domingo, 27 de julio de 2008

Agua: sequía y cultura


EN CANARIAS el agua fue siempre un problema, aunque hemos tenido estos años un espejismo de abundancia. Así, tenemos miles de topónimos asociados al agua y su escasez como Agua de, Charco, Chorro, Chupadero, Fuente, Fontiñas, Río, Vica o Eres, entre otros. Estamos ante un año seco, sólo comparable al 1948/49, y en consecuencia, ante una demanda creciente. Los problemas de la sequía, unida a los hábitos de consumo de los últimos años, hace que la situación se complique, máxime al perder la cultura del ahorro y las buenas prácticas en el uso del líquido elemento. Aquí, la tecnología, la política y las buenas prácticas en el uso del agua son claves.

Estamos, con toda seguridad, en los comienzos de una nueva era, en la que tenemos que aprender el uso de los recursos de otra manera, más allá de la coyuntura de la sequía de este año. El gran intelectual gomero Pedro García Cabrera ya describió en su obra "Chorros de Epina" esta situación, y este año la sequía nos vuelve a situar en el marco que Pedro expresó en sus versos y que musicalizaron magistralmente Los Sabandeños.
Así, por ejemplo, son numerosos los manantiales de Tenerife que han dejado de manar el líquido elemento este año, incluso en zonas húmedas de Anaga o Monte del Agua. Valga como ejemplo el manantial del barranco del Río, en el entorno de Arico y Granadilla, que ha pasado de las 200 pipas/hora en el invierno a sólo 18 en estos días de julio. En ese sentido, nuestras galerías y pozos tienen también importantes mermas ante las carencias de lluvia del invierno pasado.
Por otra parte, la crisis económica está obligando a mirar para el campo a numerosas familias, demandando agua para riego, ya que de secano poco podemos cultivar. No nos olvidemos que en la isla de Tenerife los consumos urbanos se han disparado y se sitúan sobre el 70% de los alumbramientos, con lo que ello significa para nuestra agricultura.
Crisis cultural
Hasta hace poco gran parte del agua de la que disponemos en Tenerife y La Palma la ha alumbrado nuestra gente con gran esfuerzo en trabajo y en ahorro popular. Las administraciones públicas han intervenido con diferentes medidas, como el Plan de Balsa y de Plantas de Tratamiento de Aguas construidas por el Cabildo, mientras que la Administración del Estado ha actuado tarde y con pocos recursos y en la actualidad tenemos un déficit importante de infraestructuras con relación a las obras realizadas en otros puntos del Estado.
Nuestro ahorro particular ha construido en Tenerife y La Palma unas 1.200 galerías con unos 2.000 kilómetros perforados y varios cientos de pozos, y una importante red de transporte, poniendo un volumen de agua que supera los 250 Hm3, es decir, más de 500 millones de pipas al año. Esto no siempre ha sido bien entendido por nuestra sociedad, que en muchos casos lo asocia a especulación y malas mañas, que como leyenda no nos merecemos la mayoría que hemos puesto nuestros ahorros en pagar cotas de galerías y pozos. En toda actividad humana hay de todo, en la que los beneficios aportados por las aguas subterráneas han sido extraordinarios para nuestro pueblo, por lo que tenemos que estar muy agradecidos de las generaciones que hicieron las galerías y pozos, obras realizadas casi en su totalidad en el siglo XX.
Una nueva cultura
Hemos de hablar de economía, lo que ahora llamamos "huella acuática", movilizar nuestra voluntad política para invertir en un uso más sabio del agua, mejorar la gestión de los recursos: pérdidas en red, reutilización, desalación, cerrar el grifo, jardinerías, piscinas, etc.
Tenemos que volver a una cultura perdida en la que el ahorro privado y las administraciones participen coordinadamente porque la burocracia actual y el alejamiento cultural ha descapitalizado al sector. Así, numerosas comunidades se han disuelto, hay galerías sin limpiar y tenemos dificultades para instalar equipos de ventilación y de perforación en otras, dificultades para el uso de la dinamita con costes prohibitivos; seguritas, artilleros y un largo etcétera de prohibiciones interminables por nuestras administraciones, alejadas de la problemática del agua, y situando el coste de un metro de galería en más de 1.500 euros.
Hemos de recuperar la cultura del agua; no por nostalgia, sino por un capital de sabiduría popular muy útil, como un recurso escaso y preciado en el que el interés social de la misma haga que el importante aporte de la iniciativa privada se complemente con la iniciativa pública que tendrá que hacer importantes inversiones en Canarias.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 27 de Julio 2008