domingo, 9 de septiembre de 2007

Masca, el fuego y las teorías


PASADOS LOS DÍAS de las declaraciones de los supuestos y numerosos 'especialistas' en apagar fuegos que tenemos en Tenerife, es bueno que hagamos una reflexión en voz alta, no para justificar posibles errores -que seguro que los hubo y tendremos que analizarlos-, sino para explicar con detalle lo sucedido.
Lo ocurrido con el incendio en Masca rompe con muchos esquemas teóricos sobre el fuego y la capacidad de propagación del mismo, como el caso de cuando éste se combina con viento, topografía y temperatura.
Entender que el fuego se saltó un espacio de varios kilómetros sin árboles, sin apenas vegetación y en un dominio de rocas, para encontrar combustible en palmeras, retamas y tuneras en el fondo de los barrancos de Masca, Carrizales y Juan López, con lunares quemados y espacios sin alterar distantes en cientos de metros e incluso kilómetros, pone de manifiesto que no hay cortafuegos posible para un incendio como el que tuvimos en esta ocasión y que debemos ser humildes cuando teoricemos sobre la preparación para la defensa contra el fuego. Y más, si cabe, cuando el incendio se produce en un entorno donde hay población, como ocurrió en esta ocasión.
En Masca, Arguayo, Tamaimo y Valle Santiago el fuego, por efecto del viento, la temperatura y la turbulencia producida por el relieve, se desarrolló de forma inesperada.
El fuego entró en el barranco de Masca por la degollada de Mesa, es decir, del este, para luego recorrer el barranco desde el fondo hacia la ladera, es decir, de oeste. El material incandescente que transporta el viento se mezcló con el combustible local -palmeras, panascos y retamas-, consiguiendo un efecto que superó el incendio del palmeral de Masca del año 1955, cuando los masqueros dieron fuego a las palmeras para quemar el cigarrón que les había invadido, arruinando los cultivos, pero sin que se quemara ninguna vivienda. La población de entonces tenía un mayor dominio del territorio, sin embargo, no contaban que el fuego entrara en Masca desde el exterior en nube ardiente, como ocurrió esta vez.
Los hechos de Masca indican que a la capacidad destructiva del fuego es difícil ponerle puertas. Sin embargo, la prevención y el estar organizado con equipos materiales y humanos, con especial atención a lo local, y voluntarios preparados para situaciones de emergencia, son temas que hemos de mejorar.
La teoría nuestra entendía que el fuego entraba desde Monte del Agua hasta Bolico, Las Portelas y El Palmar, ya que Masca quedaría como una isla en el Macizo de Teno. Sin embargo, el fuego entró en la isla más isla de Tenerife, y no entró por los cauces habituales desde Santiago del Teide (degollada de Cherfe) o bien desde Buenavista (Cruz de Gilda). Lo hizo de forma más solemne, desde 1.000 metros de altura, al fondo del Barranco, a 500 metros, en una cascada de fuego y piedras, aventadas por el viento del siroco a kilómetros de distancia saltando unos acantilados sin vegetación y los masqueros se autodesalojaron.
El fuego no sólo quema pinocha y panascos, sino también piteras, pencas y teorías. Aquí debemos ser más humildes todos y aprender de la naturaleza.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 9 de Septiembre 2007