domingo, 26 de octubre de 2008

El campo y el congelador


HAGO ESTOS SURCOS de papel convencido de que estamos en la necesidad de cambiar modos y modas para Canarias, y en particular, para los que habitan y trabajan en el medio rural. En estos días, me han convertido, sin pretenderlo, en una oficina para atender quejas de vecinos que se ven agredidos por unas leyes hechas supuestamente para defender "el campo".
Posiblemente sin saberlo o quererlo, lo que propone dicho marco legal es un campo sin campesinos, puesto que el marco de supuesta protección, cargado de diferentes categorías, unido con una Administración con miles de personas que supuestamente cuidan el campo con criterios propios de la cultura urbana, apoyados en la fotografía aérea y el todoterreno, hace que toda actividad que no se encuentre en un marco teórico de protección de flora y fauna, en la que no incluyen a los campesinos, haya que aplicar multas cuantiosas y demolición, modelo Cho Vito.
Veamos algunos ejemplos: una familia recoge material de la jardinería de Arona y otros municipios del Sur, le incorporan purines de una granja de vacas y gallinaza procedente de granjas de la Isla obteniendo compost, es decir, abono para nuestra agricultura. Por otra parte, evita que viertan en los barrancos un volumen importante de restos vegetales, que los traigan al Complejo Ambiental de Arico. Sin embargo, a esta empresa familiar se le aplica el artículo 38.3, letra b, de la Ley 1/1999 del 29 de enero de Residuos de Canarias, -en Resolución Nº 2536, con fecha 13 de agosto de 2008, multa de 30.000 euros y 60.000 euros por residuos tóxicos y peligrosos- cabe recordar que las aguas menores son tóxicas. En ese sentido, hay que decir que estamos trabajando para aprobar el Plan Territorial Especial de Ordenación de Residuos de Tenerife y hasta que se apruebe definitivamente no hay establecimiento autorizado para tratar dichos residuos en la Isla.
En otro estado de cosas, se han impuesto multas por construir un cabezal de riego en una finca; multas y demolición por poner una plancha de cemento a un cuarto de aperos construido hace más de 40 años; multas de más de 30.000 euros por ampliar una vivienda de una familia de agricultores que viven en una infravivienda en un asentamiento agrícola; multa y demolición para construir estanques en las proximidades del espacio protegido del Barranco de Herques (en Aguerche); demolición de la ampliación de un cuarto de aperos de 40 metros cuadrados en una finca que produce más de 10.000 kilos de uvas. Y así, cientos de ejemplos repartidos por toda la geografía insular.
Querido lector, me he tomado la libertad de hacer referencia de algunos casos de los muchos que me han expuesto porque asocian lo que escribo y propongo para el medio rural y lo que en verdad está ocurriendo con un marco legal alejado de los problemas de nuestra gente. Este conjunto de leyes, reglamentos, órdenes y demás no ayudan a un mejor cuidado del medio ambiente puesto que el campo sin campesinos puede significar el tener una hoguera cada verano, sin olvidar que la presión poblacional que tiene este territorio nos obliga a la expansión sobre suelo rústico, entre otras cosas, para actividades agroganaderas, puesto que hemos de volver al campo, no sólo como fuente de trabajo y para producir alimentos frescos, sino también como espacio vital. Si el nuevo marco legal que está pendiente de aprobación no corrige la actual situación, pienso que debo dejar de tener responsabilidades políticas, por no ser coherente en lo que defendemos y lo que se hace en la gestión política de esta tierra.
No podemos sacrificar lo que queda de campo por un marco legal hecho desde los despachos cargados de burocracia que entiende que al 'mago' hay que controlarlo en la supuesta defensa de una naturaleza agredida por los hombres del sacho. No olvidemos que tenemos la mejor masa forestal, posiblemente de los últimos 500 años, árboles que nacieron y crecieron antes de las leyes de protección de la naturaleza en Canarias. Todo lo que hoy tenemos es la resultante del compromiso y del trabajo de los campesinos de esta tierra, a lo largo del tiempo. Por ello, nos vemos obligados a la defensa del campo y los campesinos, porque han sido los hombres y mujeres del campo los que nos han dejado el patrimonio que hoy tenemos, y los mayores daños a la naturaleza se han hecho desde la ciudad y no del medio rural.
Por supuesto que hay pícaros en el medio rural, pero por ello no es preciso promulgar leyes a la defensiva que dan más protección a un pájaro que a un agricultor. Claro que hemos de evitar las edificaciones tipo Falcon Crest y el mal uso que se ha hecho muchas veces del suelo rústico, pero ello no puede ser motivo para que se haga un marco legal que no permita hacer un estanque, o llevar a cabo la limpieza de una huerta para ponerla en cultivo y tratar al campesino como si fuese un delincuente. El mundo rural no lo podemos poner en un congelador parando toda actividad propia de los tiempos y de las demandas de la vida.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 26 de Octubre 2008