HEMOS MIRADO estos años al campo como algo alejado en el
tiempo, como una manera de vivir y sufrir, propio de tiempos superados, y en
consecuencia, se ha quedado con el sacho o el merry la generación que nació en
la postguerra. Ahora, en los tiempos modernos, la leche está en la nevera y las
papas las compramos peladas e incluso compramos la ensalada preparada.
Los hechos nos están dando un tirón de orejas: el campo y la
agricultura son algo más que el pasado y la modernidad urbana, turística, no es
un camino de rosas. Así, el medio ambiente es difícil entenderlo sin
campesinos, sin hombres y mujeres que cultiven la tierra, que labren los
entornos de las zonas forestales y que limpien la materia orgánica del monte
para abonar los campos. Valga como ejemplo que cada hectárea cultivada de papas
demandaba de 5.000 a 7.000 kilos de estiércol que nuestros agricultores
retiraban del monte y ahora, ante la falta de este trabajo, es combustible en
los veranos con la consiguiente amenaza para los incendios. Así, las tierras
sembradas de papas, cereales o leguminosas eran una barrera contra el fuego de
los montes y ahora, el abandono significa zarzas, helechos, tojo, es decir,
combustible para reactivar el fuego.
Veamos algunos datos que pueden ser clarificadores. En los
años cincuenta sembrábamos en Tenerife más de 30.000 hectáreas de papas y
cereales, mientras ahora no alcanzamos ni las 5.000; no olvidemos que las
urbanizaciones se han realizado mayoritariamente fuera de las zonas de las
medianías, en lo que llamamos tierras de pansembrar, hoy ocupadas por malezas.
El pasado miércoles se celebró una asamblea histórica en la
que participaron más de 1.000 agricultores -en su mayoría de la comarca
comprendida entre La Guancha
y Santa Úrsula- con la presencia de la consejera de Agricultura del Gobierno de
Canarias, Pilar Merino, el consejero de Agricultura, Ganadería y Pesca del
Cabildo, José Joaquín Bethencourt, y los alcaldes de La Orotava , Isaac Valencia,
San Juan de La Rambla ,
Manuel Reyes, y Los Realejos, Oswaldo Amaro.
Reunir a más de un millar de agricultores de papas en
Canarias no es nada corriente, salvo en situaciones excepcionales, como la que
nos encontramos, con crisis económica y parón de la construcción y, sobre todo,
con el brutal invierno que hemos padecido, posiblemente el más seco desde 1948.
A esa situación hay que añadirle más de 50 días de tiempo sur, batiendo su
propio récord de la adversidad el pasado 26 de abril, con temperaturas en zonas
de medianías que superaron los 30º C, con una humedad inferior al 20% y con una
velocidad del viento superior a los 50 km/hora, mientras que las lluvias en
todo el mes de abril no superan los 24 litros por metro cuadrado.
El viento y la sequía han arruinado los cultivos, llegando
en muchos casos a más del 80% de la cosecha. Sólo las cooperativas de Las
Medianías de San Juan de La
Rambla , La
Guancha y la de Benijos, en el Valle de La Orotava , han dejado de
recolectar más de cuatro millones de kilos de papas. Esta situación se agrava
porque la sequía agudiza los ataques de la polilla guatemalteca y empeora, aún
más si cabe, para las papas de color porque, en muchos casos, podemos perder la
semilla. En ese sentido, queremos ser solidarios con aquellos a los que
animamos el año pasado a limpiar los entornos del monte para volver sembrar
porque las adversidades climatológicas de éste no les han dado ninguna
recompensa.
Las autoridades que asistieron a la asamblea y el presidente
del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, visitaron las zonas afectadas y se
han comprometido con un apoyo a los agricultores para cubrir costes este año y
preparar un sistema de seguros para los próximos años que garantice a los
afectados un alto porcentaje de los costes del cultivo.
De la recuperación de las papas, cereal, legumbres en las
medianías del Norte de Tenerife no sólo dependen un número importante de
puestos de trabajo y alimentos para nuestro pueblo, sino que constituye la
mejor arma en la prevención de los incendios. Al limpiar las zonas que lindan
con los terrenos forestales, cargadas hoy de maleza, y retirar miles de
toneladas de combustible para abonar las tierras sembradas, estamos
consiguiendo un triple objetivo: recuperar nuestras actividades agrarias dando
una forma de vida a nuestros agricultores, dotar de alimentos a nuestra
población y prevenir los incendios forestales. Estamos hablando, pues, de algo
muy importante que no ocupa páginas en los periódicos ni espacios en las
televisiones y radios, pero que sí nos encontramos en el día a día y que nos
afecta a todos.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 25 de Mayo 2008