ESTOS DÍAS asistimos a la preocupción por el
abastecimiento de alimentos y las huelgas en los transportes y la pesca, lo que
nos hace meditar sobre esta problemática. En todo este marco, está el petróleo
como elemento fundamental: agricultura, subsidios agrarios, comercio mundial,
empresas multinacionales, etc., que mueven los alimentos. Así, hemos pasado del
autoabastecimiento con problemas, caso de las dos guerras mundiales con un
comercio muy limitado, productos imperecederos, cereales, aceite y azúcar, a un
comercio basado en el frío y una mejora significativa en la circulación de
mercancías perecederas, frutas, verduras, pescado, lácteos y productos
ganaderos.
Por otra parte, queremos hacer extensivo dicho comercio para
el planeta, internacionalizando agricultura, comercio y alimentación en nombre
de la famosa Ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC), mientras
la producción local y el autoabastecimiento han retrocedido de manera
importante en la mayor parte de nuestras ciudades en Canarias.
Hemos asumido que podemos vivir prescindiendo de los
agricultores y ganaderos y en este marco se plantea no subsidiar la agricultura
de los países ricos y alimentarnos con producciones de países pobres para ser
supuestamente solidarios con los mismos, con sueldos propios de su economía. Es
decir, como los agricultores de nuestro entorno no están dispuestos al cultivo
de la tierra con los salarios del Tercer Mundo, la alternativa propuesta por la ONG Oxfam en la cumbre
de la FAO en Roma
es cortar los 80.000 millones de euros que en 2006 recibió la agricultura de
Estados Unidos y Europa como subsidio agrario que ha permitido que los
agricultores de los países ricos no se arruinen ante las importaciones de
terceros países con salarios de hambre. Así, nos encontramos un doble rasero:
mientras en la FAO
y otros foros internacionales se escandalizan por los subsidios que obtienen
los agricultores de los países industriales, sorpresivamente no cuestionan los
recursos que han puesto dichos países para reflotar bancos en quiebra.
En los últimos meses, las cifras puestas por los bancos
europeos y norteamericanos superan los 300.000 millones de dólares en
inversiones sólo en las hipotecas "subprime"; bancos como
Bradfor&Bingaly, Nothern Rock, West L.B. y otros recursos puestos para
tapar agujeros financieros de cientos de miles de millones de dólares, mientras
en Roma los planteamientos no son poner recursos para apoyar la agricultura de
los países que padecen el hambre ante una crisis en la producción mundial de
alimentos y, sobre todo, los cambios en la demanda de alimentos, no sólo por el
incremento de la población del planeta en medio siglo de 2.500 a 6.700 millones
de personas y, lo que es más importante, el incremento en los comensales que
antes no comían. Así, por ejemplo, un chino ha pasado de comer 20 kilos de
carne al año en 1980 a unos 50 kilos en la actualidad. Es decir, nos
encontramos en una lucha entre hipotecas contra alimentos, con el inconveniente
de que las primeras ni se comen ni sacian el hambre.
En Canarias hemos de tener medidas que potencien las mejoras
en el campo, aspectos fiscales, inversiones, control de las importaciones de
países terceros, un rasero que no dé ventajas a las producciones en el exterior
sobre la local, como ocurre con el queso, el pollo y un largo etcétera, y la
defensa del suelo agrario y del agua para la agricultura.
Necesitamos una política de hechos concretos que permita
actuaciones concretas ante la problemática del campo, como es el caso de los
problemas sufridos este año con la sequía en Canarias y que el Gobierno de
España ni siquiera ha reconocido. En nuestro territorio tenemos numerosas
dificultades con las actuales pautas comunitarias para aportar las ayudas del
sistema de seguros agrarios. Los apoyos a la agricultura en las Islas tienen
más que suficientes razones en los planos estratégicos y sociales y, sobre
todo, ambientales porque son los agricultores y ganaderos los que contribuyen a
la limpieza y mantenimiento de amplios espacios agrarios y la retirada de materia
orgánica del monte.
Seguridad alimenticia y defensa del medio ambiente son, por
tanto, razones más que suficientes para apoyar de manera decidida la
agricultura y la ganadería en nuestra tierra, que tiene una mayor dependencia
del mercado internacional debido a la lejanía, lo que nos hace ser doblemente
frágiles al depender no sólo de la abundancia de los alimentos en el exterior,
sino también del transporte a las Islas. La agricultura en Canarias juega un
papel estratégico de primer orden. Asumamos esto con hechos y no con
declaraciones altisonantes.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 15 de Junio 2008