nos damos cuenta de las dificultades notables que nuestros productores locales tienen para trabajar en el territorio insular. Entre otros factores, por la fina pituitaria de mucha de nuestra gente y por la incapacidad de algunos gestores políticos que no han contemplado en sus planeamientos municipales espacios adecuados para albergar actividades ganaderas. Un ejemplo triste de esta situación lo tenemos en la proyectada Granja Escuela de Las Rosas, en San Juan de la Rambla, promovida por el Cabildo Insular de Tenerife y el Ayuntamiento, básica para la formación de nuestros jóvenes que pretendan apostar por un futuro más sostenible, vinculado a la ganadería. No deja de resultar descorazonador para los que luchamos por sacar adelante este tipo de iniciativas que algunas personas realicen una fuerte campaña en contra, sin ningún sentido, recogiendo firmas en lugares tan distantes como la propia ciudad de Santa Cruz de Tenerife, arriesgando una inversión y un esfuerzo público por un sector tan estratégico y, a la vez, tradicional.
Si de verdad tenemos interés por comprometernos con el planeta y un futuro sostenible para nuestra comunidad es necesario e imprescindible que dejemos de lado las declaraciones de principios y los brindis al sol, y pasemos a la acción -personal y colectiva- diaria, que reduzcamos y canalicemos mejor nuestro consumo y que, en definitiva, adoptemos un mayor compromiso de vida en este tema, tan vital para nuestra supervivencia en el futuro. Si el modelo no es sostenible ni viable en el rico e inmenso Brasil qué podemos esperar para este microterritorio insular. Aún estamos a tiempo de sembrar y plantar nuevos compromisos para un futuro sostenible en estas ínsulas. No dejemos escapar esta última oportunidad.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 17 de Diciembre 2006