RESULTA COMPLICADO hablar de medio ambiente separándolo
de la cultura agraria y, lo que es más importante, de la economía de la gente
que vive en el campo y de los que vivimos en el medio urbano que demandamos
productos de la tierra. En los últimos años se ha hecho un marco legal amplio y
detallado para la protección de la naturaleza, en el que apenas se han dedicado
unas líneas a las relaciones del hombre con ésta y, en particular, a todas las
actividades agroforestales.
Esto ha creado un aparato administrativo y técnico, en muchos
casos burocratizados, que nos pone a los que estamos en la Administración en
situaciones de tensión con los campesinos, tema éste de gran importancia por lo
que, sin duda, en los próximos años habrá que corregir el actual marco legal
para hacerlo flexible ante las necesidades de nuestra gente, en el que la flora
y la fauna protegida estén a un mismo nivel que las actividades cotidianas de
cada día como son la agricultura y la ganadería. Los espacios actualmente
protegidos son los resultantes de una convivencia prolongada en el tiempo entre
el hombre y la naturaleza. Así, por ejemplo, en nombre de la protección
ambiental tenemos una serie de plantas intocables -tabaiba, verodes, cardones,
aulagas, escobones y un largo etcétera-, mientras que las higueras, almendros,
nogales y castaños no tienen ninguna categoría de protección.
Tras el lamentable incendio ocurrido en el noroeste de
Tenerife, tenemos la obligación de tender puentes entre la defensa de nuestro
patrimonio natural y las actividades agrarias tradicionales, para crear
condiciones en las que los espacios agrarios demandados no vuelvan a reunir las
condiciones que tenían en este pasado verano. Es decir, tierras de antaño de
pansembrar limpias de maleza, hoy invadidas por las plantas de mayor combustión
ante el fuego como los helechos, zarzas y espinos.
Es en este marco en el que tenemos que hacer un esfuerzo no
sólo teórico sino práctico por parte de las Administraciones, principalmente el
Seprona, Medio Ambiente y Ayuntamientos, para que la ley de protección de la
flora y fauna canaria se aplique de la manera más flexible posible, es decir,
que nuestros queridos chovas o campesinos puedan limpiar sus huertos, y que
nosotros, desde la Administración, colaboremos para que el próximo verano estén
labradas en su mayor parte o, al menos, en los entornos forestales y en las
proximidades de las casas.
Por lo tanto, tenemos que conseguir, si la pluviometría lo
permite, que en este invierno se siembren campos de trigo, papas y frutales
para conseguir una posterior continuidad de la actividad agraria de una manera
natural en la que, indudablemente, la coyuntura económica nos va a obligar a
mirar al campo por razones obvias y que, en consecuencia, agricultura y medio
ambiente vuelvan a darse la mano. Y como dice la canción de Pedro Guerra, los
mayores logremos "contaminar" a los más jóvenes en otra manera de
entender lo que ocurre desde Los Campeches hasta Masca, a estas medianías del
norte de Tenerife, sin que olvidemos una misma lectura para los almendros e
higueras del sotavento o para las huertas de jable, hoy cubiertas de magarzos
en las medianías del sur de la isla.
Así las cosas, invitamos a nuestra gente, tanto a vecinos
como a ayuntamientos y responsables políticos, a una mayor participación en
leer y entender la isla como un todo en la que la protección no sólo es para
los pinos, laurisilva y tabaibales, sino también para la agricultura y
ganadería de Tenerife.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 2 de Diciembre 2007