EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS, las preocupaciones ambientales hacen
que cada día el hombre encienda nuevos faros para dar toques de atención sobre
su nuevo "santoral", relacionado con la naturaleza, que nos marca
nuevas pautas de la responsabilidad colectiva que tenemos respecto a lo que
está ocurriendo en este planeta. La globalización ya no sólo se trata de un
fenómeno económico para que circulen mercancías y capitales sino que, además,
guarda relación con un factor tan crucial para la vida como es el clima, la
facilidad para la circulación de especies nos afecta, ya que en muchos casos se
convierten en plaga en los lugares de entrada. El medio ambiente comienza a
pasarnos factura a diario por nuestra acción pasada y presente a todos los
habitantes del planeta sin distinción de color político, credo religioso o
color de piel.
El informe más autorizado sobre la salud de los ecosistemas
de la Tierra, preparado por científicos de 95 países, nos dice que nos
encontramos ante la mayor oleada de extinciones desde la desaparición de los
dinosaurios. De esta manera, nuestros vecinos africanos que apenas han
contribuido al deterioro ambiental, por su escasa industrialización y bajo
nivel de consumo y de derroche de recursos, sus emisiones de CO2 son las más
bajas por habitante y continente, son los que en mayor medida padecen los
efectos negativos del cambio climático. Algunos síntomas de este cambio son
realmente preocupantes y afectan a la vida (y a la muerte) de millones de
personas. La expansión de las arenas de los desiertos del Sahara o del Kalahari
desplaza a las poblaciones circundantes. El lago Victoria, en África
Ecuatorial, ha disminuido su superficie en un 30 por ciento. Lo mismo le ha
ocurrido al lago Chad, pero con cifras aún peores, un 70 por ciento de
reducción. Entre un 25 y un 40 por ciento de las especies únicas de África
podrían desaparecer antes del año 2085.
En este marco geográfico es en el que los canarios tenemos
que mirarnos y plantearnos el presente y el futuro. No es un hecho sin
importancia que hayamos podido recuperar en los últimos años un volumen
significativo de nuestra masa forestal. Sin embargo, no es menos cierto que
nuestra rica biodiversidad, en especial, de la relacionada con el mundo
agrícola se ha visto debilitada por el imparable avance de la urbanización, física
y psicológica. Es por ello que debemos apostar por revitalizar el material
biológico que da soporte a nuestro agro y, en pocas palabras, apostar por la
defensa del suelo cultivado frente a la presión material y cultural sobre el
agro isleño.
Hemos de insistir en transmitir la idea de que el cambio
climático es un problema no sólo de energía y de prevención de catástrofes,
sino que también es un problema ambiental al que se unen aspectos económicos,
financieros y éticos. Es una actitud concreta ante la vida, en el que nuestros
campesinos y la cultura de los mismos. Hemos de potenciar en un nuevo marco de
relaciones hombre-medio y no quedarnos en simples efemérides, en otra
declaración vana y oportunista más, sin apenas contenido, convertida en una abstracción
de intelectuales de despacho, con un uso devaluado y mezquino del lenguaje. Es
necesario y urgente un mayor compromiso y decisión en las instancias políticas
y técnicas, acorde con una actitud más consciente y responsable de los
ciudadanos en cada momento y en cada rincón de las islas y, por supuesto, del
resto del planeta Tierra.
Ante esta situación, el 22 de mayo debe representar algo más
que un día de discursos y celebraciones puntuales en las administraciones
ambientales. Cada árbol, cada planta cultivada o silvestre. El hombre del sacho
y los que demandamos productos alimenticios en las ciudad hemos de estar en
sintonía con este día a lo largo de todo el año, es decir, el haz y el envés de
la de la misma página de la vida, en una actitud de vida cotidiana y militante
que demuestre nuestro empeño en cambiar las cosas a mejor para todos. El hombre
del sacho y el del ordenador han de estar más cerca, física y mentalmente. Los
campesinos tiene razones sobradas para abandonar los guetos marginales en los
que la sociedad urbana los ha tenido, en ese sentido hemos de revalorizar
económica y socialmente el campo y su gente.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 27 de Mayo 2007