EL FUEGO no conoce distancias: se salta las leyes de tráfico
y otras normas establecidas por el hombre. Los que hemos recorrido la distancia
entre Los Realejos y Tamaimo sabemos cuánto tiempo se tarda en recorrerlo por
nuestras carreteras. El fuego, sin embargo, fue por libre, sin pedir permiso a
nadie, dejando tras de sí un rastro de ceniza y tristeza. El incendio de esta
semana ha quemado de manera parcial una superficie como la de la isla de El
Hierro, o lo que es lo mismo, en una hora el fuego ha recorrido un espacio
similar al municipio de Puerto de la Cruz.
Estas líneas pretenden hacer una lectura de lo que ha
pasado, sobre todo, por si podemos corregir y mejorar los recursos y nuestras
actitudes para el futuro.
¿Qué podemos hacer?
Para muchos, el tema se resuelve con más helicópteros, más
motobombas y, por supuesto, con más bomberos. Aquí, una vez más, nos
encontramos con una cultura urbana que entiende el fuego como un problema
material, propio de lo que nos presentan nuestros medios televisivos de las
películas americanas, en las que siempre hay unos hombres de Harrelson que
resuelven la papeleta y la resuelven bien y rápidamente.
Sin embargo, los hechos son tozudos. En la isla de Tenerife
se ha producido una mejora importante de la superficie forestal en los últimos
años, algo de lo que debemos alegrarnos, pero esta superficie forestal funciona
de manera complementaria con el mundo campesino. En su entorno, las tierras se
labraban todos los años varias veces y, por supuesto, los campesinos cocinaban
con la leña muerta y la pinocha era utilizada como abono.
Hoy, en cambio, ya no demandamos combustible de nuestros
montes y la pinocha está al pie de los árboles, eso sí, jugando un papel
importante para retener el agua en invierno, frenar la erosión y fertilizar el
suelo para los propios pinos. Sin embargo, en verano es combustible. Pero en el
presente incendio el fuego se propagó por las copas dada la velocidad del
viento, alcanzando en algunos momentos rachas superiores a los 100 km/h. De tal
manera que, según los más expertos y antiguos del lugar, un fuego que tarda
normalmente tres días en pasar de Los Realejos a Icod de los Vinos, lo hizo en
tres horas. Y en cuatro o cinco ya alcanzaba a las proximidades de Tamaimo, en
Santiago del Teide.
Es decir, aquí se han roto muchos esquemas teóricos de los
que conocemos. El fuego empezó en una zona antaño cultivada como Los Campeches,
ahora sin pinos, y quemó una amplia superficie con todo el espacio que va desde
Los Baldíos, en Santiago del Teide, hasta Arguayo, Tamaimo, Valle de Arriba.
Qué decir de la zona de Masca y todo el espacio entre Erjos y la parte norte de
la cumbre de Bolico a la que el fuego llegó pero que, afortunadamente, pudimos
controlarlo.
Por lo tanto, el fuego no es un hijo de la pinocha; el fuego
ha tenido que ver con tierras cultivadas hasta hace unos años, hoy cubiertas de
zarzales, helechos y espinos. Es decir, el fuego ha tenido que ver con la desagrarización
de nuestros territorios y, por supuesto, con los pirómanos.
En aquellos puntos en los que los agricultores siembran
papas pudimos dar contrafuegos. Tal fue el caso de La Guancha, San Juan de la
Rambla y Los Realejos, o lo que es lo mismo, el monte no sólo lo cuidamos de
una manera mecánica forestal, sino que tenemos agricultores que mantienen su
entorno porque el mayor combustible lo tenemos fuera de las zonas forestales.
Y es en este marco en el que habrá que establecer para el
futuro si estas tierras las plantamos de monteverde o sus propietarios vuelven
a sembrarlas y labrarlas, tema éste extremadamente importante. No lo es menos
la situación de los caseríos dentro del monte; caseríos en los que habrá que
cortar los pinos próximos a las viviendas, pero en los que sus moradores
deberán limpiar y cuidar la maleza que tienen en su entorno más cercano, junto
a sus viviendas, como hacían nuestros mayores antaño. Ellos, nuestros sabios,
mantenían limpias las zonas aledañas a sus casas en esta época del año, algo
que no ha ocurrido en esta ocasión.
En ese sentido, no hay un sistema de extinción papá Cabildo
o papá Administración que resuelva esto -y menos con un frente simultáneo de 30
kilómetros en el que no podían entrar los helicópteros- ni se puede poner un
equipo de hombres, helicópteros y cubas en cada vivienda, algo imposible que no
está al alcance de los países más desarrollados del mundo, ni siquiera de los
Estados Unidos, en el que el último incendio de California se prolongó durante
un mes.
El fuego toca en cada tejado, en cada puerta, sin protocolo
ni permiso y, por supuesto, las sociedades no tienen capacidad de responder en
esa situación más que con la prevención. En ese marco, para próximos episodios
no debemos mantener las tierras agrícolas sin labrar, sobre todo cuando hay
viviendas próximas.
Por otra parte, me gustaría destacar en estas líneas al
colectivo que integra el área de Medio Ambiente, lo que yo llamo "los
tiznados", y sus mandos porque han jugado un papel fundamental de entrega
que la sociedad, más allá de que todos cometemos errores, ha de reconocer.
Muchos de ellos trabajaron durante muchas horas en extrema tensión para la
defensa de los caseríos, batallando hasta la extenuación para impedir que el
fuego alcanzase las viviendas y se produjesen víctimas. Por supuesto, mi
reconocimiento para el resto de colectivos y personas -no los enumero por temor
a olvidarme de alguno-, que colaboraron infatigablemente en la lucha contra el
fuego.
Tengo que decir más, ya que la casa del amigo Lorenzo Dorta
se quemó mientras estaban defendiendo las casas de otros vecinos. Lorenzo sufre
hoy en día, sufre como tantos otros a los que el fuego arrebató sus viviendas e
ilusiones. Un abrazo, amigo.
Este artículo pretende ser útil y un compromiso para el
futuro en el que todos debemos hacer más prevención y no alardear de supuestas
grandes máquinas que apagan los fuegos de manera milagrosa.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 5 de Agosto 2007