domingo, 5 de agosto de 2007

El fuego no conoce distancias


EL FUEGO no conoce distancias: se salta las leyes de tráfico y otras normas establecidas por el hombre. Los que hemos recorrido la distancia entre Los Realejos y Tamaimo sabemos cuánto tiempo se tarda en recorrerlo por nuestras carreteras. El fuego, sin embargo, fue por libre, sin pedir permiso a nadie, dejando tras de sí un rastro de ceniza y tristeza. El incendio de esta semana ha quemado de manera parcial una superficie como la de la isla de El Hierro, o lo que es lo mismo, en una hora el fuego ha recorrido un espacio similar al municipio de Puerto de la Cruz.

Estas líneas pretenden hacer una lectura de lo que ha pasado, sobre todo, por si podemos corregir y mejorar los recursos y nuestras actitudes para el futuro.
¿Qué podemos hacer?
Para muchos, el tema se resuelve con más helicópteros, más motobombas y, por supuesto, con más bomberos. Aquí, una vez más, nos encontramos con una cultura urbana que entiende el fuego como un problema material, propio de lo que nos presentan nuestros medios televisivos de las películas americanas, en las que siempre hay unos hombres de Harrelson que resuelven la papeleta y la resuelven bien y rápidamente.
Sin embargo, los hechos son tozudos. En la isla de Tenerife se ha producido una mejora importante de la superficie forestal en los últimos años, algo de lo que debemos alegrarnos, pero esta superficie forestal funciona de manera complementaria con el mundo campesino. En su entorno, las tierras se labraban todos los años varias veces y, por supuesto, los campesinos cocinaban con la leña muerta y la pinocha era utilizada como abono.
Hoy, en cambio, ya no demandamos combustible de nuestros montes y la pinocha está al pie de los árboles, eso sí, jugando un papel importante para retener el agua en invierno, frenar la erosión y fertilizar el suelo para los propios pinos. Sin embargo, en verano es combustible. Pero en el presente incendio el fuego se propagó por las copas dada la velocidad del viento, alcanzando en algunos momentos rachas superiores a los 100 km/h. De tal manera que, según los más expertos y antiguos del lugar, un fuego que tarda normalmente tres días en pasar de Los Realejos a Icod de los Vinos, lo hizo en tres horas. Y en cuatro o cinco ya alcanzaba a las proximidades de Tamaimo, en Santiago del Teide.
Es decir, aquí se han roto muchos esquemas teóricos de los que conocemos. El fuego empezó en una zona antaño cultivada como Los Campeches, ahora sin pinos, y quemó una amplia superficie con todo el espacio que va desde Los Baldíos, en Santiago del Teide, hasta Arguayo, Tamaimo, Valle de Arriba. Qué decir de la zona de Masca y todo el espacio entre Erjos y la parte norte de la cumbre de Bolico a la que el fuego llegó pero que, afortunadamente, pudimos controlarlo.
Por lo tanto, el fuego no es un hijo de la pinocha; el fuego ha tenido que ver con tierras cultivadas hasta hace unos años, hoy cubiertas de zarzales, helechos y espinos. Es decir, el fuego ha tenido que ver con la desagrarización de nuestros territorios y, por supuesto, con los pirómanos.
En aquellos puntos en los que los agricultores siembran papas pudimos dar contrafuegos. Tal fue el caso de La Guancha, San Juan de la Rambla y Los Realejos, o lo que es lo mismo, el monte no sólo lo cuidamos de una manera mecánica forestal, sino que tenemos agricultores que mantienen su entorno porque el mayor combustible lo tenemos fuera de las zonas forestales.
Y es en este marco en el que habrá que establecer para el futuro si estas tierras las plantamos de monteverde o sus propietarios vuelven a sembrarlas y labrarlas, tema éste extremadamente importante. No lo es menos la situación de los caseríos dentro del monte; caseríos en los que habrá que cortar los pinos próximos a las viviendas, pero en los que sus moradores deberán limpiar y cuidar la maleza que tienen en su entorno más cercano, junto a sus viviendas, como hacían nuestros mayores antaño. Ellos, nuestros sabios, mantenían limpias las zonas aledañas a sus casas en esta época del año, algo que no ha ocurrido en esta ocasión.
En ese sentido, no hay un sistema de extinción papá Cabildo o papá Administración que resuelva esto -y menos con un frente simultáneo de 30 kilómetros en el que no podían entrar los helicópteros- ni se puede poner un equipo de hombres, helicópteros y cubas en cada vivienda, algo imposible que no está al alcance de los países más desarrollados del mundo, ni siquiera de los Estados Unidos, en el que el último incendio de California se prolongó durante un mes.
El fuego toca en cada tejado, en cada puerta, sin protocolo ni permiso y, por supuesto, las sociedades no tienen capacidad de responder en esa situación más que con la prevención. En ese marco, para próximos episodios no debemos mantener las tierras agrícolas sin labrar, sobre todo cuando hay viviendas próximas.
Por otra parte, me gustaría destacar en estas líneas al colectivo que integra el área de Medio Ambiente, lo que yo llamo "los tiznados", y sus mandos porque han jugado un papel fundamental de entrega que la sociedad, más allá de que todos cometemos errores, ha de reconocer. Muchos de ellos trabajaron durante muchas horas en extrema tensión para la defensa de los caseríos, batallando hasta la extenuación para impedir que el fuego alcanzase las viviendas y se produjesen víctimas. Por supuesto, mi reconocimiento para el resto de colectivos y personas -no los enumero por temor a olvidarme de alguno-, que colaboraron infatigablemente en la lucha contra el fuego.
Tengo que decir más, ya que la casa del amigo Lorenzo Dorta se quemó mientras estaban defendiendo las casas de otros vecinos. Lorenzo sufre hoy en día, sufre como tantos otros a los que el fuego arrebató sus viviendas e ilusiones. Un abrazo, amigo.
Este artículo pretende ser útil y un compromiso para el futuro en el que todos debemos hacer más prevención y no alardear de supuestas grandes máquinas que apagan los fuegos de manera milagrosa.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 5 de Agosto 2007