PASADOS LOS DÍAS de las declaraciones de los supuestos
y numerosos 'especialistas' en apagar fuegos que tenemos en Tenerife, es bueno
que hagamos una reflexión en voz alta, no para justificar posibles errores -que
seguro que los hubo y tendremos que analizarlos-, sino para explicar con
detalle lo sucedido.
Lo ocurrido con el incendio en Masca rompe con muchos
esquemas teóricos sobre el fuego y la capacidad de propagación del mismo, como
el caso de cuando éste se combina con viento, topografía y temperatura.
Entender que el fuego se saltó un espacio de varios
kilómetros sin árboles, sin apenas vegetación y en un dominio de rocas, para
encontrar combustible en palmeras, retamas y tuneras en el fondo de los
barrancos de Masca, Carrizales y Juan López, con lunares quemados y espacios
sin alterar distantes en cientos de metros e incluso kilómetros, pone de
manifiesto que no hay cortafuegos posible para un incendio como el que tuvimos
en esta ocasión y que debemos ser humildes cuando teoricemos sobre la
preparación para la defensa contra el fuego. Y más, si cabe, cuando el incendio
se produce en un entorno donde hay población, como ocurrió en esta ocasión.
En Masca, Arguayo, Tamaimo y Valle Santiago el fuego, por
efecto del viento, la temperatura y la turbulencia producida por el relieve, se
desarrolló de forma inesperada.
El fuego entró en el barranco de Masca por la degollada de
Mesa, es decir, del este, para luego recorrer el barranco desde el fondo hacia
la ladera, es decir, de oeste. El material incandescente que transporta el
viento se mezcló con el combustible local -palmeras, panascos y retamas-,
consiguiendo un efecto que superó el incendio del palmeral de Masca del año
1955, cuando los masqueros dieron fuego a las palmeras para quemar el cigarrón
que les había invadido, arruinando los cultivos, pero sin que se quemara
ninguna vivienda. La población de entonces tenía un mayor dominio del
territorio, sin embargo, no contaban que el fuego entrara en Masca desde el
exterior en nube ardiente, como ocurrió esta vez.
Los hechos de Masca indican que a la capacidad destructiva
del fuego es difícil ponerle puertas. Sin embargo, la prevención y el estar
organizado con equipos materiales y humanos, con especial atención a lo local,
y voluntarios preparados para situaciones de emergencia, son temas que hemos de
mejorar.
La teoría nuestra entendía que el fuego entraba desde Monte
del Agua hasta Bolico, Las Portelas y El Palmar, ya que Masca quedaría como una
isla en el Macizo de Teno. Sin embargo, el fuego entró en la isla más isla de
Tenerife, y no entró por los cauces habituales desde Santiago del Teide
(degollada de Cherfe) o bien desde Buenavista (Cruz de Gilda). Lo hizo de forma
más solemne, desde 1.000 metros de altura, al fondo del Barranco, a 500 metros,
en una cascada de fuego y piedras, aventadas por el viento del siroco a
kilómetros de distancia saltando unos acantilados sin vegetación y los
masqueros se autodesalojaron.
El fuego no sólo quema pinocha y panascos, sino también
piteras, pencas y teorías. Aquí debemos ser más humildes todos y aprender de la
naturaleza.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 9 de Septiembre 2007