domingo, 2 de septiembre de 2007

De Grecia a Tenerife


LOS LAMENTABLES INCENDIOS FORESTALES acaecidos recientemente en Grecia y en Canarias nos llevan a hacer una comparación, de una manera proporcional, a los casos de Tenerife y Grecia. No sería riguroso hacer una lectura de ambos casos sin conocer que ambas realidades, sociales, geográficas y económicas de los territorios afectados son prácticamente las mismas. Si bien los griegos no tienen un relieve volcánico como el nuestro, la topografía, es decir, el sistema de montañas, barrancos, las temperaturas y el régimen de lluvias, coinciden mucho con los de las islas occidentales de nuestro archipiélago.

Los llamados "cuatro 30", tan nefastos para cualquier incendio, han sido los desencadenantes de estos acontecimientos: más de 30º de temperatura, humedad inferior a un 30%, pendientes superiores a un 30% y una velocidad del viento de más de 30 km/h. Estos elementos coincidieron en Tenerife en los últimos días de julio y se han repetido en Grecia, desembocando en los sucesos que todos conocemos.
Por otra parte, Grecia y Canarias presentan características similares, con una población agrícola y ganadera dispersa en el territorio, con caseríos aislados propio de las malas comunicaciones, y con un sobrepastoreo de cabras y ovejas que llegó a suponer 10 millones de cabezas de ganado en los años 80, es decir, más de 100 cabezas por km2, mientras que en Tenerife llegamos a tener más de 60 en su día. Tanto en un lugar como en otro, la limpieza del campo se hacía a través de este extensivo pastoreo, teniendo en cuenta que, por ejemplo, el estómago de un animal caprino necesita entre 6 y10 kilos de hierba por día. Es por ello, que en estos espacios con amplias superficies de suelos improductivos y una superficie agrícola que en ninguno de los casos alcanzaba el 25% del territorio, nos debe hacer pensar en los cambios producidos en la Península del Peloponeso son muy similares a los que hemos experimentado en la sociedad canaria en los últimos 30 años.
Tanto los griegos como nosotros, hemos estabulado gran parte de nuestra cabaña ganadera, abandonando el tradicional sistema de pastoreo, cambiándolo por el turismo y una sociedad urbanizada socialmente y económicamente. Por ello, lo que aquí llamamos pamascos, -vegetación seca en tierras balutas-, antaño cultivadas y hoy abandonadas, son las que desgraciadamente predominan en ambas geografías. En Tenerife hemos pasado de cultivar 50.000 hectáreas a 20.000 en la actualidad. Una parte importante de estas tierras están invadidas por el monte y, por eso, los pamascos en las tierras sin cultivar juegan un papel importante, ya que numerosos caseríos que fueron habitados por agricultores que ejercían de tales, fueron quedándose aislados dentro de unas tierras sin productividad y rodeados de masa forestal.
Es aquí donde debemos de hacer una seria y profunda reflexión y comparar la situación del Peloponeso griego con la realidad de Tenerife y Canarias. ¿Cuáles son los costes económicos y ambientales de una sociedad desarraigada, con una población que reside en el campo pero que ignora la gestión y la responsabilidad de su entorno? Una sociedad que en nombre del libre comercio y de la aldea global importa los alimentos del exterior y que no defiende las producciones locales -en las que incluimos las cabras que se alimentaban con forrajes importados cuando antaño le quitaban a la piel de la Isla 400 toneladas diarias de pasto que ahora son combustible para los incendios- e infravalora los sacrificios de los hombres que han sido durante siglos los jardineros de nuestro medio rural, con coste cero para la Administración.
Hemos visto opiniones generalizadas que han salido en los medios que solo entienden que la prevención y la extinción del fuego pasa por tener más equipos humanos y materiales. Es desde este ámbito y en el marco de un debate que no entre en la dicotomía de lo urbano-rural, donde debemos hacer una amplia reflexión para hacer un cambio en los valores medioambientales que hemos utilizado hasta ahora, revalorizando un medio olvidado y maltratado como es el rural en nombre de una modernidad y un progreso mal entendido y reconociendo que la Administración no puede asumir la gestión de todo el espacio medioambiental y rural como si de una finca particular se tratara, ya que el mejor gestor de todo este patrimonio ha sido y lo sigue siendo el campesinado de nuestras islas.
Por último, agradecer y reconocer una vez más el trabajo bien hecho de los ayuntamientos, distintas administraciones, vecinos, personal de Medio Ambiente, Policías Locales, Guardia Civil, Ejército, Policía Nacional, que a través de una perfecta coordinación con el centro coordinador de Medio Ambiente, (CECOPIN), evacuaron en un tiempo récord a 8.000 personas de las áreas incendiadas con un peligro potencial de daños en las personas, impidiendo así lo que desgraciadamente no se pudo evitar en el país heleno.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 2 de Septiembre 2007